El crecimiento del biodiésel argentino parecía no tener límites, hasta que se topó con el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, que, en agosto pasado, congeló los precios de los biocombustibles, lo que generó fuertes pérdidas a las procesadoras y frenó inversiones en el rubro.
Con el precio del aceite de soja (materia prima del biodiésel) a US$ 1125 la tonelada y el biodiésel en US$ 880, las cuentas no cierran, y hoy las pymes del sector se están retirando temporalmente del negocio, dejando las ventas en manos de las grandes productoras, que tienen mayor capacidad económica.
La situación provocó ayer quejas de varios productores en la reunión de fin de año de la Asociación Argentina de Biocombustibles e Hidrógeno (AABH) y la Cámara Argentina de Biocombustibles (Carbio). En el encuentro, al que asistió el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, los empresarios no ocultaron su malhumor. «Hay una diferencia de 300 dólares entre lo que vendemos en el mercado interno y lo que pagamos por el aceite. Si seguimos así, en seis meses quebramos», dijo un empresario que pidió reserva de identidad.
El congelamiento de la tarifa no sólo afecta a las fábricas instaladas, sino que desalienta las inversiones. «Estaba en tratativas con un inversor canadiense y cuando se enteró de lo que hizo Moreno, me llamó. Le expliqué que era una medida temporal, pero me dijo que cuando el Gobierno deje de intervenir, ponía la plata», relató otro empresario.
Aunque las cámaras del sector, que tienen buena sintonía con el Gobierno, nunca se quejaron públicamente del problema, el presidente de Carbio, Fernando Peláez, reconoció que el congelamiento de precios era un problema. «Esto afecta más a las plantas chicas, pero crea inconvenientes a todos. Tenemos la garantía del Gobierno de que pronto habrá soluciones; queremos que el negocio siga creciendo», dijo.
POR MERCEDES COLOMBRES
FUENTE: LA NACION