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Biocombustibles: La Campiña marcha con agroenergía

ChalaceaPlantaBiodieselLos Gaido integrarán granos, carne y biodiésel en el establecimiento La Paula, de Chalacea.

Chalacea. Dos imágenes y algunas palabras parecen ser suficientes para trazar los meridianos de la identidad narrativa del establecimiento La Paula. «La historia comenzó en 1974, cuando todo era monte, un horno de carbón y una chiva. De la energía a leña pasamos ahora a la bioenergía», sintetizó José Oreste Gaido, al frente de la empresa familiar La Campiña, que acaba de inaugurar su planta de biodiésel para autoconsumo. 

Quienes conocen a los Gaido saben que la apuesta a una nueva matriz energética no es casualidad. Es que en los últimos 30 años, buena parte de la historia rural de Chalacea se ha escrito al ritmo de esta familia, que algo de pionera tiene en la transformación productiva que experimentaron los campos de cría vacuna.

Las 800 hectáreas de La Paula, en las que años atrás coexistía el monte con el ganado bovino, muestran ahora un impactante tapiz agrícola de soja y maíz, que rotan religiosamente con el trigo y que ahora sumarán 70 hectáreas con colza bajo riego.

Esa oleaginosa alimentará la planta de biodiésel elaborada por la empresa Imegen, de Tancacha, en el macro del plan Bio-FAA, que también integran la Federación Agraria Argentina (FAA) y la Facultad Villa María de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN).

Eso no es todo: este año volverán los novillos a La Paula, bajo el modelo de un feed lot que ahora comparte tierra con la cabaña Hereford y Braford de la empresa en un campo 1.515 hectáreas ubicado entre San José de la Dormida y Las Arrias. De esa forma, los Gaido gestarán la trilogía carne, granos y energía.

Ello porque la harina que se obtiene como subproducto en el proceso de molienda de la colza para la elaboración del biodiésel será usada en la dieta de balanceado que requieren las 1.800 cabezas bajo engorde intensivo. Una forma eficiente de cerrar un círculo virtuoso que ya tiene planes de agrande.

La empresa pretende aumentar la producción de carne en su campo agrícola, ya que la harina (se obtiene casi 10 toneladas por día) alcanza para dar de comer a 5.000 cabezas.

Revolución. «Siempre buscamos la tecnología de punta. En cierta forma, estamos haciendo una revolución en los parajes desolados de la pampa seca», explicó Gaido, que con cada palabra inyectaba el virus del entusiasmo en la nueva generación que forman los mellizos Agustín y Bernardo, de 28 años.

Para el jefe de la familia, hay una tendencia incontenible hacia las energías alternativas. Pero la nueva revolución tiene un fuerte componente endógeno que busca su retroalimentación como estrategia de crecimiento tranqueras adentro.

El compromiso es tal que implica la decisión de ganar independencia energética desde lo básico, por lo que la inversión incluyó un grupo electrógeno John Deere de 250 kw. En total, la empresa desembolsó 400 mil dólares (1,25 millón de pesos) para darle forma a su nuevo emprendimiento.

La planta de biodiésel es capaz de entregar 4.000 litros diarios de producto, por lo que su capacidad anual trepa al millón de litros. Con sólo 20 por ciento de la producción se cubrirá la necesidad del establecimiento rural para alimentar sus máquinas y equipos de riego.

Eso significa que, si trabaja a full, a La Campiña le «sobrarán» 800 mil litros de biodiésel al año. «Estamos realizando las gestiones para obtener la habilitación que nos permita proveer biodiésel para cubrir el cupo local (corte del cinco por ciento que regirá desde 2010)», anticipó Gaido.

En la provincia existen cuatro plantas provistas por Imegen que fabrican biodiésel para autoconsumo. Una está en Tancacha, otra en Pilar y una tercera ya funciona en Jovita, donde la Cooperativa Agricultores del Sur realizó las primeras pruebas con semillas de algodón.

Eso demuestra que las máquinas están preparadas para trabajar con cualquier tipo de aceite vegetal y con grasas animales. También se le puede incorporar un módulo para el procesamiento de aceite de fritura, tal como ocurre con la planta que Imegen le vendió al municipio de General San Martín (Buenos Aires). La firma colocó otras dos en Salto Grande (Santa Fe) y en la localidad bonaerense de Vedia.

Al frente del Centro de Investigaciones en Tecnologías Lactocárnicas (Citelac) de la UTN Villa María, Roger Illanes es considerado como uno de los padres del proyecto biodiésel que impulsa la FAA. Asegura que “los números apenas cierran con soja, pero mejoran con colza”. Esta última representa el 85 por ciento del costo final, que Illanes ubica entre 0,97 y 1,12 peso por litro de biodiésel (un promedio de 1,04 peso). Si el proceso fuera con soja, habría que hablar de casi 1,80 peso.

El costo de implantación de una hectárea de colza ronda los 380 pesos y el rendimiento medio del cultivo es de 1.500 kilos (para un litro de biodiésel se requieren 3,5 kilos). Pero la expectativa de los Gaido es obtener, por lo menos, el doble de productividad con el cultivo bajo riego.

Uno de los obstáculos es el escaso desarrollo genético de las semillas y otro se presenta en la cosecha, ya que la maduración es despareja. Agustín Gaido señaló que aplicarán un desecante para homogeneizar el lote. La colza será sembrada en los próximos días sobre una parcela que será desocupada por una soja de primera.

La cosecha del poroto se aceleró esta semana en La Paula para aprovechar la ventana de los días sin lluvia. La imagen de las cosechadoras “tragando” vainas secas se repite en muchos de los campos recostados en los márgenes de la ruta provincial 17, al noroeste del departamento Río Primero.

Proceso. La planta fabricada por Imegen respeta el pedido original de contar con una extractora de aceite eficiente con el mínimo equipamiento. “Es como un Ford Falcon modelo 2006; un fierro de manejo simple” comparó Illanes.

Para trabajar con colza fue necesario adaptar el tornillo de prensa para lograr la mayor extracción posible de aceite en presión única y con ingreso de semilla en frío. En el módulo de prensado se obtiene aceite y tortas de harina. El primero pasa a tanques externos, mientras que el subproducto es enfriado y pasa por un chimango para su recolección.

El aceite, en tanto, pasa primero a un tanque para regular la acidez y separar la capa de jabones. De allí se traslada al reactor, que es el corazón de la planta, donde el realiza el proceso químico con soda cáustica y metanol (metóxido). El biodiésel, impuro, pasa a otros recipientes para decantar la glicerina y luego se procede a su purificación, mediante un lavado que elimina restos de aceite, alcohol y de la catalización. La última etapa es el secado, que reduce la humedad del combustible a menos de 0,5 por ciento. Todo el proceso se completa en tres horas.

Convencer. Los primeros intentos locales para mostrar las ventajas del biodiésel datan de 1982, cuando el entusiasmo de Illanes pasó inadvertido para un grupo de productores en una charla en Cruz Alta. Incluso, hubo que recurrir al marketing para que la gente probara biodiésel en sus tractores y vehículos.

“Lo más difícil es hacerles entender que se tienen en transformar en industriales”, reconoció Illanes, quien defendió la calidad del producto y aseguró que se respetan los protocolos y las normas de calidad, con validaciones homologadas por laboratorios nacionales.

Por su parte, el titular de Imegen y presidente de la Cámara de Productores de Biocombustibles de Córdoba, Oscar Gentili, reclamó la adhesión de la provincia a la ley de promoción del sector y una norma que fomente los emprendimientos. “Córdoba será un actor principal en el mercado local y regional”, afirmó el industrial.

Por Daniel Alonso-Redacción Diario La Voz del Interior

Fuente: La Voz del Interior

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