La semana pasada se realizó en la Facultad de Agronomía de la UBA un seminario sobre bioenergía, concepto aplicado al uso de los productos orgánicos como fuente de energía.
El tema se ha instalado muy fuertemente en la agenda pública del agro, de la mano de dos datos: a) la suba del barril del petróleo en el último año, y b) la suba del maíz, impulsado por su utilización en los Estados Unidos como fuente para la obtención de etanol, sucedáneo de las naftas.
La Argentina ya comienza a sentir los efectos de esta visión con los anuncios de inversiones de compañías aceiteras que apuntan a cubrir la demanda europea.
Al respecto, Fernando Vilella, director del Programa de Agronegocios y Alimentos de la FAUBA, sostuvo en el simposio que la obligación de cortar el gasoil de origen fósil con biodiésel llevará a la UE a tener que importar el producto.
“Hace unos días, legisladores alemanes que visitaron la Argentina explicaron que hoy están alcanzando un corte de 2,75%, pero que para llegar a 5% que les marca la ley van a tener que recurrir a fuentes externas”, explicó Vilella.
Pero a pesar de que la expectativa con el uso de los cultivos como fuente de energía es muy grande, éstos no lograrán sino reemplazar una mínima parte del consumo actual de combustibles fósiles.
En el 2005, 55 millones de toneladas de maíz se utilizaron en los EE.UU. para fabricar etanol. Esta cifra, que crece año tras año, apenas cubrió el 2,5% del consumo de naftas y es equivalente a lo que normalmente venía exportando. Considerando que este país no tiene muchas posibilidades de expandir su área agrícola y que ya se encuentran en niveles bastante
elevados de productividad, no es realista pensar que los derivados del petróleo serán reemplazados por los biocombustibles.
De acuerdo con los datos presentados por Vilella, hoy el mundo consume diariamente 80 millones de barriles de petróleo. Pero toda la producción mundial de aceites vegetales, materia prima del biodiésel, alcanzaría para proveer apenas el equivalente a 2 millones de barriles diarios.
Dentro de ese panorama uno de los países con más potencial es Brasil, debido a su capacidad para expander el área agrícola. En la actualidad, 6 millones de hectáreas son dedicadas a la producción de caña de azúcar con destino a etanol, de las cuales se producen 15.000 millones de litros de etanol. Allí hay 320 plantas y 100 más en construcción, que producen un combustible equivalente a un barril de petróleo de 35 dólares.
Pero a 20 años se estima que 35 millones de hectáreas podrían entrar en producción con caña y llevar la producción del biocombustible a 100.000 millones de litros.
Ahora, si bien es cierto que la Argentina tiene potencial para crecer en su producción agrícola, tampoco es ilimitada la posibilidad de producir biocombustibles, que además entran en competencia con el uso alimentario.
El subsecretario de Agricultura, Ganadería y Forestación, Javier de Urquiza, lo expresó en la apertura de la reunión. “El gobierno tiene un fuerte compromiso para el desarrollo de los biocombustibles”, para agregar que “a diez años estamos pensando en cultivos energéticos establecidos en áreas que no compitan con los cultivos tradicionales”.
En este sentido, Cristian Folgar, subsecretario de Combustibles de la Nación, sostuvo que los biocombustibles solucionan sólo una parte de la demanda actual y que siempre va a haber un trade off entre el uso como energía y el uso como alimentos, equilibrio que definirá el destino final de los cultivos.
Hay que evaluar que China es actualmente el segundo consumidor mundial de energía. Pero además, ese bienestar económico se traduce en una demanda creciente de proteínas de origen animal. Es decir que se necesitan cada día más energía y más alimentos para satisfacer esa demanda.
Por otra parte, se estima que para 2050 la población de la India habrá trepado a 1.500 millones, superando a China, lo cual implica también un mayor esfuerzo para proveerles energía y alimentos.
El futuro del uso de los biocombustibles en la Argentina va a estar atado a la relación de precio entre éstos y el resto de las fuentes. Con un precio “político” para naftas y gasoil, que recrean un barril de petróleo de 35 dólares, es difícil que los sustitutos biológicos ganen mercado si no es por medio de un subsidio.
Fuente: Inforcampo