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DE CARDOSO A LULA: LOS SECRETOS DE BRASIL, LA RECETA DE UNA POTENCIA

En los últimos ocho años, mientras la Argentina se recuperaba de la crisis, su socio redujo la pobreza, aumentó el salario real de su población, consolidó un crecimiento sostenido y se transformó en un líder global, con poder exportador y empresas que se hicieron multinacionales.

La voz de Euridice Ferreira, la sufrida «doña Lindú», resuena una y otra vez en la cabeza de su hijo: «Usted ya sabe lo que tiene que hacer. Vaya y hágalo». A punto de concluir su segundo mandato como presidente, Luiz Inacio Lula Da Silva puede decir que hizo caso a lo que le repetía su madre: supo lo que tenía que hacer, fue y lo hizo. Llegó al máximo cargo de su país, lo posicionó como una potencia mundial y sacó a millones de brasileños de la pobreza.

El film Lula, el hijo de Brasil recrea aquel consejo materno, pero concluye con la llegada del líder de los metalúrgicos al poder, en 2003. Haría falta una secuela para mostrar que, en los ocho años que siguieron, la economía brasileña creció en forma sostenida, la inflación se mantuvo estable en el 5% anual, la pobreza cayó del 35% al 22% de la población, el salario real creció 40% en promedio, la clase media pasó de representar del 37% a casi el 50% de la población y el crédito pasó del 22% al 45% del PBI.

Pero el rodaje no debería terminar ahí. Las reservas internacionales superan los US$ 250.000 millones, el comercio exterior se disparó, la deuda brasileña está calificada como investment grade, el índice Bovespa se multiplicó por 8, el país se perfila cada vez más como el gran proveedor mundial de materias primas y, en medio de todo eso, descubrió petróleo en sus costas. La frutilla del postre para un pueblo futbolero por excelencia será ser anfitrión del Mundial de fútbol en 2014, y de los Juegos Olímpicos, dos años después.

Un plano más amplio, que abarcara la región, en tanto, mostraría el contraste que se da en el mismo período en la Argentina. En dos flashes se podría reflejar la diferencia: mientras que el saldo de la balanza comercial brasileña creció 487% entre 2001 y 2010, el local aumentó sólo 115%, y mientras que la inversión extranjera directa en Brasil pasó de US$ 26.463 millones en 2002 a 30.875 millones en 2010, en su principal socio del Mercosur cayó de 9202 a 7066 millones.

¿Qué hizo Lula? ¿Qué no se hizo en la Argentina? Ningún análisis sería válido si no se dijera que ambos partieron de bases muy diferentes, ya que el Brasil de 2003 no era ni por asomo la Argentina que aún luchaba por sobrevivir a la peor crisis económica de su historia. También es cierto que el dato vale para no sobredimensionar el 9% de crecimiento anual del que alardeó el kirchnerismo en sus primeros años, ya que el pozo del que partía era muy hondo.

Pero, más allá de esto, hay méritos ajenos y deficiencias propias que explican por qué uno pudo aprovechar un contexto internacional favorable y el otro no. Raúl Ochoa, profesor de la Universidad de Tres de Febrero y especialista en comercio internacional, opina que la primera diferencia está en la continuidad de la política económica brasileña y la segunda, en la capacidad de Lula para lograr consenso en la sociedad. «Los cambios son mucho más acordados que peleados. No es que no haya conflictos; lo que ocurre es que terminan por acordar», afirma.

Lula supo acoplarse al legado de su antecesor, Fernando Henrique Cardoso, para completar un ciclo de 16 años de estabilidad económica, el más duradero que haya visto Brasil en su historia. Pero, además, según Diana Tussie, investigadora de Flacso, no fue continuista por el continuismo mismo. «Siguió una senda y armó consenso en temas en los que el gobierno argentino profundiza la división, pero también tomó medidas innovadoras y logró, con carisma, que fueran aceptadas por toda la sociedad», dice Tussie.

El golpe de suerte le vino por el lado del contexto externo, ya que fue durante su período que China emergió como gran comprador de productos brasileños y se transformó en el principal destino de sus exportaciones, con una inmensa demanda de commodities en las que Brasil es muy competitivo. Entre 2001 y 2010, las ventas brasileñas al exterior crecieron 231% y pasaron de US$ 58.223 millones a 192.800 millones. En el mismo lapso, las exportaciones de la Argentina, un país agroexportador, crecieron 150% y pasaron de US$ 26.610 a 66.500.

Maílson da Nóbrega conoce de cerca la economía brasileña. Fue ministro de Hacienda entre 1988 y 1990, en el gobierno de José Sarney, y reconoce que un gran acierto de Lula fue sacrificar muchas de las ideas que tenía hace 25 años y no mostrarse hostil con ningún sector empresarial. «Es un populista, como muchos de América latina, pero responsable en la política económica», destaca.

La foto del Brasil actual no lo desmiente: la burguesía industrial está contenta porque gana mucho dinero y recibe créditos subsidiados del Bndes, el banco de desarrollo; los banqueros también ganan porque la estabilidad económica permite la expansión del crédito y tanto grandes como pequeños productores rurales se sienten privilegiados.

Una de sus primeras medidas fue definir que la base para el boom económico y social del país sería el modelo agroindustrial, algo que Gustavo Idígoras, ex agregado agrícola en la Unión Europea, considera decisivo. Reconoció dos tipos de agriculturas: una competitiva y comercial, a la que no entorpeció con retenciones y la dejó gozar de los buenos precios, y otra de subsistencia o familiar, para la que creó un ministerio de desarrollo rural y a la que ayudó con créditos blandos y asistencia técnica.

«Alentó sectores clave, como el avícola, vacuno, porcino, sojero, azucarero, maicero, lácteo y de biocombustibles, en los que cada año inyecta 5000 millones de reales [$ 10.000 millones], a tasas un 50% por debajo de las del mercado y plazos más largos», detalla Idígoras.

Al mismo tiempo, produjo un cambio cultural en el pequeño productor, responsable del 70% de los productos de la canasta básica alimentaria. «No sólo le dio subsidios, sino que hizo foco en su capacitación, con 5000 nuevos técnicos. Calculó cuánto alimento necesitaba para su plan de Hambre Cero y les garantizó un lugar en el mercado interno», cuenta Eugenio Scala, ex asesor de la Secretaría de Agricultura de la Nación.

Es así como el sector vacuno, que estaba en crisis e importaba, hoy es primer exportador mundial de carne, mientras crece en volumen y en adquisiciones de empresas de EE.UU. y Europa. Además, se prevé que en los próximos diez años la producción porcina, avícola y vacuna mundial se concentre en manos brasileñas.

No suena raro. Brasil fomenta un fuerte proceso de internacionalización de empresas, al que el Estado da apoyo financiero y nutre con incentivos para comprar activos en el exterior (el real fuerte es uno de ellos). Sólo en la Argentina, Loma Negra fue comprada por Camargo Correa, Quilmes por Inveb, Perez Companc por Petrobras, Alpargatas por Alpargatas Santista, Swift por JBS, y Quickfood por Friboy. Según Ochoa, hay 400 firmas brasileñas en nuestro país, producto de un camino que empezó antes de Lula, pero que éste profundizó. Da Nobrega acota que hace 10 años se aceleró ese proceso, que arrancó en la región. «Aquí adquieren el músculo para caminar hacia Europa, EE.UU. y Asia», dice.

Al mismo tiempo, se conformó un núcleo de empresas públicas, que tienen como emblema a Petrobras, con la que piensa invertir hasta 2015 unos US$ 240.000 millones, en el área de petróleo y gas (anteayer, la firma realizó la oferta de acciones más grande de la historia de los mercados de capitales, por US$ 79.000 millones). Dante Sica, economista de Abeceb.com, observa que Lula se volcó más al centro de lo que se pensaba, pero ha tenido en política industrial un sesgo hacia la izquierda con una alta intervención estatal. «Hay sectores donde no deja todo librado al mercado», subraya. Y destaca la batería de instrumentos financieros con los que cuenta para ello, como el Bndes, La Caixa y el Banco do Brasil.

Eso no le impidió, sin embargo, soltarles la mano a empresas que juzgaba inviables. Cuando el Bndes le informó a Lula en 2006 que Varig necesitaba US$ 2000 millones de crédito para continuar sus operaciones, no lo dudó: la dejó quebrar. «Y lo hizo un presidente del partido de los trabalhadores «, señala Ochoa. En la Argentina fue al revés: se estatizó Aerolíneas Argentinas, una compañía probadamente deficitaria.

Nacido en la miseria extrema, Lula sabía que poco de lo que hiciera tendría valor si no mejoraba la distribución del ingreso en el país más desigual de América latina. Redujo la pobreza de 35 a 22% entre 2003 y 2009, y sumó 31 millones de habitantes a la clase media, casi 15% de su población. La Argentina pasó de 54 a 21%, en igual período. Es esta nueva clase media la que revitalizó el mercado interno, que juega un rol estelar en el Brasil de hoy, que vive un auge de la construcción, de bienes de consumo y de autos. «Lula dinamizó el consumo de los sectores más pobres. Los Kirchner dicen lo mismo, pero ese discurso es incongruente con la política de inflación alta, que mina el poder del salario», dice Sica.

La hipotética secuela podría terminar con las elecciones del domingo próximo. Mostraría al sucesor de Lula recibiendo un país que se perfila como la quinta economía mundial (hoy es la octava), con una renta per cápita igual a la de España y un PBI de US$ 4 billones.

5%  Inflación baja

Tanto el gobierno como la sociedad brasileña están comprometidos en mantener una inflación baja.

31  nueva clase media

Son los millones de compatriotas que Lula sumó a la clase media, motor del consumo interno.

250.000  reservas altas

Son los millones de dólares que el Banco Central de Brasil tiene en reservas.

CARLOS MANZONI

FUENTE: LA NACION

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