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El suelo, pilar del manejo sustentable

agricultura-sustentable-sueEl contenido de materia orgánica es muy sensible a los cambios en las prácticas de manejo agronómicas.  

Los contenidos de materia orgánica y de carbono son factores de fuerte impacto en la fertilidad de los suelos. Entre otras funciones, influyen sobre sus propiedades físicas -estructura, aireación- y sobre la disponibilidad de nutrientes para los cultivos en los sistemas de producción.

El tema fue considerado por Guillermo Studdert, técnico del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) Balcarce, en una reunión sobre cosecha gruesa organizada por el CREA (Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola) San Manuel, de la zona Mar y Sierras de Aacrea (Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola), donde destacó la importancia de un buen balance de carbono en el suelo y se enumeraron los factores que juegan para alcanzarlo.

«Del porcentaje de materia orgánica dependen muchas propiedades del suelo que permiten mantener su estabilidad», explicó Studdert, para agregar: «Hay autores que asocian el concepto de sustentabilidad con un manejo adecuado del porcentaje de materia orgánica del suelo».

El contenido de materia orgánica es muy sensible a los cambios en las prácticas de manejo. «La dinámica del carbono del suelo responde a un balance entre los mecanismos de ganancia y pérdida del elemento», definió Studdert.

Las ganancias se asocian a un mecanismo casi único, que es el aporte de carbono a través de los tejidos vegetales. Este se logra con los rastrojos, con las raíces y con el reciclaje de algunos organismos del suelo.

Existen dos mecanismos de pérdidas: el más común es la mineralización, es decir, la transformación del carbono orgánico del suelo en formas gaseosas. El otro, es la pérdida por erosión hídrica o eólica.

Manejo del balance

Los mecanismos de ganancia de carbono se manejan principalmente a través de la elección del cultivo. Por ejemplo, el maíz deja más carbono en el suelo que la soja porque genera más cantidad de biomasa.

También se pueden manejar a través de los rendimientos: cuanto más altos resultan, más carbono se utiliza en la estructura vegetal de la planta, que luego se recicla en el suelo. Por ejemplo, un cultivo de maíz de rinde medio fija el doble de carbono en el resto de su estructura; conformada por la biomasa aérea y de raíces.

La ganancia también se maneja a través de los rastrojos: el balance es diferente si los residuos se dejan íntegramente en el suelo, si se los quema o si se los pastorea; cada alternativa hace variar la magnitud de la ganancia de carbono.

El manejo de las pérdidas se asocia a todos los procesos que provocan la emisión de dióxido de carbono hacia la atmósfera o con los mecanismos por los cuales se aumenta la mineralización de la materia orgánica. Por ejemplo, la agresividad y la oportunidad de las labranzas determina el grado de exposición de la materia orgánica a los agentes meteorizantes.

El manejo de pérdidas también se vincula con la protección de los suelos contra la erosión eólica e hídrica.

Ensayos

«Los ensayos zonales nos permitieron analizar cómo se comporta el sistema de producción en lo referido al balance de carbono. Con esos datos se pudo calcular cuál es el aporte de residuos por parte de los cultivos para lograr un nivel de equilibrio de materia orgánica, que se estableció en 5,7 por ciento para la zona sur de Buenos Aires», comentó Studdert.

«Si se asume que son necesarias 3,8 toneladas de carbono por hectárea para mantener el 5,7 por ciento de materia orgánica en el suelo, el rastrojo que deja un maíz de 8000 kilogramos por hectárea genera neta ganancia en el balance. Con ese cultivo se está construyendo materia orgánica en el suelo», agregó Suddert.

Un cultivo de trigo con rinde de 4500 kilogramos por hectárea también da balance positivo, pero se torna negativo con rindes bajos o con prácticas agronómicas indebidas.

Un cultivo de soja con rendimientos de 1500 kilogramos por hectáreas da un resultado final claramente negativo. Si el rinde aumenta a 3500 kilogramos por hectárea sigue siendo negativo, pero luego se ingresa a una zona de transición donde se puede llegar a un balance neutro o levemente positivo.

Independientemente de estos comportamientos individuales anuales de los cultivos, la dinámica del carbono se debe considerar pensando en el mediano a largo plazo, buscando un balance positivo; esto se logra con combinaciones de cultivos, según el expositor.

«En distintos ensayos hemos comparado combinaciones de cultivos durante tres años, poniendo como caso más negativo una soja continua, que generó una pérdida de carbono de 3,9 por ciento en ese período. No obstante, ésta se redujo intercalando trigo en la rotación. Además, en secuencias donde se incluyó maíz, generalmente los balances fueron positivos», concluyó Guillermo Studdert.

Fuente: La Nación

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