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Soja, cerca de replicar su valor record

orfeo-biocombustibles-cordoLa posibilidad de menores rendimientos en Estados Unidos empujará los precios. 

Si le dijeran que tiene sólo una opción para su futuro –lo cual elimina la condición de opción– es probable que, imposibilitado de elegir, termine bajo el arrollador efecto de la resignación. Pero el analista Pablo Adreani se encargó ayer de insuflar la cara optimista de esa situación.

En la apertura de la jornada Soja con sustentabilidad (Soja+ Maíz), organizada por Agroverdad, auspiciada por La Voz del Interior y La Voz del Campo, y que convocó a unas 3.000 personas en el Orfeo Superdomo, el director de la consultora Agripac aseguró que «el futuro agropecuario de la Argentina tiene una única opción: crecer». 

Ese camino promete premios mayores para el maíz y la soja, aún cuando en la última campaña se «desvistió a un santo (oleaginosas) para vestir a otro (cereales)», tal como describió Daniel Miró, presidente de Nóvitas SA. Lo cierto es que ambos cultivos representaron el 88 por ciento (21 millones de toneladas) de la producción del último ciclo agrícola en Córdoba.

Y la tendencia anticipa que, salvo por factores excepcionales (internos y externos), quienes siembren maíz y soja en las próximas campañas tienen asegurada una rentabilidad exitosa.

Pero el dato de coyuntura más impactante está en la campaña de soja estadounidense, que ingresó en zona de turbulencia. Miró aseguró que las condiciones del cultivo han desmejorado y no descartó la posibilidad de que copie el efecto de 2003, cuando los menores rindes dispararon el valor del poroto, que en Argentina trepó a 700 pesos.

Incluso, Miró observa con buenos ojos la indefinición de coyuntura en los precios. «El mercado está entonado y hay que aprovechar la incertidumbre para obtener buenos negocios», recomendó. Adreani agregó que se vienen «cuatro semanas clave» en los mercados y que los cultivos en Estados Unidos siguen desmejorando.

«Brasil y Argentina tendrían que aportar siete millones de hectáreas nuevas, pero eso no ocurrirá», dijo Miró. El analista calcula que para la próxima siembra de granos gruesos, la superficie argentina con soja crecería 850 mil hectáreas, aunque los rendimientos estarían por debajo del último ciclo, por lo que la cosecha rondaría los 47 millones de toneladas (similar la de la campaña que acaba de finalizar).

Razones

 Las razones que colocan a la soja y al maíz como los cultivos estrella parten de un diagnóstico de contexto en el que coincidieron ambos especialistas.

La población mundial es el primero de los factores que presiona a la oferta. Cada punto de aumento se traduce en millones de nuevas bocas para alimentar. Adreani agregó un dato no menor: el mes pasado, el nivel de población urbana mundial llegó a 51 por ciento.

«Un chino que vive en el campo gana 300 dólares, pero cuando se muda a la ciudad, gana casi 6.000 dólares», completó Miró. Y eso significa más consumo para una economía mundial que crecerá a una tasa anual de 3,4 por ciento durante los próximos 10 años.

Los stocks, como consecuencia de esa mayor demanda, están en baja y las proyecciones profundizan la caída, lo que impacta en el valor de las commodities. Incluso, hay una nueva relación de precios que favorece a todos los cultivos. Ergo, los próximos años se necesitarán producciones récord.

Los biocombustibles también aportan su cuota de presión en los mercados. Adreani subrayó, como visión estratégica para la próxima década, el impacto que tendrá la polarización entre alimentos y biocombustibles. Estados Unidos, la Unión Europea y Brasil encabezan la carrera con políticas de Estado en pleno desarrollo.

La demanda de etanol fomentada por la administración de George W. Bush ya trajo una cotización agregada. «Si no fuera por el impulso del etanol en Estados Unidos, la tonelada de maíz valdría 40 dólares», apuntó Adreani.

El área agrícola debe crecer para enfrentar la demanda, pero no todos los países productores están en condiciones de aumentar la superficie. Estados Unidos, China, India y los miembros de la Unión Europea tienen un margen muy reducido. «Sudamérica está llamada a ser la reserva mundial alimentaria», enfatizó Adreani.

Pero no será tan simple. La Argentina tiene un potencial de cuatro a cinco millones de nuevas tierras agrícolas, pero la balanza la maneja Brasil, donde el área podría aumentar en 10 ó 15 millones de hectáreas.

Aunque para que ello ocurra deberían subir los precios en Chicago, ya que es difícil que Brasil deprecie su moneda frente al dólar para generar un tipo de cambio competitivo como el que rige en nuestro país.

Otro elemento que incide en este punto es el valor de la tierra. En el último año, el precio de la hectárea agrícola creció 15 por ciento y la tendencia sigue firme. Adreani comentó que en Estados Unidos, un acre –equivale a 0,405 hectárea– cotiza a casi 12 mil dólares en el estado de Iowa.

Comercio

El escenario ofrece condiciones inmejorables para el intercambio mundial. De hecho, el comercio agrícola internacional atraviesa una etapa dinámica que podría acentuarse. En maíz, por caso, China va camino a ser un importadora neta.

La Argentina es la segunda exportadora mundial de ese grano y está en condiciones de atender parte de la demanda emergente que Estados Unidos vaya dejando en el camino. «En Estados Unidos, una semana de sequía en plena campaña significaría una pérdida de 16 millones de toneladas y lo obligaría a cerrar sus exportaciones», lanzó Adreani.

Esa hipótesis de oportunidad choca con los registros de ventas externas cerrados. “La semana pasada, Brasil aprovechó la situación y vendió cuatro millones de toneladas de maíz no transgénico a Europa en 35 dólares más caro por tonelada”, advirtió Miró.

Además, si bien Estados Unidos proyecta una cosecha récord de 324 millones de toneladas, podría terminar con un recorte de casi cinco por ciento. Parece ínfimo, pero los mercados lo reflejarán apilando dólares en la cotización del cereal.

Las expectativas son igual de alentadoras para el complejo oleaginoso, pese a la crisis sanitaria porcina en China que restringió la demanda de porotos y harina de soja, aunque su impacto no iría más allá de ocho a 10 meses.

La producción mundial de soja debería crecer a un ritmo de 12 millones de toneladas anuales para revertir el nivel de las existencias. Pero no lo hace y tampoco Sudamérica aportará en la nueva campaña los 17 millones de hectáreas potenciales para que suba la cosecha internacional del poroto.

A mediano plazo, Argentina está muy cerca de su techo en área sojera (la ampliación posible es de dos millones de hectáreas), por lo que Miró recomendó el análisis de otros cultivos oleaginosos, como colza.

También consideró que este será un año de prueba para el girasol (la superficie aumentaría 15 por ciento por los buenos precios), aunque no descartó la posibilidad de excedentes que luego tropezarían con un eventual descenso de los valores.

Además, reclamó una definición en la relación con las empresas de biotecnología para no quedar afuera de las variedades de soja con alto nivel de aceite. En ese renglón, Miró bajó línea sobre las decisiones políticas que impactan en el sector agropecuario. El especialista criticó la “visión fiscalista” del Gobierno, pidió que la riqueza se distribuya en los lugares que la generan y consideró que la “exuberancia externa no nos debe hacer olvidar las limitaciones internas”.

Con todo, reconoció –al igual que Adreani– que el empuje que aporta el crecimiento de la economía mundial alcanza por ahora para suavizar el impacto de las retenciones y de la suba de costos dolarizados en el sector agrícola.

Daniel Alonso
De nuestra Redacción
dalonso@lavozdelinterior.com.ar

Fuente: La Voz del Interior

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