Por Raúl Sohr/Los dos gigantes de la aeronáutica occidental, Airbus y Boeing, están empeñados en realizar progresos rápidos en el empleo de biocombustibles. Ello, para bajar hasta donde sea posible la huella de carbono o, si prefiere, las emisiones de CO2 de los aviones.
Aerolíneas TAM, de Brasil, anunció un logro importante: el primer vuelo en América Latina empleando biocombustibles.
Se trató de un sobrevuelo de 45 minutos en un avión Airbus 320, similar a los empleados por LAN, empresa con la cual TAM viene a fusionarse.
Los motores fueron alimentados con una mezcla de kerosene de aviación y aceite extraído de semillas de la planta jatropha.
Otra media docena de aerolíneas, en otras regiones del mundo, ya han empleado biocombustibles(biodiesel) hechos a base de coco, algas marítimas y otras semillas.
Líbano Barroso, presidente de TAM, declaró que su empresa esperaba crear una industria para la producción de biokerosene.
Los dos gigantes de la aeronáutica occidental, Airbus y Boeing, están empeñados en realizar progresos rápidos en el empleo de biocombustibles.
Ello, para bajar hasta donde sea posible la huella de carbono o, si prefiere, las emisiones de CO2 de los aviones.
Ellos contribuyen de manera importante al llamado efecto invernadero que, a su vez, es el causante principal del calentamiento global.
El avión es el medio de transporte más contaminante en términos de gases, pues genera 130,2 gramos por pasajero, por cada kilómetro recorrido.
En el caso de los automóviles es de 124,5 y en los ferrocarriles es de 45,6 gramos. Un viaje en avión desde Santiago a Europa produce cerca de una tonelada y media de CO2 por viajero.
En el viejo continente ya se busca reemplazar los vuelos, para desplazamientos a distancias inferiores a los 500 kilómetros, con trenes de alta velocidad que representan apenas un tercio de las emisiones.
Según Jean Botti, director de tecnología de EADS, el consorcio propietario de Airbus: “Nos hemos fijado la meta de reducir nuestras emisiones de CO2 y de ruido a la mitad para el 2050”.
Boeing, por su parte ya trabaja en biocombustibles para aviones de combate. De hecho, un poderoso F/A – 18, Super Hornet, ya realizó un vuelo con una mezcla de mitad de combustible habitual y otra de biocombustible.
Fue el primer vuelo supersónico con semejante proporción de carburantes vegetales.
Los biocombustibles presentan dos grandes variantes: el biodiésel y etanol. El biodiésel se obtiene a partir de aceites vegetales provenientes de cultivos oleaginosos como la maravilla, el raps, la soya, el aceite de palma u otros.
El biodiésel se usa como aditivo o sustituto del diésel en mezclas de hasta un 20 por ciento, sin que ello requiera mayores modificaciones en los motores.
Por su parte, el etanol se elabora a base de azúcar o almidón proveniente de la caña de azúcar en Brasil y maíz en Estados Unidos, aunque el azúcar exhibe un mejor rendimiento que el maíz.
Al igual que el biodiésel, se utiliza como combustible en forma de aditivo o para reemplazar a la gasolina hasta en un 25 por ciento, sin necesidad de modificar los motores.
La crítica a los biocombustibles es que compiten por las tierras dedicadas a la agricultura.
Es lo que ocurre en África y el Sudeste Asiático, donde las grandes superficies son destinadas a las plantaciones de palmas para producir aceite.
La buena noticia es que la jatropha curca no es comestible. De ella se dice que es una mala hierba llena de energía. Nativa de Centroamérica fue difundida por el mundo por españoles y portugueses.
En su inicio se la utilizó para cercos y combustible para lámparas. India e Indonesia ya han abierto enormes plantaciones. Algunas industrias automotrices estudian el potencial de la semilla para mover sus vehículos.
Por lo visto la jatropha está destinada a los estanques de tierra y aire. En buena hora si despeja la atmósfera.
FUENTE: LA NACION/CHILE