Su historia pone de manifiesto que prácticamente ningún recurso natural tiene valor independientemente de la técnica humana que lo transforma en algo útil.
Martes 14 de junio de 2011/El 29 de Septiembre de 1913, mientras se encontraba en Antwerp, Rudolph Diesel (el inventor del motor que lleva su nombre), abordó el ferry SS Dresden, que lo llevaría a Inglaterra. Al día siguiente, un tripulante de la nave encontró su cabina vacía. Su cuerpo sin vida fue hallado en el río Scheldt el 18 de octubre.
Existen varias teorías para explicar lo sucedido. Una de ellas es el suicidio, debido a problemas financieros. Una más inquietante, sin embargo, es la que postula que algunos inversores de la industria del petróleo se preocuparon por el impulso que el inventor alemán le estaba dando al uso de combustibles alternativos y renovables en su motor. Se preocuparon demasiado.
Diesel estaba especialmente interesado en el uso de polvo de carbón y aceites vegetales como combustibles, debido a que eran sustitutos baratos, relativamente abundantes y, en el caso de los aceites, menos contaminantes.
«El uso de aceites vegetales como combustibles puede parecer insignificante hoy. Pero esos aceites pueden convertirse con el tiempo en combustibles tan importantes como el petróleo o el carbón lo son en nuestros días», escribió antes de morir. Luego de su muerte, el motor de Diesel sólo fue producido y vendido para el uso con derivados del petróleo.
Cien años después la sociedad y la economía parecen estar maduras para volver a utilizar fuentes de energía renovables y ecológicamente menos agresivas, como el biodiesel o el etanol. Aún para los vehículos que usamos todos los días, ya no dependemos exclusivamente de un combustible que se agota.Tenemos hoy, en distintas etapas de maduración técnica y económica, ésta y otras tecnologías para reemplazarlo.
¿Quién dijo que los recursos son escasos?
Pero la historia de Diesel y la parábola del uso de los biocombustibles ponen de manifiesto, además, algo mucho más interesante y profundo: prácticamente ningún recurso natural tiene valor independientemente de la técnica humana que lo transforma en algo útil. Y el petróleo es un buen ejemplo.
Prácticamente ningún recurso natural tiene valor independientemente de la técnica humana que lo transforma en algo útil.
Tenemos constancias, por ejemplo, de que los chinos lo utilizaban al menos desde el siglo cuarto. En el siglo XII los japoneses lo llamaban «agua que arde» y existen evidencias de que se utilizaban hidrocarburos para la iluminación de las casas. En el siglo VIII las calles de la recientemente construida Bagdad estaban pavimentadas con alquitrán, obtenido de los pozos de la región.Y en el siglo IX Bakú, la capital de la ex república soviética Azerbaijan y escenario de la batalla de Stalingrado, ya era la principal productora del mundo.
Sin embargo, antes de que el polaco Ignacy Lukasiewicz inventara en 1852 el proceso por el cual se extrae kerosén del petróleo, el interés en él era limitado. Más aún, fue la posterior invención del motor de combustión interna (y luego la generalización de los vehículos con este tipo de motores), la que dispararía el boom de la industria petrolera.
El petróleo vale no sólo porque es escaso sino porque alguien inventó un uso para él. Actualmente el 90% de los vehículos de la tierra lo usan. Antes de eso era sólo un oscuro líquido viscoso y maloliente (y es posible que en el futuro vuelva a serlo).
Lo mismo ocurre con cualquier otro recurso natural limitado. La tierra cultivable necesita del saber del agricultor. Pero mientras más conocimientos y tecnología tenga ese agricultor, más tierra será considerada cultivable, capaz de producir rentablemente. De hecho, hace décadas contamos con la tecnología para producir vegetales sin necesidad de la tierra.Todo el tiempo encontramos recursos donde antes no había. De manera similar, antes del descubrimiento de la metalurgia, el mineral de hierro era poco o nada valioso. ¿Y qué valor tenía la alúmina antes de la invención del aluminio?
Sea quien haya sido el que mató a Rudolph Diesel (incluyéndolo a él mismo), los tiempos han cambiado. Más fuentes de energía se descubren y perfeccionan mientras Ud. lee esto. ¿Quién sabe qué medios de transporte inventaremos en el futuro o cuál de los materiales que abundan en la tierra será nuestra próxima fuente «estratégica» de energía o alimentos?
* Eduardo Remolins es economista especializado en Management de la Innovación, Master in Technology and Innovation Management, Sussex Universitiy Master en Economía, UTDT. Además es autor del libro La Primera Venta del Emprendedor .LA NACION.