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Mucho más que azúcar

mucho-mas-que-azucarLuego de la incorporación de nuevas tecnologías y prácticas agrícolas, la industria azucarera argentina expandió sus horizontes, y a partir de la caña produce su propia energía, papel, fertilizantes, alcohol carburante y para uso familiar.  

LIBERTADOR GENERAL SAN MARTIN, Jujuy.- Después de años de reconversión, incorporación de nuevas tecnologías, búsqueda de procesos más respetuosos del medio ambiente y profesionalización de las antiguas empresas familiares, la industria azucarera argentina enfrenta el nuevo siglo con una imagen diferente.

En la última década, y con varias crisis de por medio, los ingenios se convirtieron en fábricas eficientes que generan su propia energía a partir del vapor, cogeneran energía para la red y utilizan los residuos de la industrialización para fertilizar campos, fabricar papel y alcohol para uso familiar o carburante. «En los últimos años la actividad renovó sus inversiones e incorporó tecnología para aumentar su eficiencia y su producción, que creció 50% en los últimos 5 años. Ahora nos preparamos para participar del desafío energético, aportando un combustible renovable y amigable con el medio ambiente», definió Federico Nicholson, director de Ledesma SA, firma dueña del ingenio homónimo.

En coincidencia, Richard Watt, presidente del Ingenio Tabacal, estimó que «es un buen momento para el negocio del azúcar y con el etanol se están abriendo nuevas y buenas posibilidades».

Según datos del Centro Azucarero Argentino (CAA), en la zafra 2007 se produjeron 2,04 millones toneladas de azúcar, un 11% menos que los 2,5 millones producidos en 2006. Una cifra que rompió los pronósticos de la industria, que señalaba que en 2007 se iba a alcanzar un nuevo récord productivo.

La causa de esta disminución, según el Centro Azucarero Argentino (CAA), está en las inusuales heladas del invierno (las más fuertes en los últimos 20 años en el Norte), que deterioraron la materia prima en junio y julio e imposibilitaron una mayor extracción de niveles de azúcar.

Sin embargo, extraoficialmente, varios gerentes de fábrica consultados coincidieron en que no sólo el clima afectó el volumen de azúcar. Un 20% de la merma, dijeron los expertos consultados en los ingenios, podrían atribuirse a los efectos de la fuerte crisis energética que afectó a todas las agroindustrias del norte argentino el pasado invierno. Y que las heladas favorecieron en cierta medida al Gobierno, ya que tuvieron el efecto de tapar el verdadero impacto del problema de la falta de suministro energético.

Más allá de la baja del volumen producida en 2007, hoy en día el sector, gracias a las nuevas tecnologías y manejos, cuenta con buenos volúmenes de producción y rendimientos más altos que en el pasado, ya que de la caña sale un 12% de azúcar y de cada hectárea sembrada se producen 9 a 13 toneladas de azúcar.

Sumando los rendimientos por hectárea y los costos, los márgenes del negocio rondan el 5%, dependiendo de la fábrica. En general, en la industria dicen que el sector ha vivido muchas oscilaciones en su historia, y el margen ha sido muy variable dependiendo de la época y la fábrica.

Por ejemplo, mientras se considera que los años posteriores a la devaluación fueron muy buenos, la mayoría de los ingenios coincide que en 2007, en un contexto de aumentos salariales, baja del precio internacional y precio del azúcar fijado por acuerdo con el Gobierno, los márgenes se achicaron fuertemente y hoy lo que hay es un mero «cambio de plata».

Transformaciones

Una de las transformaciones más importantes en el sector en la última década está en el manejo de campo. La cosecha manual y la quema de los cañaverales para levantar la caña son consideradas cuestiones del pasado. La llamada cosecha en verde es la utilizada en los ingenios más grandes, Ledesma y Tabacal, y lentamente empieza a copar la totalidad de las fábricas. Esto favorece el cuidado del medio ambiente, ya que evita la quema de caña, pero requiere más consumo de combustible.

Con estos cambios, atrás parece haber quedado la imagen del changuito cañero y la chimenea rebosante de humo negro. Con Ledesma a la delantera, la mayoría de los ingenios grandes usan filtros en las calderas y tratamiento de efluentes para evitar contaminar las aguas de los ríos cercanos.

Pero, en las fábricas más chicas, aún queda trabajo pendiente para reducir la contaminación al mínimo. En este contexto, en octubre pasado quince ingenios tucumanos ingresaron en el Plan de Reconversión Industrial, por el cual se comprometieron con el gobierno nacional a reducir a cero el impacto de la vinaza y la cachaza (residuos de la fabricación de azúcar) en la cuenca del Salí-Dulce. La reconversión costará unos $ 156 millones, que serán financiados con créditos a tasa cero provistos por el Banco Nación.

Además de los cambios en el manejo a campo, el azúcar ha sido afectado por otro fenómeno común a la mayoría de las empresas argentinas: el cambio de manos y la concentración. Hasta principios de los años 80, la industria azucarera era manejada por una decena de familias, hecho que fue cambiado por las crisis que vivió el producto y la necesidad de fuertes capitales para sanear las finanzas de los ingenios.

Uno de los pioneros del cambio de manos fue el ingenio San Martín de Tabacal, ubicado en Orán, Salta, propiedad durante casi 80 años de la familia Patrón Costas, que fue comprado por la corporación norteamericana Seabord en 1996.

Al momento de su compra,Tabacal, inmerso en una de las tantas crisis que aquejaron al sector, llegó a producir 95.000 toneladas de azúcar. Una década después, tras un proceso de cambios que pasaron la mayoría de las fábricas y con ayuda de la bonanza que trajo la devaluación al azúcar, Tabacal alcanzó en 2005 las 203.434 toneladas de azúcar y 13.100 metros cúbicos de alcohol.

Después de esta empresa, el cambio de dueños continuó en marcha: tras del ingenio salteño fueron Concepción, Leales y Marapa (comprados por Atanor), La Providencia (adquirido por Arcor), entre otros. Los únicos exceptuados de la ola fueron los ingenios Santa Bárbara (de las familias Terán y Colombres) y Ledesma, actualmente, el ingenio con mayor producción de azúcar (350.000 toneladas de azúcar en 2007, un 20% de la producción total). Estas son las únicas compañías que, tras más de un siglo de vida, permanecen en manos de las familias de sus fundadores.

Múltiples derivados

En el negocio del azúcar, la clave parece ser aprovechar el máximo de azúcar de la caña y la totalidad de los derivados. De lo primero se encargará el trapiche, que tras sucesivas pasadas por rodillos aprovechará, idealmente, el 90% de la caña, de lo que saldrá del 10 al 12% de rendimiento de azúcar.

Sacar el máximo provecho de los subproductos de la industrialización es un tanto más complicado, pero muy rentable. A partir de la fibra de caña (bagazo) sobrante de la extracción del jugo se genera electricidad para mover los procesos de producción y se puede cogenerar energía de sobra para vender a la red; con otro residuo, la vinaza, se fertilizan los campos de caña y con la melaza se obtiene alcohol, para uso doméstico o para mezclar con nafta.

La «autosuficiencia energética» y la posibilidad de cogenerar son dos cualidades que vuelven atractiva hoy a la industria. Muchas fábricas, a través del Plan Energía Total, tienen proyectos para cogenerar y vender electricidad a la red. Tabacal, por caso, tiene un proyecto para cogenerar 40 megavatios para la red a partir de 2010, con una inversión de 30 millones de dólares. La Florida y Ledesma tienen proyectos similares y buscan también generar energía a través de la quema de la maloja u hoja de la caña, lo que podría aportar un flujo extra al sistema.

El papel es otro de los negocios derivados del azúcar, aunque no es el área más explotada por los ingenios, a excepción de la firma Ledesma. Para esto, destina un 40% del bagazo resultante de la producción azucarera (200.000 toneladas) y, con el agregado de fibra de pino o eucalipto, produce 120.000 toneladas de papel por año, ya sea bajo la forma de las clásicas resmas o como cuadernos y repuestos escolares.

El negocio papelero ha sido una de las grandes apuestas de la empresa, que desde 2000 invirtió US$ 50 millones para mejorar la calidad y duplicar su producción, pasando de 60.000 a casi 120.000 toneladas anuales de papel, según explicó Federico Gatti, administrador general del ingenio Ledesma.

Por Mercedes Colombres
Enviada especial

Variedades de caña a medida

CHACRA SANTA ROSA, Jujuy (De una enviada especial).- Las variedades utilizadas en el cultivo de caña también han variado y las que se usan actualmente en la industria son en parte resultado de las investogaciones de las experimentales dedicadas al estudio del cultivo, que son la Estación Obispo Colombres, el INTA Famaillá y la Chacra Santa Rosa.

En el manejo a campo, la costumbre es diversificar las especies, para tener un mix adecuado de alto tonelaje con alto contenido de azúcar. Y para el caso de los ingenios de Jujuy y Salta, las nuevas variedades se cocinan en la Chacra Santa Rosa.

Esta estación experimental, que cuenta con un personal estable de 30 personas, fue concebida hace 56 años por Herminio Arrieta, del Ingenio Ledesma, y Eduardo Patrón Costas, del Ingenio Tabacal, que encargaron a uno de los máximos referentes de azúcar de la época, Roberto Fernández de Ullívarri, un centro de investigación para Salta y Jujuy.

«La Chacra es el gran acierto de los ingenios del Norte, que, sin dejar de competir, han sabido colaborar para incorporar tecnología y mejorar su eficiencia productiva, atrayendo recursos humanos de primer nivel», dijo Federico Nicholson, director de Ledesma y presidente del Centro Azucarero Regional del Norte Argentino.

Hoy, la estación es sostenida por el aporte de los ingenios norteños y es manejada por uno de los hijos de Fernández de Ullívarri, Ricardo, que junto a un equipo de investigadores (Germán Serino, Martín Issa y Alejandro Rago, técnico del INTA Famaillá), se dedica a hacer mejoramiento genético tradicional y a desarrollar transgénicos.

«Ya tenemos nuestras propias cañas transgénicas, pero aún no las sacamos comercialmente. En todo el mundo se está trabajando sobre eso, pero nadie aún se animó a cultivarlas comercialmente, por los prejuicios que hay. Lo más lento es toda la burocracia relacionada a las normas de bioseguridad y legales, no la investigación en sí», explicó Ullívarri.

«Antes de pensar en sacar cañas transgénicas al mercado habría que trabajar con empresas y consumidores en lo que es imagen, porque hay muchos prejuicios sobre los transgénicos entre la gente», opinó el técnico, que desarrolló para el azúcar una herramienta bautizada en la chacra como «pistola atómica», que sirve para insertar genes de unas plantas en otras.

Otro de los desafíos en que trabaja la chacra es diseñar cañas con mucha fibra y poco azúcar, a medida de la necesidad de cogenerar energía. «La caña es un cultivo muy eficiente. No sólo fija CO2 como ningún otro cultivo, sino que tiene energía suficiente para autoabastecerse en sus necesidades energéticas y generar flujo extra para vender», dijo Ullívarri.

El trabajo genético requiere paciencia, ya que, aunque se hagan 700 o 1000 cruzamientos por año, pueden pasar años sin tener una nueva variedad. La última creación de la chacra de gran difusión fue la NA 85-1602. Y la última que está probándose, con resistencia a la roya y a la estría roja, es la NA 97-3152, una variedad que promete ser la próxima estrella de la zona.

Números del azúcar

Producción

En 2007, la industria produjo 2.049.000 toneladas de azúcar, un 11% menos que en 2006. Esto, sobre unas 265.000 hectáreas cosechadas, con un rendimiento de 80 toneladas/caña/hectárea.

Movimiento

Hay unas 40.000 personas empleadas directamente en la zafra, y unos 5500 productores propietarios de caña, que tienen en sus manos el 65% de la producción total de azúcar.

Subproductos

En 2006 el sector produjo 190 millones de litros de alcohol y 200.000 toneladas de papel. 

Fuente: La Nación

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