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Exigen previsibilidad para las inversiones en biocombustibles

ClaudioMolinaQuieren cambios en la ley vigente.

Claudio Molina dijo que hasta ahora los anuncios son de firmas cerealeras que ven un negocio marginal. Sostiene que hay granos tanto para alimento como para procesarlos como combustibles.

Claudio Molina fundó, hace veinte años, la Asociación Argentina de Biocombustibles e Hidrógeno, una entidad que funciona de manera virtual, cuyos socios se comunican vía e-mails o en el chat, con el objetivo de desarrollar y promover el uso de nuevos sistemas de energía. Esta semana pasó por Santa Fe para participar como disertante en una jornada realizada en dependencias de la Sociedad Rural.

En diálogo con El Litoral, remarcó que la actual ley nacional sobre biocombustibles es «mala» porque no otorga previsibilidad, hizo notar que las inversiones que se anuncian son «negocios marginales de las cerealeras» y consideró «ideológica» la polémica desatada por los países petroleros contra los intentos de producir combustibles a partir de los cereales. «Hay que actuar con racionalidad. Puede haber granos para alimento humano, animal y, también, para energía», aseguró.

Desde la Asociación, Molina recorrió los pasillos del Congreso cuando se discutía la ley de Biocombustibles y ahora asegura que hay que introducirle urgentes reformas. «La norma vigente es mala y requiere urgentes cambios para que alienten las inversiones, que son muy necesarias en el sector. Celebro que el gobierno haya puesto el tema en la agenda de Estado. Pero, para que la legislación surta efecto, hay que dotarla de previsibilidad; asegurar que, si hay cambios en el régimen, sean lógicos y no que te destruyan». El objetivo es llegar a tener normas similares a las que tienen el software, la minería, la forestación y la energía eólica. «No estoy pidiendo nada imposible».

Molina valora que la provincia tenga una ley en la materia. No obstante, asegura que las inversiones están condicionadas a la norma nacional.

Anuncios realizados

El especialista considera «marginales» a las inversiones de plantas de biocombustibles que se anunciaron desde la sanción de la ley. Dichos anuncios se corresponden con empresas cerealeras. «Son firmas que exportan el 90 % del aceite que producen. Anuncian una inversión de 40 millones de dólares, pero facturan 2 mil millones en la venta de aceite. Manejan un millón de toneladas de aceite al año y derivan fondos para una planta de bio de 200 mil, que la amortizan rápidamente por el diferencial de retenciones. Si le cambian la regla, cierran la planta y siguen exportando aceite. A una cooperativa pequeña, le cambiás la regla de juego y la quebrás».

Sostiene que las plantas para autoconsumo tienen que cumplir algunos requisitos para que sean rentables: estar lejos del puerto y tener cerca una explotación ganadera muy, pero muy grande, que consuma la harina proteica que queda del proceso de transformación de la semilla.

En cuanto al debate mundial planteado sobre la conveniencia o no de producir biocombustibles para competir con el petróleo, Molina considera que las posiciones extremas son malas. «La Argentina puede hacer nada en biocombustible, puede seguir exportando el grano, pero no por eso va a contribuir a paliar el hambre del mundo porque, seguramente, nuestros compradores van a encargarse de procesar ese grano. Nos va a pasar como con el cuero que sale del país y, después, vuelve hecho cartera o zapatos».>

No duda en afirmar que «Hugo Chávez quiere petróleo caro y alimentos baratos, porque su economía depende de las exportaciones de crudo. Cuando el barril cuesta menos de 60 dólares, la Opep ordena bajar la producción. Hoy, el petróleo es una de las principales causas de inflación mundial, no los biocombustibles».

Remarca que los granos son «una herramienta que se debe usar con racionalidad, con planificación a largo plazo, viendo efectos positivos y negativos, abstraerse de las ideologías y hacer lo mejor para el país».

Insiste con el término razonabilidad y planificación para el uso del suelo. «Asistimos a cosechas récord y hay suficiente demanda para alimento humano, animal, para hacer combustibles y otros usos. ¿O vamos a prohibir que se siembre tabaco y algodón que no son alimentos?»

Las normas europeas demandan un mayor uso de combustibles vegetales en los próximos años, las empresas petroleras se reconvierten en empresas de energía y Molina apuesta a que la Argentina tenga políticas a largo plazo para desarrollar este tipo de combustibles y no dejar pasar la oportunidad.

Brasil

Molina destaca que el vecino país está logrando grandes inversiones en plantas de biocombustibles, especialmente, etanol, y subraya que es debido a que tiene políticas a largo plazo.

Brasil empezó el desarrollo de etanol allá por 1987, cuando la Argentina tuvo en 12 provincias plantas de alconafta. «Fue una solución al problema de los azucareros, que tenían precios bajos. Cuando se arregló ese problema, dejaron de producir y se acabó el plan. En cambio, Brasil siguió adelante y hoy es el mayor productor mundial, junto a Estados Unidos. Ambos producen el 75 % de ese combustible. Me parece que tenemos que aprender de la historia y de los vecinos».

Falso dilema

Molina afirma que «la superficie agrícola implantada puede crecer en la Argentina, abriendo un abanico de posibilidades para el desarrollo de los cultivos tradicionales, como también de otros alternativos, de escasa difusión en nuestro país». Trae a colación un estudio de un grupo de científicos y técnicos de la cátedra de Ecología de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, entre los que se destaca el profesor Jorge Adámoli, quien sostiene que es posible expandir la frontera agrícola en la región del Gran Chaco en alrededor de tres millones de hectáreas.

«Esta actividad -en la medida que se desarrolle a partir de estudios imparciales de impacto ambiental- será beneficiosa para toda la sociedad», dice. También considera que «el avance de la biotecnología nos traerá nuevos eventos que contribuirán significativamente al aumento de la productividad, la concientización de toda la sociedad, a favor del uso racional de los recursos limitados, como el agua».

Considera apocalíptico el dilema que promueven algunos profesionales de «alimentos vs. energía». «El mundo está en condiciones de ofrecer a sus habitantes alimentos en abundancia, a partir de cultivos destinados a este fin y, al mismo tiempo, sembrar otros para uso industrial -como el algodón- o energético, como los destinados a la producción de biocombustibles».

Por Mario Cáffaro

Fuente: Diario El Litoral

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