Un avión tan ancho como un Jumbo pero tan liviano como un Cessna voló durante 26 horas por el cielo europeo propulsado a energía solar. Diseñado con materiales nanotecnológicos, de poquísimo peso y gran resistencia, en 2013 dos pilotos proyectan dar la vuelta al mundo.
Hacia una nueva era. Si este avión logra sus objetivos, el sueño de una vida regida por las energías renovables podría estar más cerca. Foto Gentileza Solar Impulse/Bayer Material Science.
Primero fue un sueño. Alguien podría decir, incluso, que fue un sueño de locos. Pero no podía ser de otra forma en la vida del suizo Bertrand Piccard (52), psiquiatra, psicoterapeuta, piloto desde la adolescencia; alguien que lleva el sello de la aventura en sus genes: es nieto de Auguste Piccard -el inventor del batiscafo y quien realizó el primer vuelo por la estratósfera en una cápsula presurizada «colgada» de un globo- e hijo de Jacques, que logró el récord de inmersión en el mar -casi 11.000 metros de profundidad- a bordo de ese pequeño vehículo submarino ideado por su padre.
En marzo de 1999, Bertrand había completado la primera circunvalación del globo terrestre a bordo de un globo aerostático: junto al británico Brian Jones, compartieron casi 20 días de vuelo… sin escalas. El aeróstato había partido con alrededor de cuatro toneladas métricas de propano líquido y aterrizó con sólo 40 kilos. La escasez de combustible podría haber hecho fracasar la misión. «Entonces me prometí que mi próximo vuelo alrededor del mundo lo haría con otra clase de energía, sin emisiones nocivas para el medio ambiente», explica Piccard, director del proyecto de avión con energía renovable Solar Impulse HB-SIA.
Tan ancho como un Jumbo pero tan liviano como un Cessna o un auto mediano, el flamante avión ya hizo su prueba de fuego a mediados de este año por el cielo europeo: voló de día y de noche, 26 horas, al mando del CEO de Solar Impulse, el piloto André Borschberg. Como el modelo actual no tiene piloto automático, el ex aviador militar tuvo que mantenerse sin dormir durante esas 26 horas. «Había un dispositivo vibrador para despertarlo», aclara Piccard.
El próximo objetivo es cruzar el Atlántico. Y, para 2013, Borschberg y Piccard se proponen dar la vuelta al mundo… con el sol en el tanque. «Será un viaje en cinco etapas de cinco días cada una -explica el pionero suizo-. André y yo recurriremos a la meditación y la autohipnosis para mantenernos despiertos el máximo tiempo posible, aunque esta nueva versión del avión incluye un piloto automático para tomarnos breves períodos de descanso», añade.
Bertrand Piccard dice que su aventura tiene un objetivo mucho mayor que producir un nuevo récord. «Queremos mostrar que con tecnologías limpias y energías renovables también es posible poner en marcha el mundo. Si un avión vuela día y noche sin combustible, ya nadie podrá decir que es imposible usar las mismas tecnologías para los autos, los sistemas de calefacción o aire acondicionado y las computadoras», dijo Piccard al presentar el proyecto durante la V Conferencia Mundial sobre Conversión de Energía Fotovoltaica, que se realizó en Valencia, España, en septiembre último.
Cuestión de peso
El primer prototipo de este avión novedoso, Solar Impulse HB-SIA, se construyó entre 2007 y 2008. El modelo final, con el que buscarán dar la vuelta al mundo, representará una tecnología nueva. Su tanque de combustible es el sol. Más de 10.000 celdas solares de silicio montadas en la superficie de las alas producen la electricidad que lo alimenta y lo mantiene en vuelo a una velocidad promedio de 70 km/h, contra los 25 km/h que alcanzaba el primer avión.
Una porción de la energía generada durante el día se almacena en baterías de iones de litio para que pueda continuar volando durante la noche. Durante el día, el Solar Impulse vuela a una altitud de 9000 metros para aprovechar la luz solar al máximo. Por las noches, desciende a alrededor de 1500 metros, donde puede desplazarse con mucha estabilidad y un mínimo consumo de energía porque la elevación es mayor gracias a la mayor presión del aire. No obstante, el elemento fundamental es el peso. Cuanto más pesado es, más energía consume. Por eso, una de las estrategias en desarrollo es reciclar hasta la orina de los pilotos para convertirla en agua potable y evitar que los tanques de almacenamiento agreguen peso al avión. Sin embargo, la levedad de la nave depende absolutamente de los materiales con que se construya.
Tras la búsqueda de alternativas al problema, Bertrand Piccard llegó a la ciudad de Leverkusen, muy cerca de la antiquísima Köln, en Alemania, donde un gigante, muy conocido por su protagonismo en la industria farmacéutica internacional, tiene sus cuarteles centrales. Pero Piccard no buscaba medicinas que aliviaran sus preocupaciones sino la asistencia de los expertos en nanotecnología de la división Bayer Material Science. Allí, el suizo contó su proyecto y entusiasmó de inmediato al CEO de esa división de la compañía, Patrick Thomas, con quien tiene una pasión en común: la aviación. A los 16 años, Thomas ya había obtenido su brevet de piloto. La asociación entre los alemanes y los suizos no tardaría en firmarse.
«La nanotecnología siempre me ha fascinado -dice Piccard-. Es gracias a esta tecnología que podremos construir un avión más ligero y eficaz. El foco principal es el uso de materiales innovadores para reducir el peso y el consumo de energía. Con los Baytubes, que son nanotubos de carbono, se podrá mejorar la resistencia de las baterías y su rendimiento sin aumentar el peso, y esto es muy importante, porque son el corazón energético de la nave.» Antes de partir para su vuelta al mundo, el Solar Impulse tiene como meta pesar 160 kilos menos que ahora, es decir, reducir el 10% su peso actual. El éxito de la «dieta» depende de lo livianos -pero resistentes- que sean sus materiales.
Por Gabriela Navarra
FUENTE: DIARIO LA NACION/REVISTA LA NACION