Bioenergías, falta diálogo en el sector azucarero.
Los industriales y los cañeros siguen sin negociar la participación que tendrán los productores en el nuevo esquema de biocombustibles(etanol).
A medida de que se aproxima el inicio de la zafra azucarera cobran mayor efervecencia los reclamos de algunas de las partes que componen el sector azucarero. Así, los obreros de Fotia velan armas para comenzar las negociaciones paritarias, ámbito en el cual exigirán, de movida, un incremento salarial del 35% y mejoras en las condiciones de trabajo. Los dueños de los ingenios también deberán atender el reclamo de los cañeros, quienes presionan para que se defina cuanto antes la participación que ellos tendrán en el incipiente negocio de los biocombustibles.
El programa que impulsa la mezcla de etanol con las naftas empezó con las dificultades propias de un esquema que establece un cambio radical en las condiciones de producción de un sector como el azucarero. Hasta ahora, la actividad en su conjunto elaboraba al año unos 220 millones de litros de alcohol con destino a los mercados de perfumería, farmacia, bebidas, etcétera, y para la exportación. El problema es que los ingenios deberán concretar las inversiones para producir otros 270 millones de litros de alcohol al año para abastecer a los biocombustibles. Eso significa ampliar las destiladoras y la capacidad de deshidratación de alcohol, lo que presupone una inversión de unos U$S 150 millones sólo para la actividad azucarera de Tucumán, un promedio de U$S 10 millones por ingenio. Es mucho dinero, y más para un sector que viene arrastrando algunas crisis crónicas y que debe encarar este nuevo desafío con recursos propios, sin apoyo financiero estatal o privado.
Los cañeros, como dueños de la materia prima base para la elaboración del etanol, pretenden que en la distribución del alcohol rijan los mismos principios que en la fabricación de azúcar. Esquema de maquila mediante, en general los ingenios no pagan con dinero por la caña que reciben de los productores, sino que les entregan un 60% del azúcar que se obtiene, dado que los cañeros son los dueños del azúcar, y en realidad son ellos los que le pagan con el endulzante a los industriales por el servicio de molienda de la caña. En el proceso de fabricación de azúcar se generan subproductos, como la melaza -que, por tradición, quedaba para los ingenios-, de donde hasta ahora se elaboraba el alcohol. En este punto surge el primer foco de conflicto entre industriales y cañeros, porque estos exigen su parte de cualquier alcohol que se produzca, mientras que los dueños de los ingenios quieren distribuir el etanol que surja de la molienda de caña sólo para alcohol. El problema es que el debate de estos temas no parece figurar a la cabeza de las agendas de los industriales, o al menos no en esta instancia en que el sistema recién se está poniendo en marcha. Por ahora, sólo producen los ingenios tucumanos La Corona, Santa Rosa y La Florida, y Tabacal de Salta. En el segundo semestre se sumarán otras compañías.
Dentro de la industria, las visiones sobre la situación difieren. Algunos empresarios creen que se hace lo que se puede, otros desconfían hasta de su propia sombra, otros creen que todo se está desarrollando a los tropezones, por falta de planificación, y finalmente están los eternamente optimistas, que a veces soslayan problemas o postergan sus resoluciones en nombre de la gran oportunidad que los biocombustibles representa para la actividad azucarera. Por el lado de los cañeros, un amplio grupo se unió en torno de una mesa nacional cañera, pero un sector importante de productores tucumanos no se integró a esta entidad.
Probablemente, los cañeros deberán comprender que los ingenios afrontan un desafío multimillonario que demanda todas las energías y recursos que tienen a mano para encararlo. Y los industriales también tendrán que entender que algunos cañeros tal vez estén en condiciones de poner el hombro, pero otros probablemente necesiten un refuerzo económico para recuperarse de un año que les resultó adverso. De cualquier manera, todo se podría resolver si hubiera diálogo.
Autor
Fernando García Soto
Redacción
Fuente: La Gaceta