En Córdoba creció el área con el cultivo, que se ofrece como una opción al trigo.
Los Chañaritos. En las últimas campañas, hablar del cultivo de colza en Argentina era asociar a esta oleaginosa de invierno, de excelente conversión en aceite, con la producción doméstica de biocombustibles.
Sin embargo, el proceso de intensificación que atraviesa la agricultura parece haberle reservado un lugar dentro de la rotación agrícola; en especial como una opción al trigo, en la probada y rendidora sociedad con la soja de segunda.
A priori, la inclusión de la colza como antecesor aporta algunas ventajas agronómicas –y hasta económicas– en relación con la secuencia que tiene al trigo como cultivo invernal. Permitir adelantar la siembra de la soja de segunda y así potenciar su rendimiento, junto con los 266 dólares por tonelada que hoy paga la exportación, son dos de las cartas que exhibe el grano en su intento para ocupar un lugar dentro de la canasta agrícola. Reforzadas por un contexto interno donde el trigo, su competidor en espacio y tiempo, no logra disipar los nubarrones que el Gobierno mantiene sobre su comercialización.
La inquietud por probar y desarrollar este criterio de diversificación fue lo que llevó a la empresa Miguel Galeazzi, proveedora de insumos agropecuarios ubicada en la localidad de Luque, a iniciar la tarea de campo. En su establecimiento Santa Teresa, en Los Chañaritos (departamento Río Segundo), la colza ocupa por primera vez 15 hectáreas bajo riego y cinco en secano. «El objetivo es hacer experiencia para generar conocimiento e información sobre el cultivo en la zona. Conocer su manejo y ver su potencialidad tanto bajo riego como en secano. Además de poder comparar, cuando termine la secuencia con la soja de segunda, la ecuación económica con la que aporta el trigo como cultivo de invierno», explicó a La Voz del Campo Guillermo Pérsico, responsable técnico del área de producción de la empresa.
La idea también pegó en un grupo de seis productores del centro norte de Córdoba, que incorporaron un total de 130 hectáreas con colza. En ninguno de los casos, la producción de la oleaginosa está vinculada directamente con la elaboración de biodiésel. El cultivo será probado en distintos suelos, que van desde los franco-arenosos hasta perfiles con problemas de anegamiento y salinidad. «Les trasladamos nuestra inquietud y ellos han sembrado el grano como una opción para diversificar sus cultivos de invierno. Se busca adelantar tanto la cosecha como la siembra de la soja de segunda para aprovechar el mayor potencial de rinde», justificó Pérsico.
Ajustar el manejo. Como en toda nueva experiencia, sus realizadores encaran su manejo con pie de plomo. La discontinuidad que ha tenido el cultivo en el país en los últimos 50 años ha impedido conformar una red de información por regiones. Hasta el momento, el Inta Chacra Barrow, en la provincia de Buenos Aires, es la principal fuente agronómica sobre su desarrollo en secano. Allí se han obtenido rendimientos de hasta 35 quintales. Bajo riego, no hay experiencias difundidas.
Por el lado de los proveedores de genética, el semillero Sursem, con sede en Pergamino, viene trabajando desde hace más de 15 años con híbridos de colza doble cero canola (Canadian Oil Low Acid, denominación utilizada para identificar los materiales desarrollado en Canadá con baja contenido de ácido erúcico y glucosinolato) y lidera las ventas en el país.
«En Córdoba, comenzamos hace cuatro año con cuatro hectáreas, al siguiente se sembraron 270 hectáreas, en el ciclo pasado se cultivaron 440 y en el actual el semillero proveyó materiales para 1.300 hectáreas», significó Marcelo Andreu, del área comercial de Sursem en el centro norte de Córdoba y proveedor de la semilla implantada en las 20 hectáreas en el establecimiento Santa Teresa.
El paquete. Bajo riego, el híbrido simple SW Eclipse fue sembrado el 12 de mayo, apoyado en un fuerte paquete de fertilización que comparte con el trigo, que ocupa la mayor parte del círculo (145 hectáreas). La meta es obtener altos rendimientos en ambos cultivos: 50 quintales en el cereal y 40 quintales en la oleaginosa. En el caso de la colza implantada en secano, los cálculos apuntan a un rinde de 25 quintales por hectárea.
El pequeño tamaño de la semilla obliga a afinar mucho la puntería al momento de la implantación. Según explicó Pérsico hay que manejar la siembra como si se tratara de una alfalfa, con una densidad en secano de entre cinco y seis kilos por hectárea. En el círculo, la población crece un 25 por ciento, debido a que la apuesta es a lograr un mayor potencial de rendimiento. «En altos niveles de rastrojo se puede dificultar la implantación. Es una semilla muy pequeña que no da la opción de una siembra en superficie ni muy profunda. Estamos con un stand de plantas por encima de las 80 por metro cuadrado», afirmó el asesor técnico. En esta primera campaña, la colza se sembró sobre un rastrojo de soja, que aporta menos volumen de materia seca, pero en las sucesivas podría ingresar sobre los lotes dejados por el maíz. «Será cuando la técnica de siembra esté más aceitada», aclaró el técnico.
La fertilización es un elemento estratégico dentro del paquete tecnológico de la secuencia, sobre todo porque son dos oleaginosas las que intervendrán en la rotación.
Para rindes iguales, la colza requiere de mayor aporte de nitrógeno y azufre que el trigo, el compañero tradicional de la soja de segunda. Es en este ítem de la estructura de costos en el cual la oleaginosa invernal resulta más cara que el trigo. En el resto, los gastos son similares a los de un trigo de alta tecnología. Además, como la semilla de colza no se inocula está privada de absorber nitrógeno del suelo a través de las bacterias (rhizobium). En el caso del sistema de riego en Santa Teresa, la buena calidad del agua, rica en sulfato, contribuye con algo de azufre.
Balance de nutrientes. A partir del análisis de suelo realizado sobre el lote bajo riego, que tuvo como cultivo antecesor a la soja de primera, la fertilización de la colza incluyó aportes en diferentes momentos: antes de la implantación, en la línea de siembra y previo al ingreso de la planta en la etapa final de llenado de grano.
“A presiembra se incorporaron 150 kilos de Sol Mix chorreado y en la línea de siembra, 50 kilos de fosfato diamónico. Cuando el cultivo esté en el estado de roseta, dentro de alrededor de 35 días, se aplicarán entre 250 y 300 kilos de Sol Mix para llegar a los potenciales rindes”, precisó Pérsico.
La raíz pivotante que desarrolla su planta convierte a la colza en una gran exploradora del suelo en busca de humedad.
“Tiene una buena respuesta al estrés hídrico. No obstante, será cuestión de probar y ver cuál es la información que suministra”, sostuvo el asesor técnico. En estos momentos, el cultivo se encuentra en estado de “roseta chica”, según identificó Pérsico, y ha demostrado una buena resistencia a las heladas tempranas.
“Se busca sembrarla desde mediados de abril hasta mediados de mayo porque en estado de cotiledón y roseta con dos hojas es susceptible a las heladas tempranas. A partir de ahí se hace muy resistente”, admitió.
En cuanto a las enfermedades, la colza se presenta como un cultivo resistente. Por el lado de las patologías fúngicas, la falta de exceso hídricos en la zona hace que no proliferen la alternaria y esclerotinia.
Cosecha. Con un ciclo similar al del trigo, la ventaja que ofrece la colza es que se puede ser cosechada antes. “Esto nos permite sembrar la soja de segunda 10 o 15 días antes y así mejorar su potencial de rendimiento. Sembrando la colza entre mediados y fines de abril, podemos cosecharla a fines de octubre, con lo cual la soja que viene después se convierte por fecha casi en un cultivo de primera”, argumentó el asesor del establecimiento.
La cosecha de la colza, no obstante, no es una tarea sencilla. Se puede hacer de dos formas: corte, hilerado y posterior cosecha, o la recolección directa. Para los que recién se inician, el consejo es primero cortar e hilerar y luego cosechar. Es una forma de ir adquiriendo, con el correr de las campañas, la información sobre cuál es el momento óptimo para la trilla directa. “Es un cultivo muy frágil, de dehiscencia cuando está maduro. Si se falla en el momento óptimo de cosecha y viene un factor climático adverso se puede perder parte de la producción”, advirtió Pérsico.
Para la cosecha directa se recomienda iniciarla cuando el porcentaje de humedad en el grano es de 15 a 16 por ciento, lo que coincide con una coloración borravina de los granos en el tercio superior y negra en el tercio inferior.
Alejandro Rollán
De nuestra Redacción
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Fuente: La Voz del Interior