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EL RIESGO Y LA OPORTUNIDAD

El autor sostiene que la decisión del gobierno chino de establecer un nuevo estándar de calidad para el aceite de soja argentino es una barrera para-arancelaria. Pero considera que esta situación podría transformarse en una oportunidad que permita a la agroindustria hacer aún más inversiones y multiplicar el agregado de valor, en conjunto con otros sectores.

Las significativas inversiones que se realizaron en los distintos eslabones del complejo oleaginoso argentino en las últimas dos décadas lograron que sea considerado como un caso paradigmático de alcance mundial. Dentro de este complejo, se destaca el caso de la industria aceitera, que está considerada como la más eficiente de la Tierra. En aceites vegetales de granos oleaginosos, Argentina es número uno en serio.

Por su posición relativa, es lógico que esta industria tenga que enfrentar posiciones defensivas de varios países que participan activamente en el mercado internacional. Si bien la Organización Mundial de Comercio tiene un cuerpo normativo que promueve el libre comercio y las prácticas leales en su desarrollo, habitualmente se presentan imperfecciones que violan dichas normas y que deben ser corregidas.

Lamentablemente, los tiempos que demoran tales correcciones representan una desventaja, aunque ello no soslaya la importancia de presentarse ante la OMC cuando se violan sus normas, como en el caso que nos ocupa.

La reciente imposición por parte de China de un nuevo estándar de calidad para el aceite crudo de soja no es ni más ni menos que una barrera para-arancelaria. Cumple dos funciones: proteger a su propia industria, la que necesita fluidez en el mercado externo para el abastecimiento de porotos de soja -ante la imposibilidad de autoabastecerse- y al mismo tiempo, otorgar fluidez a sus exportaciones de manufacturas, varias a la Argentina (derivados de cueros y plásticos, artículos textiles, etc., que están en observación por parte de las autoridades de nuestro país).

Mientras el aceite crudo de soja que se exporta desde Argentina al resto del mundo cumple con los más estrictos estándares de calidad y se aplican precios transparentes, los productos industrializados en los rubros mencionados que ingresan al país desde China son de dudosa calidad en muchos casos y, para peor, muchas veces ingresan a precio de dumping, perjudicando seriamente a las industrias que operan en esos rubros (no son pocas las denuncias que invocan la utilización de trabajo en condiciones precarias, vinculado a los productos referidos originarios de China).

Por lo tanto, ante una especie de «frazada corta» que se presenta en la negociación internacional de este problema, habría que tener en cuenta estas líneas de acción:

No es conveniente desarrollar una negociación general, involucrando el problema del aceite crudo de soja y de los industrializados que importa Argentina. No hay punto de comparación entre ellos. China deliberadamente ha aplicado una medida unilateral sobre un producto argentino que se exporta sin problemas a todo el mundo. En cambio, los procedimientos aplicados por Argentina son correctos.

La contrapartida principal hacia China en el comercio por parte de Argentina no se debe focalizar en cueros, plásticos, textiles, etc., sino en energía, telecomunicaciones, ferrocarriles e infraestructura en general, actividades donde el país asiático puede agregar mucho valor al nuestro y sobre las cuales hay importantes negociaciones en curso, que son convenientes profundizar, toda vez que permitan al país adquirir bienes y servicios de primera calidad, comparable con la que podrían ofrecer otros países, como Alemania y Japón, por ejemplo, y a precios competitivos.

uLa industria aceitera local está sufriendo un perjuicio en el corto plazo, que puede superarse con un esfuerzo en materia de inversiones, demostrando una vez más porqué es líder mundial. En este sentido, destaco que hay tecnología disponible en el país para lograr que el aceite crudo de soja certifique 50 partes por millón de residuos de hexano, cumpliendo con creces el nuevo estándar que ahora piden los chinos. Al respecto, hay empresas reconocidas con la tecnología para acondicionar las facilidades de las fábricas de aceites locales en un plazo razonable, requiriendo inversiones menores en términos relativos.

El Gobierno Nacional debería poner su parte, agilizando los trámites de devoluciones de IVA a la exportación, compensaciones de la Oncca por operaciones en el mercado interno y otros créditos fiscales, que históricamente han perjudicado las finanzas del sector agrícola y de la agroindustria argentina.

La industria nacional de biodiésel tiene una capacidad instalada de alrededor de 2,5 millones de toneladas -con tecnología de punta- y además de haberse convertido rápidamente en el principal exportador mundial de biodiésel, desde el mes pasado comenzó a abastecer a las compañías petroleras para que éstas efectúen el corte de gasoil con un 5% de biodiésel (B5) en el marco de la Ley 26.093. Es posible transformar rápidamente otras 700.000/ 800.000 toneladas de aceite crudo de soja en biodiésel, aumentando el corte de gasoil con este biocombustible en el mercado al 10 % (B10), facultad que la referida ley le otorgó al Gobierno Nacional. Esto servirá para descomprimir el delicado equilibrio existente entre la oferta y demanda de gasoil en el país.

Para ello, es necesario trabajar de manera muy coordinada entre el Estado, los fabricantes de automotores y maquinarias agrícolas, las compañías petroleras y los propios fabricantes de biodiésel, de manera de certificar la viabilidad técnica del uso de biodiésel al 10 %, profundizando los exitosos ensayos que hace algunos años realizó la UTN, en su Sede Medrano, a través del trabajo del Ing. Horacio Trigubó y equipo docente ad hoc, al tiempo de respetar todos los derechos de los distintos actores de esta cadena de valor y fundamentalmente, de los consumidores.

En síntesis, a través de la ejecución de nuevas inversiones que permitirán superar la barrera para-arancelaria que está imponiendo China y a partir de la profundización del uso de biodiésel en el mercado interno, la Argentina está en condiciones de transformar esta mini crisis en una oportunidad. Demostrando al mismo tiempo que no hay dilema entre agro, agroindustria e industria de origen no agropecuario.

Claudio Molina. DIRECTOR EJECUTIVO DE LA ASOCIACION ARGENTINA DE BIOCOMBUSTIBLES

FUENTE: DIARIO CLARIN/CLARIN RURAL

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