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Petróleo caro impulsa las energías alternativas

energias-alternativas-solarEl precio del petróleo tendrá alzas y bajas en los próximos años, pero no parece haber posibilidades de que, en promedio, se acomode ya por debajo de los 75 dólares. En los últimos días superó algunas veces los 80 dólares y conmocionó algo a los mercados, pero la realidad es que estos repuntes sólo deben verse como una «avanzada» de lo que vendrá. Después de todo, estos valores confirman lo que se anticipaba apenas hace unos tres o cuatro años: se acabó la era del petróleo barato en el mundo.

Esto no es tan malo. Varias cosas suceden cuando el crudo tiene buenos precios: a) permite la reinversión en búsqueda de más petróleo, para un mundo que todavía lo necesita; b) alienta las energías alternativas y el desarrollo de nuevas tecnologías para los consumos futuros, favoreciendo la transición; c) mantiene cientos de miles de puestos de trabajo; d) sigue generando ingresos para los estados, a nivel tributario.

Teniendo en cuenta la dramática dependencia del mundo moderno del crudo, los precios altos («alto» es una calificación absolutamente relativa) permiten que la industria siga invirtiendo en exploración y a países como la Argentina -cuya productividad por pozo no supera los 8 m3/día y requiere fuertes inversiones en recuperación asistida-, mantener el grueso de la actividad.

Curiosamente, cuando se menciona la «petrodependencia» del mundo moderno se lo toma como un flagelo, como uno de los males superiores.

Pero pocos recuerdan que la industria petrolera y todas las que de ellas dependen son una de las principales fuentes de trabajo en el mundo y es uno de los sectores que más tributan a los estados.

Las alternativas

De cualquier manera, el petróleo caro no es algo casi bueno por esas razones, sino porque también alienta las energías alternativas y otras fuentes, algunas de ellas incluso también de origen no renovable. Las energías alternativas, como el hidrógeno, la solar, la eólica, la hidroeléctrica, la nuclear, siguen teniendo una más que modesta inserción en la matriz energética.

Las tres primeras prácticamente no se registran en las agujas de las estadísticas. Ello no ha sido por falta de conciencia ambiental, sino porque simplemente no pueden competir con el petróleo. En la Argentina, por ejemplo, la expansión del sistema de generación de energía eléctrica en los últimos 20 años se hizo sobre la base del gas natural, porque las centrales hidroeléctricas no podían competir con las térmicas, cuyo costo de construcción por MW instalado era cuatro o cinco veces inferior y, además, si el negocio se acabara, pueden ser levantadas y trasladadas a cualquier parte.

El hidrógeno, la energía solar, los biocombustibles, se favorecen con la suba del petróleo, porque pueden aspirar a reemplazar en condiciones económicas más competitivas, al menos a una parte del crudo que hoy consume el transporte.

La energía nuclear -que requiere una gran inversión inicial- también se favorece porque puede competir con el fueloil, el carbón y el propio gas en la producción de energía eléctrica.

Todas las llamadas energías «alternativas» y «renovables» están ahora en un proceso de desarrollo, algunas más avanzadas que otras, pero necesitan incentivos reales, del mercado, para consolidarse. La perspectiva de poder competir con el petróleo incentiva las inversiones en estos desarrollos y luego en la concreción de los proyectos, y eso es lo mejor que podría pasar. No es la conciencia ambiental la que las favorecerá, sino simplemente el poder ser más competitivas frente a otras fuentes. Europa, región que lidera el apoyo y consumo de estas energías no lo hace por conciencia ambiental (no significa que no la tenga), sino porque no tiene casi petróleo propio y necesita asegurarse la energía futura.

GNL y otras fuentes

Pero no solamente las energías alternativas se benefician con un petróleo caro. Dentro de las consideradas «tradicionales», hay dos fuentes que tendrán un fuerte impulso: la primera es el GNL (Gas Natural Licuado) que actualmente representa 25% de las transacciones mundiales de gas.

La factibilidad de este negocio, frente a los actuales precios del petróleo, se demuestra por la cantidad de proyectos de esta naturaleza en marcha. Uno de los más importantes y más cercanos es el de Chile, que está construyendo una planta de gasificación en las inmediaciones de Santiago, donde descargarán los grandes barcos metaneros. También para la Argentina se pensó un proyecto similar, impulsado por Venezuela. El gas es más abundante en el mundo que el petróleo y el sistema de licuarlo, transportarlo en estado líquido y luego volverlo a gasificar evita la construcción de gasoductos y compite perfectamente con la importación de petróleo.

Otras de las fuentes que vuelven a ser atractivas es el propio carbón, que compite con el gas como segunda fuente primaria de energía en el mundo.
El carbón es el energético fósil con peor reputación, por sus efectos contaminantes. Pero tiene dos cosas a su favor: las nuevas tecnologías permiten una combustión más eficiente (aprovechar un mayor porcentaje de su energía) y menos contaminante (capturando las partículas que generan la lluvia ácida); y es más abundante y está mejor distribuido en el planeta.

El petróleo caro también favorece la utilización de los llamados «crudos pesados» o «extrapesados» e incluso de ciertas clases de arenas bituminosas. Este tipo de hidrocarburos -que son abundantes- no ha sido explotado hasta el momento porque sus costos de extracción y tratamiento eran altos frente al precio de los petróleos convencionales. Pero ahora esto también está cambiando.

El proceso GTL

Y hay una «nueva» tecnología que podría tener desde ahora un impulso extraordinario: se trata del GTL (gas a líquido), que venía esperando su oportunidad. A diferencia del GNL, el GTL convierte el gas natural al estado líquido definitivamente y a presión ambiental. No hay necesidad de gasificarlo antes de utilizarlo, por lo cual aquí sobra una de las dos plantas (una para licuar y otra para regasificar) que son necesarias en cada punta del proceso de GNL.

En realidad, este proceso fue inventado para licuar el gas proveniente del carbón, en Alemania, por dos científicos llamados Franz Fischer y Hans Tropsch, en la década de 1920. Por eso se lo conoce como «proceso Fischer-Tropsch». Alemania pronto construyó nueve plantas para obtener combustibles líquidos a partir del gas del carbón y todas fueron desmontadas y llevadas a Rusia cuando terminó la Segunda Guerra Mundial.

Actualmente, el país con mayor desarrollo en GTL es Sudáfrica, donde hay una empresa llamada Sasol, que produce más de 25.000 metros cúbicos diarios, tomando como materia prima el gas obtenido de la combustión del carbón mineral.

Sin embargo, esta variante no había ganado mayor inserción en el mundo porque se trata de un proceso que requiere plantas relativamente costosas, inversión que no se justificaba frente a un precio del petróleo mucho más competitivo, de apenas 13 dólares el barril. Hasta hace poco tiempo, se consideraba que el GTL se convertía en competitivo con un crudo de 35 o 40 dólares, pero ahora el petróleo cuesta 80 dólares el barril, y el carbón y el gas (la materia prima) siguen siendo abundantes.

Sobran opciones

En resumen, a mediano y largo plazo el mundo no tendría que tener problemas de energía. Ni siquiera durante la transición. Opciones existen y muchas. Más de las cuatro o cinco fuentes alternativas que hoy más se mencionan, como el hidrógeno, la nuclear, la solar, eólica e incluso los biocombustibles o la biomasa. También existen otras fuentes probadas, como la mareomotriz, la geotérmica, etc: y aun otras menos desarrolladas pero no menos promisorias, como los hidruros contenidos en los fondos marinos, y aun la fusión en frío. Menos problemas debería haber si a este abanico se le suma un aumento en el ahorro y la eficiencia energética (es decir una menor intensidad energética) en base a la tecnología y la conciencia social.

Paradójicamente, todo esto lo puede lograr solamente un precio del petróleo «alto». Es más, el crudo «fácil» es lo peor que pudiera pasar. 

Por Miguel Toledo
Fuente: AmbitoWeb

Fimaco

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