La seguridad energética, definida como la capacidad de un país para satisfacer la futura demanda nacional de energía con suficiencia, oportunidad, sostenibilidad y precios adecuados, es un asunto de crucial importancia para cualquier nación. A excepción de los doce países que constituyen la OPEP, organización que controla la mitad de las exportaciones de crudo mundiales y posee tres cuartas partes de las reservas, el resto de las naciones del mundo produce mucho menos petróleo del que consumen y, por tanto, se ven obligadas a importarlo al precio que dicta la organización, lo que crea una situación de fuerte dependencia económica. E incluso a los países productores antes de finales de siglo se les habrán acabado sus reservas.
Cada año se consumen en el mundo más de 30 000 millones de barriles de petróleo, lo que supone -considerando que el precio del barril sea de 100 dólares- una factura a pagar de más de 3 billones de dólares. Incluso un país pequeño no productor, que consuma apenas 500 millones de barriles al año, paga una factura anual superior a los 50 000 millones de dólares.
Estados Unidos, por ejemplo, tiene una dependencia cada vez mayor de las importaciones de crudo, a pesar de ser un país con una alta capacidad de producción. De hecho, en la actualidad importa el 57 por ciento del petróleo que consume, lo que implica y explica la alta dependencia política y económica adquirida con el puñado de países inestables que controlan hoy el petróleo. Cada año, Estados Unidos invierte más de 300 000 millones de dólares en asegurar el transporte de crudo importado. Esto supone un gasto adicional de $3,68 por galón, más del cien por cien de su coste actual, y explica la tajante afirmación hecha por el presidente Obama en este sentido: “La dependencia del petróleo es la más seria de las amenazas para el país”.
En definitiva, la diversificación energética ha pasado a ser una importante cuestión de política exterior, que hace necesaria la búsqueda de alternativas a la energía fósil que permitan deshacer más de un siglo de monopolio energético.
De las actuales fuentes de energías renovables, son los biocombustibles los que están mejor situados para sustituir al petróleo en el corto y medio plazo, ya que pueden usar las mismas infraestructuras. Como fuente de energía local y renovable, el bioetanol puede reducir la dependencia que los países tienen del petróleo extranjero y desplazar miles de millones de barriles de crudo importado, a la vez que permite incrementar la capacidad de estos países para controlar su futuro económico, mejorando su balanza comercial y pudiendo invertir este dinero en su propio progreso social y económico, en lugar de financiar gobiernos totalitarios en Oriente Medio.
Afortunadamente, el incremento de la oferta de biocombustibles en el mundo está ayudando a reducir la demanda de petróleo, mitigando así el impacto devastador de la escalada de los precios del crudo, que llegó a los 140 dólares por barril en 2008.
Además, no hay que olvidar que la exploración y la explotación de pozos petrolíferos causan también serios problemas medioambientales, como la pérdida de biodiversidad, la degradación de ecosistemas, la contaminación de los mares y la emisión de gases de efecto invernadero. Y tienen, incluso, elevados costes indirectos. Según la oficina de contabilidad de Estados Unidos, en los últimos treinta años el gobierno norteamericano ha destinado más de 130 000 millones de dólares a subvencionar la exploración y producción de petróleo.
En suma, el bioetanol se distingue como la mejor alternativa, en el corto plazo, al petróleo. Más adelante vendrán el coche eléctrico o el de hidrógeno, si bien para su desarrollo es necesario establecer las condiciones necesarias para impulsar formas de energía más limpias e inagotables. Sin duda, la seguridad energética es el gran reto del siglo XXI, y la historia nos enseña que los grandes avances se consiguen mediante diálogo, cooperación y voluntad política. Es vital que nuestros líderes aseguren el adecuado marco regulatorio y la suficiente inversión en I+D para fomentar el progreso de las renovables, porque ésos deben ser los elementos de la política energética de cualquier país.
Carlos Bousoño Crespo
Director de Responsabilidad Social Corporativa de ABENGOA
FUENTE: ECOTICIAS