Energías limpias para el futuro.
El agotamiento del petróleo y la alarma nuclear tras el tsunami en Japón actualizan el debate sobre el futuro energético. En el Día Mundial del Medio Ambiente, un informe sobre el desarrollo en nuestro país de industrias basadas en la fuerza del viento, el sol y otros recursos renovables.
En lo que va de 2011, dos acontecimientos mundiales reavivaron el debate energético mundial. Primero fueron los conflictos bélicos en los países petroleros de Africa. Luego llegó un devastador terremoto seguido de tsunami que asoló a Japón y provocó desperfectos en una de sus catorce centrales nucleares.
Por un lado, los expertos coinciden en que -años más, años menos- la era de las energías fósiles, sobre la que se asienta gran parte del progreso mundial, está llegando a su fin. Por otra parte, las explosiones y el peligro de fugas radiactivas en la central de Fukushima despiertan resquemores hacia la energía nuclear, una alternativa que se consideraba viable para reemplazar al petróleo.
Pero hay una alternativa, y está en la naturaleza: la energía renovable que nos regalan el sol, el viento, el mar, las abundantes cosechas de las pampas, los ríos y océanos, y hasta la basura que tiramos. La Argentina tiene un enorme potencial en prácticamente todas ellas: «Eólica en la Patagonia y el sur de la provincia de Buenos Aires, solar en el Noroeste, geotermia a lo largo de la Cordillera, biodiésel de primera generación (utilizando soja como materia prima) en la pampa húmeda; biodiésel de segunda generación (en base a cultivos no comestibles como la jatrofa) en la pampa seca; etanol de azúcar en el Norte y biomasa en la Mesopotamia», enumera Carlos St. James, presidente de la Cámara Argentina de Energías Renovables (Cader). «Dios estaba de buen humor cuando creó nuestro país -bromea el titular de la cámara de Renovables-. Actualmente somos el cuarto productor mundial de biodiésel y el principal exportador.» En materia de enegía eólica, la Patagonia argentina tiene un potencial de generación enorme (2000 gigavatios), del que no llega a aprovechar ni el 1%. Son 30 megavatios (Mw) instalados, a los que se sumarán en los próximos años 754 del programa nacional Genren de apoyo a las energías renovables.
Actualmente, la matriz energética argentina se asienta en un 80% de combustibles fósiles, con una pequeña participación de hidroeléctrica y nuclear. Esto deberá cambiar para 2016, según lo establece la ley 26190 de fomento a las energías renovables. Según con esa normativa, cuando festejemos el Bicentenario de la independencia patria, el 8% del consumo energético nacional deberá provenir de fuentes limpias (hoy esa proporción es del 5%, de acuerdo el informe (R)revolución Energética, de Greenpeace).
El programa nacional Genren es un primer paso para cumplir con la meta. A mediados de 2010 puso en marcha la licitación de 895 megavatios para proyectos eólicos, biocombustibles para generación térmica, pequeñas centrales hidroeléctricas y energía solar. El 84% (754 Mw) correspondió a generación eólica.
Viento a favor
En la última década, la capacidad eólica instalada a nivel mundial se multiplicó por diez. Esta industria viene creciendo a tasas de dos dígitos desde hace 6 años, un nivel sólo comparable con el de Internet y la telefonía celular. Es uno de los sectores que mayor cantidad de inversiones atrae, y empleará a más de un millón de personas en el mundo para 2012, según un reporte de la World Wind Energy Association (WWEA).
La Argentina estaba rezagada en esta materia, pero con la puesta en marcha de los proyectos licitados en el Genren, «no sólo se está avanzando en la implantación de granjas eólicas, sino que el país se está constituyendo en un proveedor internacional de generadores eólicos, creando nuevos puestos de trabajo sustentables», se entusiasma Alejandro Giardino, de la Asociación Civil Energía Sustentable (ACES).
El primer promotor de la energía eólica (y actual líder tecnológico) fue Dinamarca. En un principio, el pequeño país europeo buscaba su independencia energética. Las razones de cuidado ambiental vinieron después. Eran proyectos de baja escala, para abastecer las explotaciones agropecuarias. Algo similar ocurrió en la Argentina en las décadas del 80 y 90. Los pioneros del impulso eólico fueron cooperativas, propietarias del 98% de los aerogeneradores de baja potencia que funcionan en el país.
No genera polución, puede convivir con otras actividades (como explotaciones agropecuarias en los campos donde se instalan los molinos) y es un mecanismo de desarrollo limpio que reduce emisiones de gases de efecto invernadero. La actividad eólica tiene múltiples ventajas y pocos inconvenientes. Entre estos últimos, el más serio es la distancia de los centros de generación respecto de los centros urbanos y de consumo (en la Patagonia o en zonas poco pobladas, como el Parque Arauco en La Rioja, que es hasta el momento la mayor granja eólica del país). Por esto, el aprovechamiento integral de la energía del viento requerirá grandes inversiones en infraestructura y -al igual que ocurre con el resto de las energías limpias- el abandono de los subsidios a los combustibles fósiles, para volverlas competitivas frente a la energía convencional.
El sol siempre está
De todas las energías renovables, la que viene del sol es la que ofrece mayor potencia, aunque sólo una pequeña parte puede ser aprovechada. Según la Asociación Internacional para la Investigación sobre Energía Solar, «en un solo día, la luz que llega a la Tierra produce energía suficiente para satisfacer durante ocho años la actual demanda energética a nivel mundial». Y aunque sólo un porcentaje de ese potencial es técnicamente accesible, resulta suficiente para generar casi seis veces la energía necesaria en el mundo de hoy. Ante todo, es preciso diferenciar dos tipos de energía provenientes del sol. La energía solar térmica genera calor para obtener agua caliente hasta unos 80ºC y puede ser usada para la ducha, el lavado de platos, cocinar alimentos o calefacción del hogar o la piscina. En tanto, la solar fotovoltaica transforma la energía del sol en electricidad por medio de paneles fotovoltaicos. Esta electricidad puede hacer funcionar artefactos de bajo consumo (desde una calculadora hasta un cargador de celular), almacenarse en baterías o conectarse a la red.
La Argentina cuenta con importantes niveles de radiación solar a lo largo de su territorio, sobre todo en el Norte. En el caso de la energía fotovoltaica, «llevamos algunos pasos atrás respecto de otros países y además hay un solo fabricante nacional de paneles», dice Gustavo Gil, del área de Energías Renovables del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI).
«Las aplicaciones térmicas tienen mayores posibilidades de desarrollo ya que es una tecnología simple que puede ser desarrollada localmente. En países como España ocupa a más de 5000 personas entre empleo directo e indirecto», continúa Gil. Por otra parte, «la energía solar térmica es una alternativa para la población no conectada a la red de gas, que generalmente es la de menor poder adquisitivo y suele pagar más cara la energía», destaca Martín Cordi, uno de los responsables de la Plataforma Solar Térmica del INTI, que asesora y evalúa a fabricantes nacionales de termotanques solares. El programa incluye su instalación en barrios populares junto a ONG y organismos municipales.
Fuerza natural
De las profundidades mismas de la tierra, del movimiento del mar y del hidrógeno, el elemento más abundante en el universo, también se puede extraer energía. Los científicos argentinos ya han pensado en eso. Y algunas soluciones están en marcha. En el primer caso, se trata de la energía geotérmica, aquella que brota en las aguas termales. Además de las propiedades terapéuticas, esa agua y vapor pueden usarse para mover turbinas de generación eléctrica. En las cercanías de las termas de Copahue, en la provincia de Neuquén, se está construyendo una planta geotérmica que en 2015, cuando esté plenamente operativa, aportará unos 230 gigavatios por hora, casi la cuarta parte de la actual demanda energética provincial.
El movimiento de las mareas, además de influir sobre el ciclo lunar, puede generar energía. El mecanismo se basa en aprovechar la marea alta para almacenar agua, y liberarla durante la bajamar para activar turbinas de generación eléctrica. El litoral marítimo de Chubut y Santa Cruz es una de las zonas del mundo con mejores condiciones para explotar este recurso. Menos explorada ha sido la energía undimotriz, generada a partir del movimiento de las olas. Un estudio de la consultora Frost & Sullivan destaca que la energía del mar podría satisfacer el 20% de la demanda de energía eléctrica mundial.
En tanto, en la Planta Experimental de Hidrógeno de Pico Truncado, en la provincia de Santa Cruz, se logró por primera vez la producción y posterior almacenamiento de hidrógeno combustible a partir de energía eólica. Ya que este elemento no existe en forma aislada en la naturaleza, es preciso separarlo por medio de la electrólisis del agua, con lo que se obtiene vapor, hidrógeno y oxígeno. En Pico Truncado el proceso se realiza a partir de la energía del viento. Entre sus aplicaciones, se destaca un módulo de energía limpia enviado a la Antártida (hoy en reparación por inconvenientes climáticos) y la reconversión de un motor naftero a un sistema dual (gas natural comprimido + hidrógeno o nafta) para camionetas de uso municipal.
Todo en su justa medida
La mayoría de los especialistas estima que el Peak oil, el punto en que el consumo de petróleo supere las limitaciones técnicas y geológicas existentes en el mundo, ocurrirá hacia 2020.
La solución al problema no está en una fuente energética, sino en «una combinación de eólica, solar, hidroeléctrica, biomasa y fisión nuclear», apunta Arnaldo Visintin, investigador del Conicet en el Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas (Inifta) de la Universidad de La Plata).
Todas tienen sus pros y sus contras, apunta Visintin, quien también afirma: «La energía hidroeléctrica tiene diez veces más potencia que la geotérmica, solar y eólica juntas». Pero requiere grandes reservorios de agua y exige inundar extensas áreas, desplazando cultivos, bosques y poblaciones. Además, las grandes represas acumulan sedimentos que al descomponerse producen más metano y CO2 que la energía fósil que ahorran.
Para este investigador la energía nuclear sigue siendo una alternativa viable dado el background tecnológico y las cuantiosas reservas de uranio que posee la Argentina. Sin embargo, aún no hay solución para el tratamiento de los residuos radiactivos y las plantas no son inmunes a accidentes, como quedó demostrado durante el último tsunami en Japón (ver recuadro) y en la catástrofe de Chernobyl de 1986.
En tanto, la energía eólica se presenta como una de las más competitivas y con perspectivas de más rápido crecimiento en el mediano plazo. Sin embargo, «al depender de la intermitencia del viento, no se pueden cargar las redes eléctricas con más del 20% de eólica», expresa Visintin. Algo similar ocurre con la energía solar. «Durante la fotosíntesis, los vegetales, sólo aprovechan el 1% de la radiación solar. Hoy, los paneles solares comerciales pueden convertir del 12 al 18% en electricidad (algunos llegan al 20%). La cuestión es que los días nublados y las horas de oscuridad obligan al almacenamiento de esta energía, algo que técnicamente aún no está plenamente resuelto.
En definitiva, más allá de la tecnología que se use, la única forma de reducir emisiones de gases invernadero y evitar una crisis energética y climática en el corto plazo, es la utilización eficiente y racional de la energía disponible. Cada persona puede hacer su aporte para minimizar el desperdicio energético y reducir su propia huella de carbono, con medidas a su alcance como utilizar lamparitas de bajo consumo, desconectar aparatos eléctricos en lugar de dejarlos stand by, usar el transporte público o la bicicleta en lugar del auto (para ampliar, ver recuadro ¿Cómo hacer un uso eficiente de la energía?).
El esfuerzo individual parece inútil, pero multiplicado por millones de habitantes del planeta puede lograr la diferencia. Lo importante es informarse. «Sólo comprendiendo la magnitud renovadora de las energías limpias podremos dejar atrás la era fósil-dependiente», grafica Federico Spitznagel, periodista especializado en energías renovables. La gran esperanza está en las nuevas generaciones. Los niños y los jóvenes de hoy son mucho más sensibles y conscientes de la necesidad de un cambio. Aunque tendrán que hacerlo rápido: queda menos tiempo.
Por María Gabriela Ensinck
EN INTERNET
www.greenpeace.org/argentina/es
BLOG RECOMENDADOS
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TERREMOTO, TSUNAMI…¿CATASTROFE NUCLEAR?
Tras el feroz terremoto (8.9 en la escala de Richter) seguido deL tsunami que arrasó gran parte de Japón el 11 de marzo, una de sus catorce centrales nucleares, la de Fukushima, experimentó fallas en los sistemas de refrigeración. Como consecuencia, uno de los reactores sufrió un incendio, luego controlado. Sin embargo, el vapor generado al intentar enfriarlo liberó dosis de radiación superiores a las normales y consideradas riesgosas para la salud humana.
El peligro radica en que «si bien la radiación controlada no presenta más riesgos de los que se corren al hacerse una radiografía; quienes sufren una exposición mayor están expuestos a contraer cáncer, y dosis más allá de los 300 mSv resultan mortales», advierte la doctora Elena Rivera, del departamento de Radiobiología de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA. La dosis permitida es de 20 milisievert al año (Sievert es la unidad de medida de la radiación). Desafortunadamente, según el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), al día siguiente de la explosión en el reactor 2 de la planta de Fukushima, se registraron picos de radiación de hasta 400 mSv por hora.
PUNTOS CRITICOS
Biocombustibles:
De la mano de cosechas récord de soja, la Argentina es hoy el cuarto productor y está entre los principales exportadores mundiales de biodiésel, un subproducto del aceite de esa oleaginosa que se puede mezclar con el gasoil. Es una industria joven: surgió como tal en 2006 a partir de la sanción de la ley nacional de biocombustibles, y tomó impulso en 2010, con la obligación de cortar el gasoil con un 7 % de biodiésel y las naftas con un 7% de bioetanol, derivado de la caña de azúcar. Su mayor ventaja es que reduce las emisiones de gases invernadero a la atmósfera, ya que realiza un «ciclo cerrado» de carbono. Es decir: el CO2 emitido por la combustión de los biocombustibles se compensa por la absorción de carbono que realiza la planta a medida que crece.
Según la Cader, la ampliación del corte obligatorio con biodiésel al 10% prevista para este año ahorrará al país la importación de gasoil contaminante. Y la puesta en marcha de cuatro generadores térmicos alimentados con biodiésel (en lugar de gasoil o gas natural), prevista por el programa Genren, sumará 110 MW de energía limpia a la red nacional.
Sin embargo, los llamados biocombustibles de primera generación, provenientes de cultivos comestibles (como la soja, la caña de azúcar o el maíz) están siendo cuestionados en gran parte del mundo por competir con la producción de alimentos. Los biocombustibles de segunda generación (a partir de plantas no comestibles como la jatofa y las icroalgas), y los de tercera, obtenidos a partir de desechos como el aceite usado, están ganando espacio, y obligarán a una rápida reconversión de esta incipiente industria.
Varios municipios posee plantas generadoras de biodiésel a partir del reciclado de aceite de cocina. Pero hay mucho más por hacer. «La Argentina es el quinto productor mundial de carne, lo que entraña volúmenes importantes de cebo disponible, una materia prima excelente para el biodiésel que no se está aprovechando», apunta Carlos St. James, de Cader.
Basura: muchas actividades industriales dejan enormes cantidades de desechos, que podrían utilizarse para generar la energía que demanda ese mismo proceso productivo.
La industria maderera, por ejemplo, desecha entre un 20 y un 45% de cada árbol, entre «aserrín, virutas, recortes, follaje y ramas que podrían utilizarse en la generación de energía a partir de esa biomasa», apunta el ingeniero Emilio Scozzina, responsable de una planta para la fabricación de pellets de aserrín (resultado del aprovechamiento de esos materiales) en Presidencia La Plaza, Chaco.
Según el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y la Asociación Forestal Argentina, cada año se generan en el país 6 millones de toneladas de residuos forestales, de los cuales un 80% se podría utilizar para generar energía.
También los residuos urbanos pueden transformarse en combustible. En San Justo, provincia de Santa Fe, se puso en marcha a fin de 2010 una planta de tratamiento de residuos sólidos urbanos (RSU) que incluye un biodigestor para producir electricidad a partir del gas metano generado por los desechos. El proyecto es similar a otros que se generan en muchas ciudades del país, e involucra a toda la comunidad. Los vecinos separan los residuos en origen, una cooperativa de cartoneros se ocupa del reciclado, y los maestros y alumnos son los agentes movilizadores.
El biodigestor alimentado con residuos orgánicos, en cuyo armado e instalación participaron técnicos del INTI, genera entre 40 y 45 metros cúbicos de gas metano por día, suficientes para calentar el agua de los baños y la cocina de la planta. El próximo paso es instalar otro biodigestor en un barrio de 30 viviendas.
Opinión pública: según el informe de TNS Gallup sobre la edición 2011 de su Monitor de Responsabilidad Social Empresaria (realizado en población adulta a nivel nacional mediante 1000 entrevistas), el 9% de los encuestados manifiesta preocupación por temas medioambientales. Un indicio de que el tema gana lugar en la población, dado que en 2009 sólo un 4% reconoció inquietudes al respecto.
¿COMO HACER UN USO EFICIENTE DE LA ELECTRICIDAD?
Por Fundación La Nación www.hacercomunidad.org
Bajá algunos grados la temperatura del termostato y optimizá la temperatura de la heladera para ahorrar electricidad.
Elegí aparatos eléctricos de bajo consumo.
Descongelá la heladera.
Limpiá las bombillas. Al estar sucias alumbran menos y consumen más.
La energía que producen las pilas es más de 600 veces más cara que la de la red eléctrica. Conectá los aparatos a la red siempre que esto sea posible. Si es imprescindible usar pilas (nunca tires las usadas a la basura) procurá que sean recargables.
Desconectá los aparatos que no estés utilizando. l No los dejes en modo stand by.
Ubicá la heladera o freezer lejos de fuentes de calor y abrí la puerta lo menos posible. No introduzcas alimentos calientes, dejalos enfriar antes de refrigerarlos.
Al utilizar la plancha, comenzá con la ropa que requiera de menor a mayor calor. Planchá la mayor cantidad posible por cada sesión.
Intentá aprovechar al máximo las horas de luz natural y no desperdicies energía encerrándote en cuartos que no reciban buena luz.
Aplicá masilla o burletes alrededor de puertas y ventanas.
Plantá árboles alrededor de tu casa para dar sombra y pintá tu casa de un color claro si vivís en un clima cálido, o un color oscuro si vivís en un clima frío. Las reducciones en el consumo de energía resultante de los árboles de sombra y la pintura adecuada pueden ahorrar hasta 2,4 toneladas de emisiones de CO2 al año.
PARA TENER EN CUENTA
Por Fundación La Nación www.hacercomunidad.org
Las lamparitas de bajo consumo iluminan igual y tienen una vida útil de hasta diez veces más que una bombilla común.
Cada árbol absorbe cerca de 25 libras de CO2 de la atmósfera al año.
Cinco mm de hielo en el freezer aumentan el consumo de electricidad un 30%.
Bajar el termostato en invierno y colocar el aire acondicionado a una temperatura de 24ºC permite disminuir hasta en un 6% las emisiones de dióxido de carbono.
Aislar muros expuestos al sol puede ahorrar hasta un 30% del consumo de energía.
Una hora de plancha equivale a 20 horas de televisión o a siete de computadora.
Un micro lleva tanta gente como diez coches completamente llenos, ocupa tres veces menos espacio en la ruta y emite la mitad de CO2 por kilómetro y pasajero.
Una persona que viaja sola en coche produce tres veces más emisiones de CO2 por kilómetro que si va en tren.
El uso de bicicleta permite ahorrar hasta 240 kg de CO2 al año.
Con un gesto tan sencillo como hervir sólo el agua necesaria para cocinar se contribuye a ahorrar alrededor de 25 kg de CO2 al año. Al utilizar un hervidor eléctrico es recomendable cubrir por completo las resistencias. También se puede utilizar una olla exprés: así se disminuyen los tiempos de cocción y, por lo tanto, de energía.LA NACION.