El petróleo comienza a perder el monopolio energético que ostentaba.
Los países más desarrollados tratan de lograr acuerdos conjuntos.
El debate sobre energías alternativas y movilidad sostenible ha calado en la sociedad. Por ello, los gobiernos de los países más desarrollados tratan de lograr acuerdos que les permitan actuar en una misma dirección de cara a un futuro que cada vez sienten más cercano.
En este contexto, el petróleo comienza a perder el monopolio energético que ostentaba en muchos sectores, entre ellos el del transporte, y aparecen diferentes opciones para ir reemplazándolo progresivamente, unas con vistas al largo plazo, otras que se ven como soluciones de trasición y algunas con una implantación inmediata a falta de un desarrollo más profundo.
En Europa, Suecia ocupa una posición de liderazgo en lo que a temas medioambientales se refiere y tienen diversos frentes abiertos, con objetivos claros de reducir las emisiones contaminantes en unos plazos bien definidos. En el sur del país, y más concretamente en el área de Estocolmo, el biogás es uno de los combustibles por los que han apostado con fuerza.
Al igual que el gas natural, está compuesto en un 95-98% de metano, pero a diferencia de éste, no es un combustible fósil que también se obtiene en las explotaciones petrolíferas. La ventaja del biogás es que se puede producir en cualquier parte, lo que garantiza la independencia energética.
En la actualidad, la mayor parte del biogás proviene del tratamiento de aguas fecales y residuos orgánicos, que tras un proceso de fermentación y tratamiento químico alcanza ese alto porcentaje de metano. Eso no sólo supone un alto beneficio social al eliminar grandes cantidades de basura, sino que la «materia prima» para su obtención tiene un coste cero y se crea una relación directa entre el aumento de población y las posibilidades de generar gas. En otras palabras, cuanta más gente haya, más porquería que reciclar.
Otra diferencia con el gas natural es que su producción no conlleva ningún tipo de emisión nociva extra y, como aquél, también es limpio al ser quemado como combustible y tiene un valor energético elevado.
Por todo ello, la alcaldesa de Estocolmo para asuntos de tráfico y medioambiente (en esta ciudad hay cinco alcaldes al mismo nivel y con cometidos específicos cada uno) ha impulsado en los últimos años la creación de plantas para producir biogás, así como el número de estaciones de servico para el suministro. Además, la flota oficial de vehículos dependiente del consistorio está compuesta en un 80% por coches, camiones y autobuses «limpios» (usando diversas tecnologías), y el objetivo es llegar al 100% en 2010.
Mercedes-Benz, con su gama de industriales Econic, suministra en esta ciudad buena parte de los camiones de basura y de otro tipo de vehículos de servicios, tanto de titularidad pública como privada. Los modelos Econetic ofrecen distintas alternativas de propulsión «limpia», entre las que destacan los híbridos diésel o las versiones de gas que, por cierto, se puede utilizar también licuado, lo que aumenta su capacidad de almacenaje y autonomía, pero encarece el proceso al tener que añadir una etapa de enframiento a 161,5 grados bajo cero.
El precio de adquisición de un Mercedes-Benz Econic alimentado por gas es aproximadamente un 15% más caro que su equivalente diésel, sin embargo, el ahorro en el uso cotidiano es grande, gracias al precio subvencionado del combustible (casi la mitad) y a las exenciones de impuestos de que disfrutan, a lo que hay que añadir otras ventajas como el acceso gratuito, sin pago de peaje, al centro de la ciudad. La reducción en un 50% del ruido emitido por el motor es otro beneficio adicional, tanto para sus ocupantes como para los demás ciudadanos.
Jaime Hernández/Estocolmo