biocombustibles

¿Hay algo más que un buen negocio para el campo?

mato-grosso-biocombustiblesDesde el punto de vista social, hay una disyuntiva que nadie puede minimizar: si la producción de biocombustibles se concentra en cultivos energéticos que son al mismo tiempo materias primas para la industria de la alimentación, la expansión de éstos arrastrará inexorablemente los precios de tales commodities a la suba, lo que impactará en los costos de los alimentos a escala global.

La selva del Mato Grosso, amenazada por el desmonte Foto: Reuters

No hay modo de eludir semejante impacto. Surgen, entonces, las preguntas: ¿se podrá minimizar? ¿Se podrá neutralizar?

Hoy en día, ningún sector es portador de un discurso convincente que permita suponer que el riesgo para la seguridad alimentaria a escala global pueda ser mitigado.

Algunos podrán apostar a la ingenua teoría del «derrame» y entonces se confiará en que mejores precios harán más prósperos a los productores agropecuarios, y esto a su vez beneficiará a la sociedad en su conjunto, especialmente a los más vulnerables.

Lo cierto es que existen unos 823 millones de hambrientos crónicos en el mundo. Todas las ecuaciones indican que un aumento en los precios de los alimentos básicos agravará la situación y neutralizará los esfuerzos por reducir las cifras de la pobreza y el hambre en el nivel mundial.

Impacto ambiental

Dentro del campo de los biocombustibles, la dimensión ambiental resulta una de las más débiles, ya que es considerada a partir de suposiciones simplistas; sin embargo, la materia es mucho más compleja de lo que se piensa y con resultados muy diversos.

Mientras algunos cultivos presentan un potencial de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero que puede ser atractivo, muchos otros son irrelevantes en ese sentido (las opciones de biocombustibles a base de soja y maíz están entre las más pobres).

Son múltiples las cuestiones ambientales que se deben ajustar. Mientras la soja siga siendo un motor de destrucción de bosques nativos en la Argentina, el balance ambiental de un biodiésel a base de ese cultivo es claramente negativo e inaceptable.

En términos energéticos se ha puesto la prioridad en producir biocombustibles líquidos para el transporte, a base de cultivos energéticos. Cuando se evalúa el potencial energético de la biomasa o las múltiples opciones que nos ofrece la bioenergía, se puede comprobar que existen numerosas alternativas más eficientes y que prácticamente no implican ninguno de los riesgos antes mencionados.

Las opciones van desde la producción de biogás hasta las tecnologías de segunda generación -que permiten utilizar residuos forestales y agrícolas- y desde la producción de combustibles a base de cultivos no tradicionales al uso tradicional de la biomasa, pero con modernas tecnologías de combustión.

Mayor eficiencia

Uno de los aspectos que sobresalen cuando se evalúa la bioenergía con mayor amplitud es que se puede comprobar que los usos estacionarios, es decir, la bioenergía, utilizada para producir electricidad o generar energía térmica, presentan mejor eficiencia energética y ambiental.

Mucho se ha hablado de las metas que tomaron algunos países o regiones del mundo industrializado. Sin embargo, vale destacar que, por ejemplo, en el caso europeo, si bien se ha adoptado una meta para alcanzar casi un 6 por ciento de uso de biocombustibles en el transporte para el año 2010, el objetivo para ese mismo año en materia de bioenergía para otros usos -básicamente, electricidad y calor- es siete veces más importante que para el transporte.

El aporte energético de la biomasa es mucho más significativo en sus aplicaciones industriales o en generación de energía eléctrica, más allá de la actual visión dominante en la Argentina, en la cual los biocombustibes son sinónimo de etanol a base de maíz y biodiésel a base de soja.

Es necesario ampliar esa visión y sumar al análisis económico de los productores agropecuarios, una dimensión ambiental y energética, sesgada en el debate tal como se presenta hoy en día.

Por Juan Carlos Villalonga para La Nación

El autor es director político de Greenpeace.

Fuente: La Nación

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