l congreso de Aapresid El campo quería un cambio. Y pensaba que sería acompañado por una parte importante de la sociedad. Ahora sabe que con los votos propios no se mueve la aguja: en la Argentina “el campo” son 250.000 explotaciones, en su mayor parte familiares, sobre un padrón de 25 millones. El 1%.
Entonces, el tema no es -como se simplificó desde distintos ámbitos- si “el campo votó a Cristina”. El tema caló hondo en las propias huestes ruralistas, donde hubo cruce de denuncias sobre presuntas traiciones. Lo realmente importante es que el campo no pudo o no supo plasmar en votos su rol en la vida de los argentinos.
Creíamos, y yo entre ellos, que “del yuyo no se vuelve”, como remarqué el sábado pasado. El domingo las urnas respondieron que aquel exabrupto la había alejado de los productores, pero la sociedad no le sacó la roja como los del campo. Cristina ganó por varios cuerpos.
“No es viento de cola, es eficiencia y gestión”, dijo la Presidenta tras su contundente triunfo. Tiene razón, por varias razones. En primer lugar, el viento de cola que declaman muchos economistas no hace más que resaltar el hecho de fondo: cuando llegaron los altos precios, estábamos ahí. En plena “Segunda Revolución de las Pampas”. Eficiencia es eso. Sin plan, con todas las turbulencias de las últimas dos décadas, el agro huyó hacia adelante en una epopeya que terminó duplicando el volumen de la producción, y triplicando su valor histórico gracias a la llegada de la soja. Después, solo después, los precios se dispararon.
Le tocó a CFK, y le sacó el jugo. Con los sojadólares achicamos la deuda externa, mantenemos a raya al dólar. Pasamos de déficit a superávit fiscal. La balanza comercial es altamente positiva. La bonanza difunde por toda la sociedad generando un bienestar añorado por décadas. Se pudo implementar el subsidio al desempleo o la asignación universal por hijo. Ideas propias o ajenas, bien o mal, clientelismo o no, CFK lo hizo y ganó la mitad de los votos.
Es la soja, estúpido, diría Clinton. El campo, ¿debe llorar por ello?.
A la luz de algunas cadenas de mails, pareciera que sí. Productores de trigo del sudoeste han llegado al absurdo de vengarse de la derrota electoral culpando a “los sojeros del norte” por llenarle las arcas al gobierno. O ciertos comentarios que le espetaron a la sociedad que sólo le importa el plasma o Tinelli. Resucitó Fito Paez en la CABA.
Hay que ubicarse en la “plataforma verde”, la que permite mirar hacia adelante. Salir de la roja, que es la que busca culpables para nuestras desgracias. La plataforma verde estuvo esta semana en Aapresid en Rosario, donde productores, técnicos y funcionarios debatieron sobre cómo poner en marcha más zonas de riego. Donde el ministro Julián Domínguez fue recibido con altura y cordialidad tanto por el titular de la entidad, Gastón Fernández Palma, como por la atiborrada concurrencia. Sin disimular la preocupación y cierta incertidumbre, lo que la vanguardia reunida en Aapresid mostró es que quiere seguir creciendo y, ahora, agregando valor. Que los pollos, los cerdos, el etanol y el biodiesel. Más maíz. Más soja. Mas trigo, más girasol. Otra ganadería, en la era irreversible de la intensificación.
El mundo sigue ayudando. Y nadie quiere bajarse. Basta darse una vueltita por el Paraná, desde el río: a las dos plantas de crushing gigantescas (Noble y Dreyfus) inauguradas el año pasado en Timbúes, se ven ya los cimientos de Renova al norte de ellas. Nidera construye una planta de fertilizantes. Patagonia piensa ya en la expansión de su planta de biodiesel.
Sí, esto va a seguir. Y ahí hay que estar. Un día, la sociedad se dará cuenta que la bonanza nace ahí. Y si no se da cuenta, todo será más lento y ríspido. Pero igual será.
Por Héctor A. Huergo
FUENTE: CLARIN SUPLEMENTO RURAL