El autor asegura que, en el INTA, el actual planteo pasa por ir acompañando el desarrollo de los biocombustibles en el país, a través de una tarea que se resumirá en un Programa Nacional de Bioenergía, y en el marco del ámbito intergubernamental que referencian las Secretarías de Energía y Agricultura.
Carlos Cheppi. Presidente del Inta.
Desde hace aproximadamente seis meses la opinión pública está sujeta a un bombardeo incesante relacionado con la bioenergía. Se suceden talleres, seminarios, mesas redondas; en el plano institucional, el INTA forma parte de una comisión interinstitucional que por iniciativa del ministro De Vido a través de la Secretaría de Energía, integramos junto a la SAGPyA, el INTI y la Secretaría de Ambiente. Los medios diariamente recogen noticias de las más variadas fuentes relacionadas con el tema. Desde odas a los biocombustibles, la energía del futuro, hasta aseveraciones de que constituyen una pésima opción que pone en competencia alimentos versus energía.
Es sabido que aún dejando de producir alimentos y volcando todos los cereales y oleaginosas a producirlos no podría sustituirse sino aproximadamente un tercio del actual consumo de combustibles. No son por lo tanto, y aún computando otras materias primas no competitivas con el abasto alimentario, una opción sustitutiva del petróleo, sino una oportuna alternativa complementaria, y pueden contribuir hasta significativamente en el nuevo menú energético mundial.
Tampoco debiera ignorarse que los biocombustibles son la mejor manera de estirar la vigencia del actual paradigma energético basado en los combustibles fósiles que rige desde hace más de dos siglos, anclado en la secuencia carbón-petróleo, y que con este complemento recibe una suerte de revitalización, con la particularidad de poder extender su vigencia manteniendo prácticamente inalteradas las estructuras tecno-productivas, comerciales, y financieras del negocio petrolero.
Pero por otra parte, también es muy válido tener presente que los biocombustibles son una opción con varios trayectos tecnológicos maduros que también estaría dando respuesta a la irrefrenable entronización del cambio climático en la agenda mundial, en orden a: 1) atender la Convención multilateral de Naciones Unidas destinada a combatir el acrecentamiento del efecto invernadero por acción antrópica, que contempla ajustes impuestos por el Protocolo de Kyoto -período de compromiso 2008-2012-, con fuertes obligaciones emergentes para la UE y Japón; 2) la propia agenda que se impone el gobierno americano, que le permite responder a presiones internas y externas y mantenerse al margen de las obligaciones multilaterales.
Constatamos que los biocombustibles son una oportunidad, y que su incipiente desarrollo en el mundo global -y en particular el auge del etanol en EE.UU.- ya está influyendo sobre la realidad económica argentina.
¿Cuáles serían entonces las alternativas de posicionamiento frente a esa oportunidad? En una situación de total pasividad, ya nos beneficiamos con el notable aumento del precio internacional del maíz, al que habrá que seguir con políticas consensuadas de intervención para no incentivar en el país el conflicto comer-exportar.
Pero en orden a ser proactivos podemos colocarnos metas crecientes:
1) el autoabastecimiento energético del agro es el más modesto; 2) la producción nacional que permita dar cumplimiento a las metas de la ley 26093 -corte mínimo del 5%-, resulta de una innegable racionalidad; 3) cumplir la ley en materia de biodiésel, y consumar un esfuerzo adicional de modo de duplicar la producción de etanol respecto al volumen que demanda cumplir con la ley, destinado a poder sustituir la función del MTBE, un aditivo contaminante que provee octanaje a las naftas; 4) exportar biocombustibles configura una meta muy factible para la Argentina, el país tiene los medios de producción para hacerlo con escala, pero supondría impactos potenciales que habría que atender desde muchas perspectivas, y con una presencia estatal muy significativa. En relación a la exportacion de biocombustibles no puede ignorarse el atractivo que hoy implica la diferencia del 17% existente entre la retención que le sería aplicada a los granos/cereales que se usan en su producción en el caso de que se exportaran como tales, respecto de la aplicable a la exportación de biocombustible como bien industrial, lo cual obra como virtual subsidio.
¿Cuáles son algunas de las premisas y lineamientos estratégicos que deberá seguir su desarrollo en el orden nacional?
En primer lugar debe decirse que los sistemas de bioenergía son relativamente complejos, interdisciplinarios, intersectoriales y específicos del lugar. Esta última es una condición que no hay que perder de vista: el territorio, el ambiente, y la estructura socio-productiva local cuentan y mucho.
Por lo tanto, es un desafío resolver los problemas que se plantean para desarrollar todo su potencial y para lo cual se necesitan nuevos enfoques, interacciones, coordinación de esfuerzos y una comunicación eficiente entre los diferentes actores, para de este modo integrar la producción de biocombustibles en las actuales actividades agropecuarias y forestales.
Los sistemas de bioenergía son más transectoriales que muchas otras formas de suministro energético. Las necesidades en materia de tierras, agua y mano de obra, así como la interrelación con las formas tradicionales de suministro de energía y de producción de alimentos, supone entender la diversidad de los componentes del sistema, el comportamiento del mismo, sus repercusiones; así como garantizar la sustentabilidad de su desarrollo exige un marco flexible de ejecución que no se vea limitado por las fronteras nacionales ni por intereses sectoriales.
Hay una cuestión clara: una fuerte decisión del gobierno de orientar el desarrollo de los biocombustibles en la Argentina. En ese sentido es claro que una decisión de Estado va a acompañar a las decisiones de mercado; la primera expresión de esa marcha conjunta ha sido la promoción y sanción de la ley 26093 y su reglamentación, por la que, a partir del 1° de enero de 2010, al menos el 5% del litro de nafta será etanol, y el mismo porcentaje de gas-oil será biodiesel.
En el INTA nos planteamos ir acompañando el desarrollo del tema en el país a través de una tarea que se resumirá en un Programa Nacional de Bioenergía, y en el marco del mencionado ámbito intergubernamental que referencian las secretarías de Energía y Agricultura. Así, podremos eslabonar acciones a producir en diferentes horizontes temporales; en algunos casos será cuestión sólo inherente al INTA, y en otros, deberá trabajar cooperativamente en una red publico-privada e interinstitucional. Intentaremos biodesarrollos que permitan producir etanol de celulosa a precios competitivos. INTA está empeñado en ese logro.
Fuente: Diario Clarín