En Santa Fe y el país, varias instituciones utilizan biodigestores para obtener gas natural y hacer funcionar cocinas, termotanques y calefones. Ventajas de una tecnología que en algunas ciudades de Europa se utiliza a escala y como método para resolver el problema de la basura.Proceso de construcción de un biodigestor en la sede de Fundación PROTEGER.
Santa Fe, 16 setiembre 2007 (El Litoral).- En la ciudad, los santafesinos generamos 250 toneladas de residuos cada día. Los plásticos, metales, vidrios y cartones son separados para su posterior reciclado, pero lo orgánico llega al relleno sanitario y se acumula. Tras varios años, reaparece la necesidad de encontrar nuevos espacios para arrojar los desechos que no se pueden comercializar.
¿Tienen la yerba húmeda, las cáscaras de naranja y los restos de comida que arrojamos al cesto algún valor? ¿Son reutilizables? ¿Pueden generar, a partir de su descomposición, algo más que olores hediondos?
Los residuos orgánicos que las ciudades producen pueden transformarse en biogás, un «combustible biológico» que permite poner en funcionamiento cocinas, calefones, termotanques y heladeras con ciclo de absorción y producir electricidad en motogeneradores.
Para convertir basura en energía se requiere de un biodigestor, una cámara de hormigón o de plástico reforzado con fibra de vidrio a la que se incorporan bacterias anaerobias -que viven en ausencia de oxígeno-. «Estos microorganismos, al alimentarse de la materia orgánica para poder subsistir, producen metano (más conocido como gas natural) y dióxido de carbono. El metano es el mismo que circula por los gasoductos de todas las ciudades, pero es biológico, no genera gases de efecto invernadero y es renovable porque, mientras existan residuos, vamos a tener biogás», explicó el Ing. Eduardo Groppelli, integrante del Grupo de Energía No Convencional de la Facultad de Ingeniería Química de la Universidad Nacional del Litoral y coordinador del Programa de Tecnología Socialmente Apropiada de la Fundación Proteger, quien destacó que las bacterias anaerobias se encuentran en el intestino de los mamíferos y se pueden obtener del estiércol de los animales.
Cuando el proceso de biodigestión termina, no sólo genera combustible, sino también un abono que tiene características similares al humus y de granulación más fina que el estiércol, que facilita su penetración y mezcla en el suelo, donde actúa como mejorador.
EXPERIENCIAS LOCALES
Los biodigestores en la Argentina comenzaron a construirse a fines de los 80 y desde entonces prosperaron en distintas provincias. El Rotary Club Santa Fe Los Constituyentes, del Distrito 4.830 -precisó Groppelli-, financió y favoreció la instalación de 18 equipos para abastecer comedores escolares, guarderías, escuelas, hogares y centros comunitarios de Santa Fe, Buenos Aires, Córdoba y San Juan.
En nuestra ciudad, la Fundación Proteger cubre desde 2004 su demanda de gas natural con su propio biodigestor y el mes pasado también se puso en funcionamiento el de la Vecinal Juana Azurduy.
Pero fue en Emilia, un pueblo de Santa Fe, donde en 2002 se instaló el primer biodigestor de la Argentina para tratar los residuos domiciliarios. «Es la primera experiencia grande a nivel país. Con los desechos orgánicos de todo el pueblo se genera biogás para la escuela agrotécnica Monseñor Zazpe y el abono orgánico que sale se utiliza en un monte frutal que se plantó al lado», comentó Groppelli.
El profesional mencionó que en Humberto Primo la comuna construyó un digestor con un subsidio de la Secretaría de Medio Ambiente de la Nación y está próxima a ponerlo funcionamiento. Le seguirá el de La Criolla, donde el Rotary financia la instalación de un equipo para procesar los desechos de un pueblo de tres mil habitantes.
BENEFICIOS
El biodigestor es una tecnología sencilla que no requiere de inversiones millonarias, sino de decisión política. «Para un municipio de hasta 6 mil habitantes, invirtiendo 25 pesos por habitantes se puede instalar un biodigestor para tratar los residuos orgánicos de todo el pueblo», comentó Groppelli.
En nuestra ciudad sería posible producir unos 6.500 metros cúbicos de metano por día, a partir de las 125 toneladas de restos orgánicos que generan los santafesinos. «Una familia tipo en invierno consume alrededor de 4 metros cúbicos por día. Por lo tanto, estaríamos abasteciendo a un poco más de 1.600 familias», afirmó Groppelli.
Las producción de gas proveniente de los residuos no alcanza para que la ciudad se autoabastezca, pero sí para favorecer el medio ambiente. «Una característica importante que tiene la biodigestión es que nos da la alternativa de tratar los residuos, estabilizarlos y generar un abono orgánico, a la vez que permite producir metano, sustituyendo el gas propano-butano derivado del petróleo o el gas natural extraído de los pozos de petróleo», explicó Groppelli.
El Viejo Continente tiene una vasta experiencia en el procesamiento de residuos a través de procesos de biodigestión. La primera en aplicarlo fue la ciudad francesa de Amiens, en la década del 80, y desde entonces, «no pararon de crecer».
«En Europa hay más de 60 plantas de tratamiento de residuos orgánicos. Tenemos el ejemplo de Barcelona, con tres ecoparques para tratar todos los residuos de su área metropolitana, y estamos hablando de biodigestores construidos en hormigón que tienen entre 2.500 y 3.500 metros cúbicos de volumen y que son capaces de procesar entre 600 y mil toneladas de residuos orgánicos por día», comentó Groppelli.
En el Viejo Continente, los biodigestores se utilizan como «una alternativa para el saneamiento de residuos, con el beneficio de que obtienen de la basura la energía eléctrica para mover toda la planta y quedarse con un excedente del 60 % para introducir en la red pública», sostuvo Groppelli.
DIFICULTADES LOCALES
En la Argentina, la mayor parte de las experiencias que están en marcha utilizan la biodigestión para «sustituir propano-butano» ya que gran parte de los emprendimientos «están en comunas donde no hay gas natural, que es el más caro», dijo Groppelli.
A pesar de su utilidad y los beneficios para el medio ambiente, no siempre se implementa con éxito. «El talón de Aquiles que aparece es cierta falta de colaboración de la gente; no es un problema de la tecnología. En los lugares en donde no funciona es porque las personas no entienden los beneficios en favor del ambiente que puede aportar el biodigestor», afirmó el especialista.
Los equipos funcionan muy bien en establecimientos rurales o industriales, pero también podrían hacerlo en las grandes ciudades. Para ello es necesario, tener «decisión y convicción de que los residuos deben ser tratados» para no contaminar el ambiente y el financiamiento para llevarlo a la práctica, algo que «faltaba», pero que «ahora se está destrabando un poco», sostuvo Groppelli.
Fuente: Diario El Litoral