Con respecto al crecimiento de los biocombustibles, la funcionaria asegura que «debe responder a un ordenamiento ambiental del territorio y fundarse en estudios científicos sobre su real contribución ambiental y energética».
Además, presenta una alternativa no comestible, apta para elaborar combustibles verdes: la jatropha.
Romina Picolotti. Sec. de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nacion.
Como ningún Gobierno nacional en las últimas seis décadas de nuestra historia, la administración del Presidente Néstor Kirchner planteó con fervor y convicción profunda la necesidad de elaborar e implementar políticas de Estado destinadas a la generación, promoción y uso de las energías renovables en todo el territorio argentino. Esto supone una revisión de nuestra matriz energética y la adopción de medidas concretas para el reemplazo gradual de los combustibles fósiles, responsables de la generación de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
Las energías renovables, vale recordar, son aquellas fuentes energéticas basadas en la utilización del sol, el viento, el agua o la biomasa. No utilizan, como las convencionales, combustibles fósiles, sino recursos capaces de renovarse. Una de las características principales de estas alternativas es que su impacto ambiental es de menor magnitud ya que no emplean recursos finitos y generan menos contaminación. Por lo tanto, el uso de fuentes de energía renovable puede contribuir a mejorar la calidad de vida sin interferir en el equilibrio del medio ambiente.
En esa línea avanzamos, animados por la certeza de que quienes estamos en función de gobierno en cualquier lugar del planeta, sin excepción alguna, tenemos que hacernos cargo de las soluciones al problema cada vez más severo del cambio climático.
En sintonía con ese principio, el Gobierno argentino ha puesto en marcha una serie de políticas y medidas que constituyen una expresión de la voluntad de mitigar el cambio climático y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, así como la protección de los ecosistemas. Como parte de esas acciones se incluye en primer término la promoción de energía de fuentes renovables para asegurar su participación creciente en la matriz energética nacional. También, la búsqueda de la eficiencia energética mediante programas dirigidos a tal fin y la preservación de los bosques nativos.
Entre las acciones orientadas a la reducción de los GEI y la promoción de fuentes renovables de energía, el año pasado el PEN promulgó la Ley 26.093. Este instrumento legal otorga subsidios a la producción de biocombustibles y establece que a partir de 2010 todos los combustibles de uso vehicular que se expendan en la Argentina deberán tener un corte en su composición de al menos un cinco por ciento con biocombustibles. Teniendo en cuenta el consumo actual del parque automotor en nuestro país, la medida implicará al menos un total anual de 600.000 metros cúbicos de biodiésel y entre 200.000 y 400.000 metros cúbicos de etanol.
Desde el punto de vista de la contaminación global y más específicamente de la emisión de gases con efecto invernadero, los biocombustibles presentan la ventaja de reducir el dióxido de carbono (CO2) liberado por los combustibles fósiles. Para satisfacer esa demanda potencial se han proyectado plantas productoras de biodiésel en la provincia de Buenos Aires, Santa Fe, Jujuy y San Luis. También la empresa Repsol-YPF y la Universidad Nacional de Cuyo firmaron un convenio marco para desarrollar biocombustibles e integrarlos a la matriz energética argentina en forma sustentable.
Uno de los objetivos de ese acuerdo es promover el desarrollo de biocombustibles a partir de especies que se puedan adaptar a las condiciones áridas de gran parte del suelo cuyano y a las características climatológicas de esa vasta región del país. Una buena alternativa a tales efectos es, sin dudas, la jatropha.
Se trata de una oleaginosa de origen asiático de porte arbustivo que en terrenos áridos, con un régimen de lluvias que no superen los 350 mm anuales, puede llegar a obtener unos 3.000 kilos de semillas con un rinde de 1.140 kilos de aceite vegetal. Esta producción puede duplicarse si el régimen pluviométrico supera los 600 mm anuales o existe riego suficiente.
Actualmente se están llevando a cabo proyectos experimentales con este cultivo en Santiago del Estero y en otras provincias del Noroeste y Nordeste argentinos.Entre las ventajas que ofrece la jatropha para el medioambiente, los productores agropecuarios y para nuestra incipiente industria del biodiésel están las siguientes:
No es comestible.
Le devuelve la fertilidad a los suelos desertificados.
El aceite producido a partir de su semilla es semejante al diésel obtenido del petróleo.
Es la única planta oleaginosa cuyo ciclo productivo se extiende por más de 40 años.
Se adapta a suelos de poca fertilidad.
La semilla genera un rinde de aceite entre el 30 y 40 por ciento.
Es un cultivo social, ya que se pueden generar pequeños emprendimientos de 3 a 5 hectáreas, manejados por una familia como técnica de autogestión de empleo, teniendo un rinde de explotación importante.
Si el terreno lo permite, se puede asociar el cultivo con una forrajera y obtener un rinde adicional para la misma superficie de plantación.
De todos modos, entendemos que cualquier emprendimiento energético que se realice en este sentido necesariamente debe contemplar el análisis de los impactos sociales y ambientales que pueden traer aparejado, sobre todo en áreas poco pobladas, como también la generación de empleos y eventual aumento de la renta en condiciones de sustentabilidad. Además, se debe tener en cuenta la promoción de planes y políticas de apoyo y promoción de nuevos desarrollos agrícolas, con el objeto de la inserción social de sectores excluídos del proceso productivo.Sin dudas, el desafío es importante, porque supone el choque de intereses contrapuestos y distintas expectativas. Pero resulta inevitable iniciar el proceso de cambio de la matriz energética global. La Argentina ha dado los primeros pasos en biocombustibles. Es preciso, entonces, coordinar las necesidades ambientales y energéticas. Es por ello que hemos creado una mesa de trabajo entre las Secretarías de Energía, Agricultura y de Ambiente de la Nación.
El crecimiento del biocombustible debe responder a un ordenamiento ambiental del territorio y fundarse en estudios científicos sobre su real contribución ambiental y energética. Por eso, estamos actuando a conciencia, con responsabilidad, y seguiremos impulsando desde el Estado el debate de ideas acerca de la mejor manera de definir una nueva matriz energética y medidas concretas para el reemplazo gradual de los combustibles fósiles.
Fuente: Diario Clarín