En todo el Norte del país plantas fabriles, cañeros y trabajadores se preparan para asumir el desafío de producir etanol a precios competitivos. Aseguran que existen máquinas y procesos que podrían bajar hasta un 60% el costo de producción en los ingenios que esperan sumarse al boom internacional a partir de 2.010.
El programa que lanzó el mes pasado el Gobierno nacional para fomentar la producción de bioetanol a partir de la caña de azúcar, fue recibido con mucho entusiasmo en Tucumán, Salta y Jujuy donde la industria del sector sería beneficiada con exenciones impositivas para vender el producto al precio de la nafta.
Tras el anuncio realizado por el ministro de Planificación, Julio De Vido, entidades relacionadas con los 23 ingenios, 5.500 cañeros independientes y 40.000 trabajadores que ocupa directamente la actividad en el Norte argentino comenzaron a evaluar los posibles beneficios e impactos negativos del proyecto oficial, en el que muchos ven una versión actualizada del fallido Plan Alconafta.
En medio de estas discusiones, Carlos Alberto Cazón, un tucumano que en los últimos treinta años diseñó, construyó y patentó una decena de máquinas y procesos para caña de azúcar, tabaco y minería, aseguró que «es posible obtener bioetanol a precios competitivos y sin depender de subsidios para que su producción sea rentable y sustentable en el tiempo».
Cazón, un diseñador industrial especializado en hidráulica que está radicado en Salta desde 1997, volcó parte de la tecnología patentada en el Instituto Nacional de la Propiedad Industrial (INPI) en un proyecto que hace eje en el equilibrio energético.
El trabajo incluye detalladas evaluaciones sobre el consumo de nafta y las reservas hidrocarburíferas; los rendimientos de la producción de alcohol por cada hectárea de plantaciones de caña; comparaciones con otros cultivos alternativos como el maíz y el sorgo sacarífero, y descripciones de las máquinas y sistemas que posibilitarían a ingenios del NOA obtener bioetanol con significativos ahorros de costos y hasta recuperar tierras infértiles para ampliar la producción sucro-alcoholera de la región.
Una pieza clave del proyecto productivo es una cosechadora total de caña que Cazón diseñó con aportes del Gobierno de Tucumán y del ingenio Santa Bárbara. La máquina fue construida en los años ochenta y en las pruebas de rendimiento el INTA Tucumán comprobó que «corta la caña, la despunta, la pela, le extrae el jugo y lo inyecta a un acoplado tanque. A la par, muele la maloja, el despunte y el gabazo, y los incorpora uniformemente en el campo».
Cazón remarcó que, a partir de la obtención del jugo de la caña libre en el propio cañaveral, es posible instalar pequeñas destilerías -separadas a corta distancia unas de otras- dentro de los mismos campos. «De esta forma pueden reducirse en un 60% los costos de trasporte, cosecha y molienda», precisó el diseñador industrial que también trabajó en el desarrollo de las volteadoras y cargadoras de cañas de azúcar (con las cuales se inició la cosecha semimecánica en la Argentina) y el malacate para cargaderos de caña.
Las ventajas de la cosechadora total no se limitan a la obtención del jugo (que equivale al 30% de la caña), sino que el producto de la molienda (el 70% restante de la caña) es reabsorbido por los campos.
Al respecto, Cazón sostuvo que el esquema de producción planteado permitiría ahorrar un 30% de los costos en la producción de azúcar y hasta un 70% en la producción de alcohol. Recalcó, además, que el biocombustible obtenido a través del esquema descripto «no sólo no contaminaría, sino que absorbería dióxido de carbón de la atmósfera», con los consiguientes beneficios ambientales.
La nueva tecnología
La tecnología que apunta a una producción sucro-alcoholera en equilibrio energético prevé el aprovechamiento de máquinas y procesos pensados, fabricados, probados y patentados en el INPI.
Una de estas máquinas es la cosechadora total de caña. Otra es un compresor hidráulico de gas desarrollado con apoyo financiero del Gobierno de Salta. Este sistema, explicó Cazón, puede ser conectado en el campo a una cañería de gas natural y suministrar GNC para máquinas y vehículos agrícolas al 10% del precio de los combustibles actuales.
«El sistema no requiere de ningún servicio externo y permite grandes ahorros en los costos de cultivo, cosecha, riego y transporte, afirmó Cazón.
El esquema de reducción de costos productivos también prevé el uso de motores rotativos moleculares en las máquinas y vehículos agrícolas.
Según pruebas desarrolladas, este tipo de impulsor -comparado con los actuales motores a pistón- consume para una igual potencia un 70% menos de combustible.
«Colocando motores rotativos a las cosechadoras, tractores, camionetas, camiones, bombas y usinas, se puede bajar los costos de producción y de transporte drásticamente», aseguró Cazón.
El proyecto para la producción de bioetanol en condiciones competitivas y en equilibrio energético articula, junto a los citados equipos y sistemas, dos procesos también patentados en el INPI.
Uno apunta a la obtención de diatomeas calcinadas, sinterizadas e inertes. El otro prevé la esterilización de residuos urbanos para su reutilización _mezclados con diatomea- para fertilizar y sumar para la producción de caña de azúcar campos no aptos para agricultura.
Fuente: LaPaginadeTucuman.com.ar