Cómo evolucionan las inversiones privadas que apuntaron a diversificar el negocio aceitero para reconvertirlo en polo exportador de biodiesel. En qué consiste el potencial de la Argentina para posicionarse como principal abastecedor de combustibles de origen vegetal. Qué acciones debe instrumentar el Gobierno para seguir en línea con las demandas globales. Requisitos del exterior y las incipientes trabas comerciales.Florencia Carbone/LA NACION.
De granero del mundo a supermercado global, y por qué no, un gran surtidor verde: la estrategia para posicionar a la Argentina en las grandes ligas debería incluir a la faceta energética junto con la provisión de alimentos.
Los expertos aseguran que este será el siglo de las energías renovables y que una vez más queda en claro el buen humor de Dios para con este país, bromeó Carlos St James, presidente de la Cámara Argentina de Energías Renovables (Cader).
«Así como hace 100 años la Argentina fue una de las naciones más ricas del planeta porque le daba de comer al mundo, ahora está en condiciones de volver a esa posición porque no sólo puede exportar comida, sino energía en un momento en el que la demanda de energía verde está creciendo muchísimo», dijo.
Los números muestran, efectivamente, que el de los biocombustibles es uno de los sectores de mayor crecimiento: la industria nacional creció 2250% desde 2006 y todo indica que esa tendencia se mantendrá.
Claudio Molina, director ejecutivo de la Asociación Argentina de Biocombustibles e Hidrógeno, trazó un panorama del presente y futuro del sector.
«La producción argentina de biodiesel del año pasado fue cercana al 1,9 millón de toneladas, lo que significa un aumento del 58% respecto de 2009. Sobre ese total se exportó un 70%, fundamentalmente a la Unión Europea. El crecimiento está dado por la mayor demanda mundial vinculada a la puesta en vigor de mandatos de uso de biocombustibles, como también por la entrada en vigencia del corte obligatorio de combustibles minerales con biocombustibles en el mercado interno», explicó.
Respecto de lo que ocurrirá en 2011, vaticinó que la producción aumentará por encima de los 2,5 millones de toneladas, mientras que la capacidad instalada crecerá en más de un millón de toneladas (de las actuales 2,5 millones de toneladas), que el consumo interno de biodiesel superará el 1,1 millón de toneladas, y las exportaciones mostrarán un pequeño aumento, con un piso de 1,4 millón de toneladas.
Ricardo Rozemeberg, economista e investigador del Centro Ideas de la Universidad de San Martín, dijo que se trata de una nueva fuente de negocios para la Argentina.
«Implica más valor agregado en la cadena de aceite de soja, producto del que somos uno de los principales productores y exportadores mundiales, y hay una oportunidad importante porque hay empresas que están invirtiendo y porque el Gobierno definió una política específica, y además porque muchos países han decidido trasladar sus matrices productivas a combustibles renovables», comentó.
Rozemeberg destacó que con ese panorama, el país tiene excelentes oportunidades desde la demanda, y muy buenas chances también desde la oferta, donde tenemos insumos y producción muy competitivas.
Coincidió Molina al señalar que desde 2007 se construyó aquí una industria de biodiesel de clase mundial y que ello fue decisivo para que en los dos últimos años la Argentina se transformara en el primer exportador mundial de biocombustibles. ¿Por qué ocurrió eso? La industria argentina de biodiesel es reconocida por sus economías de escala, tamaño y consecuente eficiencia, respondieron en Cader.
Las causas
Las razones del éxito son múltiples y doblemente valiosas por los retos que ha debido sobrellevar el sector privado, estimaron. Hay factores determinantes, como la proximidad a una materia prima que se obtiene también de modo muy eficiente y abundante (la soja) y la cercanía a puertos perfectamente preparados para exportar que simplifican la logística, además del apoyo de «regulaciones crecientemente sólidas» por parte de la autoridad de aplicación (el Ministerio de Planificación), agregaron.
La industria está fuertemente concentrada desde el punto de vista geográfico: Santa Fe reúne el 80% de la capacidad instalada. Ninguna otra provincia mantiene una participación de mercado mayor al 8%.
De todas formas, St James, advirtió que «es una industria a la que el Gobierno debe prestarle mucha más atención de la actual porque será un componente clave del futuro del país».
¿Las ventajas de utilizar biocombustibles? Molina hizo un punteo:
Diversifica la matriz energética.
Reduce emisiones de gases efecto invernadero, causantes del calentamiento global de la atmósfera.
Genera externalidades positivas en la economía por el incremento de la actividad productiva.
Mejora la calidad de los combustibles minerales.
Pese a todo, hay sectores que cuestionan a los biocombustibles por «competir» con los alimentos. Las voces del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y del líder cubano Fidel Castro, fueron las que se escucharon con más vehemencia.
¿Está tiñendo el tema de cuestiones ideológicas, o la preocupación es genuina y la industria debería replantearse el modelo actual?
«Chávez representa un país cuya economía depende del petróleo. Fidel Castro, a uno cuya economía ha recibido muchos beneficios de Venezuela. Por lo tanto, ambos son la cara de una misma moneda. Es lógico que un país estructuralmente exportador de petróleo e importador de alimentos, vea una amenaza en los biocombustibles, más aún cuando su principal cliente -Estados Unidos- decidió sustituir por biocombustibles el 20 % de los combustibles derivados del petróleo que se usan en el transporte, hacia 2022», sostuvo Molina.
Para el experto, en la medida en que los principales países del mundo establezcan metas responsables en materia de uso de biocombustibles, no existe el dilema entre alimentos y energía.
«Hasta ahora, el uso de tierras agrícolas para la producción de biocombustibles ha ocupado tan sólo poco más del 2% del total. El gran dilema que enfrenta la alimentación del hombre es el dilema entre agro y ganadería. La reconversión de la dieta humana con la inclusión de más carnes, ha generado un fenomenal cambio estructural. Para producir un kilogramo de carne se requieren entre 8 y 16 kilogramos de granos. China lidera este proceso y ha generado un nuevo paradigma en los mercados agroalimentarios», contó.
St James dijo que depende de qué materia se utilice. «Los americanos hacen su etanol a partir de maíz. Es una mala idea, es caro e ineficiente, pero el caso de la soja es diferente y es necesario explicarlo: de un poroto de soja, el 15% de lo que se obtiene es aceite; el 85% restante son proteínas, alimento. Una parte de ese aceite se convierte en energía. No es que hay chicos que están muriendo de hambre porque hay alguien que está haci endo biodiesel de soja».
Pero, ¿qué ocurre con los cuestionamientos que se hacen por el efecto de la soja en el suelo y por el uso de herbicidas que se utiliza para cultivarla?
«Ahí estamos hablando del uso de suelos. La idea es utilizar bien las zonas cultivables, para alimento, energía, etc. Aquí se va expandiendo la soja, pero eventualmente hay que ponerle un límite y decir hasta aquí llegamos. Es un tema muy controversial porque los europeos están tratando de tomar liderazgo en el tema mirando al mundo para decirle hasta dónde puede plantar soja. Y la postura de la Argentina es: ¿Quiénes son ustedes para decirnos qué hacer con nuestro suelo, encima que le estamos dando de comer a todos? Es un tema muy polémico. Los europeos no están totalmente locos, pero no les corresponde decir hasta dónde puede llegar esta industria, eso es cuestión de cada país», agregó.
La transición
De todos modos, St James admitió que en cinco o 10 años el mundo no querrá biodiesel hecho con soja porque sigue existiendo esa percepción de que compite con la comida. «Entonces, dirán: queremos seguir comprando biodiesel pero queremos que sea de microalgas, jatrofa o algún otro yuyo que no sea comestible. El Gobierno debería preparar esa transición, pero se está haciendo muy poco en ese sentido. Hay algunos inversores que están coqueteando con plantar un poco de jatrofa, pero no mucho más».
El primer fuego por apagar está en el mediano plazo -los próximos cinco años- y consiste en ver cómo hacemos la transición de una materia prima de primera generación, como la soja, a una de segunda, como las microalgas, la camelina o la jatrofa, que crecen en suelos y climas más inhóspitos.
Si bien es cierto que la industria ofrece grandes posibilidades para el país, St James dejó en claro que los biocombustibles son un paso intermedio. «Es difícil pensar y proyectar a largo plazo cuando dentro de los próximos 20 y 50 años se empezará a modificar la industria automotriz para tener vehículos eléctricos, solares o de hidrógeno», dijo antes de advertir que precisamente por eso es muy importante que los ciudadanos se den cuenta de que las chances son enormes no sólo en biodiesel, sino en todo lo que tenga que ver con energía eólica, solar y la industria de las renovables.
Futuro a batería
Si se habla de energía renovable, los biocombustibles es, por ahora, lo que se puede exportar. «En el futuro se podrá exportar hidrógeno, pero por ejemplo vender electricidad eólica hoy no es factible», dijo St James.
En ese contexto, lo que tiene un gran futuro de crecimiento son las baterías porque el gran problema de las energías renovables -particularmente solar y eólica- es que no siempre hay sol ni viento. «Lo que la industria está buscando es cómo crear almacenajes grandes para poder guardar megawats. El que lo logre será el próximo Bill Gates -dijo sonriendo-. Esa es la carrera entre los japoneses y norteamericanos. La principal materia prima que se utiliza para hacer las baterías es el litio. ¿Sabés cuál es el país con las mejoras reservas de litio? ¡La Argentina! Junto con Chile y Bolivia concentran el 95% de las reservas de litio del mundo. Chile y Bolivia tienen programas específicos para ir desarrollando ese recurso estratégico; la Argentina no lo está pensando tan claramente.»
A la hora de exportar biocombustibles, ¿sufre el sector los mismos problemas que mencionan otros (demora en la devolución de reintegros, retenciones y exceso de burocracia, entre otros)?
«Si exportás aceite de soja, la retención es del 32%, si lo transformás en biodiesel baja al 20% que con reintegros y demás queda en el 14,5%… el tema es cuándo se cobran los reintegros. Pero más allá de todo, el mundo subsidia tremendamente al campo; acá no sólo no lo subsidian sino que le ponen cargas», respondió St James.
FUENTE: LA NACION