biocombustibles

DEL CAMPO AL TANQUE

En las zonas Centro y Norte de São Paulo reina la caña de azúcar, cuyo cultivo llega hasta el borde mismo de los caminos y las rutas. Los cañaverales lo cubren todo y se pierden en el horizonte, solo interrumpidos por algunas pocas áreas de mata y bosque, o algún otro cultivo como el maíz, que aparece de vez en cuando como pidiendo permiso.

Basado en las mejores condiciones del mundo para su crecimiento y apuntalado por el objetivo estratégico del Brasil de sustituir parte del consumo de combustible fósil (ver recuadro), el cultivo de la caña de azúcar adquirió un desarrollo inédito en los últimos años, con un área en moderada expansión (la caña ocupa solo 8 de los 63 millones de hectáreas agrícolas totales brasileñas) y –sobre todo– un rendimiento en permanente aumento.

Dentro de las múltiples iniciativas que en el mundo se suman para producir biocombustibles, la producción en Brasil de etanol a partir de caña de azúcar es el caso más exitoso, por productividad y volumen. Según estimaciones oficiales, el agronegocio cañero (azúcar y etanol) representa 2% del PBI nacional.

Productores

La ciudad de Ribeirão Preto es uno de los principales centros de producción cañera. En su área de influencia se ubican 58 usinas productoras de azúcar y etanol, rodeadas de extensas áreas de caña, que en los últimos años ha desplazado a otras producciones.

En esa zona visitamos la sede de Canaoeste, una organización de productores con sede en Sertaozinho, a pocos kilómetros de Ribeirão Preto.

Canaoeste da asistencia técnica y legal a sus socios, además de actuar como gremial y proveer de los plantines de caña para renovar los cultivos, tarea que se realiza en convenio con empresas semilleristas y de propagación vegetal. Además, posee una cooperativa de crédito, una cooperativa de consumo, un hospital (Netto Campello) y una entidad de seguros.

«En Canaoeste asesoramos a los productores en las negociaciones por el precio del producto», explicó el Ing. Agr. Luis Carlos Tasso, uno de sus directivos. La organización fue fundada en 1945 y hoy nuclea a unos 2.900 productores de caña, que producen unos 12 millones de toneladas anuales, en una superficie de aproximadamente 150.000 hectáreas. Los agricultores aportan a la organización 1,25% de las ventas.

Un aspecto clave del agronegocio cañero es el sistema de fijación del precio, muy similar al que existe en el sector arrocero uruguayo: los productores suministran la caña a la usina (ingenio) y se establece un precio provisorio, según la situación del mercado.

A lo largo de la zafra de comercialización se registran los precios de venta de los productos finales (etanol y azúcar) y se calcula un precio promedio de la zafra, el cual –ajustado por el contenido de azúcar de cada lote– es el que se paga al productor. Es un sistema transparente y fundamentado, que traslada al productor los vaivenes del mercado internacional.

No siempre fueron así las cosas: hasta la segunda mitad de la década de los 90 se implementaban diversas regulaciones y precios mínimos. Pero en 1997 se impulsó en Brasil la liberalización de la mayor parte de los mercados agropecuarios, eliminándose precios-sostén y otros tipos de intervención sobre el mercado de la caña.

«Fue un proceso duro para muchos productores y algunos quedaron por el camino», relató Tasso. Así, la viabilidad de la caña pasó a depender de la demanda efectiva del mercado y de su competitividad respecto a otros sectores.

En el nuevo escenario, resultó imperioso mejorar la productividad del cultivo, lo que depende de la capacidad de gestión de los productores y de la tecnología aplicada. «A pesar de que fue un proceso difícil, hoy ningún productor respaldaría una vuelta al esquema anterior», agregó el directivo de Canaoeste.

El precio de la tonelada de caña se ubica hoy en torno a 56 reales. «La rentabilidad de la producción de caña varía año a año, por las condiciones climáticas y de mercado», señaló Gustavo Nogueira, gerente técnico. El año 2006 se recuerda como muy bueno, no así los subsiguientes.

Números energéticos

Según explicó Nogueira, la caña de azúcar en la región rinde un promedio de 86 ton/há/año (permite unos cinco cortes una vez plantada, uno por año). Las usinas siempre producen azúcar y etanol simultáneamente, en proporciones que dependen de los precios relativos de ambos productos. Si el precio del azúcar es más atractivo que el del etanol (como ahora), puede que cerca de 70% de la caña se destine a azúcar, y viceversa. Pero en general se manejan proporciones en torno a 60/40.

Se necesitan ocho toneladas de caña para obtener una de azúcar ATR (azúcar total recuperable), 12,5% de rendimiento azucarero. Esto es unas 10,8 ton de ATR/há.

De cada tonelada de ATR se pueden obtener aproximadamente 640 litros del biocombustible. Esto quiere decir que el potencial de producción de etanol por hectárea es de unos 6.900 litros promedio (640 x 10,8). Para implantar el cultivo y cosechar se requieren entre 300 y 350 litros de combustible, promedio anual. Esto equivale a entre 430 y 500 litros de etanol (que tiene alrededor de 70% del poder calórico de la gasolina).

Así, puede estimarse que se necesita –en chacra– el equivalente a 500 litros de etanol, para producir 6.900. Si además sumamos el gasto en combustible en la fase industrial y el transporte (no demasiado), resulta de todas formas que la energía producida en etanol multiplica por ocho o más la energía consumida, una altísima eficiencia de producción energética. En el maíz estadounidense, la relación es 1,2 a 1, mucho menor.

¿Y en Uruguay? En su programa de biocombustibles, ALUR trabaja sobre la base de un rendimiento de caña mucho menor (en torno a 55 ton/há) y un rendimiento azucarero de 10,5%, con un área proyectada de más de 10.000 hectáreas (este año se cosecharon 6.000).

De tal manera que la empresa –propiedad de ANCAP– apunta a generar etanol también en Paysandú, en una planta que procesará otras materias primas (p.e. sorgo dulce). Proyecta producir más etanol en Paysandú que en Bella Unión.

En las chacras

En Canaoeste, 70% de los productores son considerados pequeños (menos de 44 hectáreas). Sin embargo, un productor medio, eficiente y competitivo, maneja en torno a 400 hectáreas, con solamente dos operarios. El proceso de mecanización ha sido intenso y rápido: hoy por hoy, en São Paulo, 70% de la caña se cosecha en forma mecánica y la meta es eliminar en 2014 la cosecha manual (y por lo tanto la quema de caña asociada a dicha modalidad).

«El proceso de automatización no ha sido más rápido porque falta equipamiento», comentó Gustavo Nogueira. Una cosechadora mecánica sustituye el trabajo de entre 50 y 80 personas.

Asimismo, crece el área de siembra directa, aunque el porcentaje de cultivo en esta modalidad aún es bajo. En cuanto a riego, «se intenta regar lo máximo posible, pero el porcentaje de área de caña regada es bajo», aclaró Tasso.

En las usinas

En la gira tuvimos oportunidad de visitar un par de industrias azucareras-alcoholeras. Una de ellas fue Viralcool, ubicada en las cercanías de Ribeirão Preto y perteneciente a la familia Toniello. La empresa se provee en 40% con caña propia y el resto viene de otros productores, entre los cuales hay varios de Canaoeste.

Según expresó Luis Tasso, existe competencia entre las usinas por obtener la materia prima y eso lleva a que se busquen áreas en otras zonas, pues se estima que el Estado de São Paulo en general, y la zona en particular, están «saturados».

Los productores firman contratos de medio y largo plazo, por ejemplo a cinco años. El flete máximo razonable de la chacra a la usina es 20 km, por lo que se tienden a establecer plantas distribuidas en toda el área (el flete le pone un límite a la escala industrial).

La fábrica visitada tiene una capacidad de producción simultánea de 20.000 bolsas de azúcar (unas 1.000 toneladas) y 600.000 litros diarios de etanol, a partir del procesamiento de unas 12.000 toneladas diarias de caña. Trabajan allí 1.800 personas, incluyendo todas las áreas (fase agrícola, administración, etc.).

El proceso de industrialización de la caña para producir etanol y azúcar implica la producción de varios subproductos de interés. Primero el bagazo, el residuo fibroso de la extracción del jugo, que se utiliza como fuente de energía. De tal forma que (como sucede con las plantas de producción de celulosa), las usinas de procesamiento de caña son autosuficientes en energía e incluso generan un saldo que se vuelca a la red eléctrica.

Luego de la primera extracción, el jugo se filtra y como subproducto surge la «cachaza» o torta, rica en fósforo. Asimismo, la vinaza –un subproducto del proceso de producción de alcohol– es rica en potasio. Ambos subproductos pueden reutilizarse como fertilizantes.

Finalmente, se produce levadura seca, un subproducto que surge del proceso de fermentación y destilado de alcohol, que es un excelente alimento animal. Tiene un valor de mercado de cerca de 400 U$S/ton y la usina produce 15 toneladas diarias.

Futuro

En las cercanías de Piracicaba (entre São Paulo y Ribeirão Preto) está el Centro de Tecnología Canavieira (CTC), un instituto privado de investigación, financiado por los productores, que genera la mayor parte del material genético utilizado en la producción cañera. Allí se proponen aumentar 30% el rendimiento de azúcar por hectárea en los próximos 30 años.

Para eso, los investigadores ponen en juego todas las herramientas de la biotecnología: desde 1994 se investiga en caña transgénica y hoy se prevé que en dos años se lancen al mercado los primeros cultivares genéticamente modificados. Autorizado por la CTNBio (Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad brasileña), el CTC tiene en ensayo decenas de cultivares de caña transgénica, con los que se apunta a mayores rindes y también a una mayor resistencia a la sequía. El CTC ya tiene genes propios y además trabaja en acuerdos con empresas internacionales, como Bayer.

La primera generación de caña transgénica será resistente a insectos y tolerante a herbicidas. La segunda será tolerante a seca y con más azúcar por caña. Y se apunta a una tercera generación de cañas más eficientes en el uso de nutrientes y con capacidad para elaborar nuevos productos industriales.

Pero tal vez el mayor impacto de la biotecnología en la industria cañera no sea a través de la caña en sí, sino en el proceso industrial: recientemente la CTNBio aprobó una levadura que es capaz de transformar la sacarosa en aceite, una vía directa para producir biodiesel a partir de caña, un biodiesel puro, sin contaminantes. La nueva tecnología fue desarrollada por la empresa Amyris (de California) y ya comienza a implementarse su utilización en usinas brasileñas.

La empresa federal de investigación agropecuaria EMBRAPA también ha puesto en marcha un proyecto para desarrollar variedades de caña genéticamente modificada. «La biotecnología es importante para el país y su agricultura, por eso el gobierno invierte para que las instituciones puedan innovar y desarrollar nuevos productos», dijo Alda Lerayer, directora ejecutiva del Centro de Informaciones Biotecnológicas.

Agregó que «además de incorporar nuevas tecnologías desarrolladas en otros países por empresas internacionales, también estamos desarrollando tecnologías en productos importantes para Brasil que otros países no van a desarrollar, como caña de azúcar con más azúcar o resistencia a insectos, poroto resistente a virus, arroz y café resistentes a sequía, papa resistente a virus, etc. Se espera que estas tecnologías lleguen al mercado en de dos a ocho años, dependiendo del caso».

FUENTE: EL PAIS/URUGUAY

Fimaco

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