Restos de gambas, melones, pavos, café o excrementos humanos se utilizan para crear combustibles ecológicos.
Transformar en combustible ecológico residuos que de otra manera se convertirían en un contaminante. Éste es el objetivo de diversas empresas y grupos de investigación en todo el mundo.
En algunos casos, la materia prima parece más obvia, como los aceites de cocina usados para la fabricación de biodiesel, pero otras veces los investigadores se basan en los productos más insospechados.
El 20% de las cosechas de melones, cientos de miles de toneladas, se tiran a la basura cada año por no considerarse aptos para su comercialización. Un reciente estudio, publicado en la revista Biotechnology for Biofuels, asegura que esos melones podrían utilizarse para crear bioetanol y otros productos útiles. El zumo fermentado se podría transformar en combustible. La sustancia del melón tendría diversas aplicaciones, como la producción de licopeno, utilizado contra el cáncer de próstata, o L-arginina, un aminoácido con capacidad para reducir la presión sanguínea.
Cientos de miles de toneladas de melones tirados a la basura cada año podrían usarse como biocombustible.
En Irak, el Gobierno quiere recuperar la economía de este país mediante diversas medidas de estímulo. Una de ellas es el aprovechamiento de los dátiles como biocombustible. Aunque este país cuenta con la tercera reserva mundial de petróleo, el sector agrícola ha mantenido de forma tradicional a sus ciudadanos. La producción de dátiles llegó en sus mejores momentos a las 900.000 toneladas anuales, de las que la gran mayoría se exportaba. En estos momentos se mueve en torno a las 350.000 toneladas. La transformación de esta fruta en etanol podría ayudar a volver a las cifras anteriores, según las instituciones iraquíes.
Los científicos buscan también todo tipo de plantas con capacidad energética. Las posibilidades son muy diversas y las noticias sobre nuevas utilidades son constantes. El Centro de Investigación de la Energía y el Medio Ambiente de la Universidad de Dakota del Norte (EE.UU.) ha desarrollado un super biocombustible, denominado Jet Propellant-8 (JP-8), a partir de aceites de canola y soja. Sus responsables han logrado lanzar un cohete en el desierto de Mojave a una altura de 6.100 metros, una cifra récord con este tipo de biocombustibles.
El Premio Auto X ofrece 10 millones de dólares al mejor diseño de un sistema de automoción ecológico. Los laboratorios All Power en Berkeley, California, compiten con un coche que funciona con virutas de madera. El sistema se basa también en la gasificación. La capacidad de la biomasa como combustible es muy atractiva y el gobierno estadounidense acaba de revisar sus estándares para lograr en 2022 una producción de 3.800 millones de diésel procedente de biomasa.
Combustible con restos de pavo y gambas.
Los restos procedentes de productos alimenticios son otra mina que podría explotarse en breve. La empresa Changing World Technologies (CWT), con sede en Nueva York, pretende convertir en combustible ecológico los restos de pavo desperdiciados en el Día de Acción de Gracias de EE.UU. Sus responsables se basan en la termo-depolimerización, un proceso que utiliza calor intensivo y altas presiones para producir gas natural, gasolina y diversos minerales. Esta tecnología se utiliza desde los años setenta, pero esta empresa ha introducido algunas modificaciones para, según sus responsables, ser más eficientes y ecológicos en el aprovechamiento de residuos agro-ganaderos. Algunos expertos se han mostrado escépticos por un sistema que no ha pasado de su fase de pruebas en una granja de Carthage, en Missouri.
Los restos alimenticios marinos también pueden ser de gran utilidad. La producción de biodiésel requiere un catalizador que suele quedar inservible durante el proceso y que genera un gran gasto de agua. Investigadores de la Universidad china de Hua Zhong utilizan los restos de gambas para mejorar el proceso y reducir los efectos secundarios del catalizador.
En Oslo, 80 autobuses se mueven con el metano procedente de las plantas de aguas residuales.
En España, la posibilidad de aprovechar los sobrantes de las queserías podría ser pronto una realidad. Así se desprende de un estudio realizado en Asturias por el Centro de Competencia Científico Tecnológico de Productos Transformados de la Leche (CECOC-PTL) y en Galicia por el Centro Tecnológico Agroalimentario de Lugo (Cetal). Sus responsables creen que sería posible fabricar etanol a partir de lactosuero, un subproducto de este sector nocivo si no se trata de forma adecuada.
Excrementos como gasolina ecológica.
Escatológico pero muy ecológico.
Diversas ciudades utilizan ya las aguas residuales para obtener electricidad. Los biocombustibles a partir de las defecaciones humanas o animales se barajan como otra opción. La empresa estadounidense Waste Management y Valero Energy, la refinería más importante de EE.UU., trabajan en un proyecto para transformar aguas residuales en biocombustible.
La orina, uno de los residuos más importantes del planeta, es un candidato ideal. El profesor Geraldine Botte, de la Univesidad de Ohio, trabaja en un sistema experimental para convertir la urea, el principal componente de la orina, en la base de futuras células de combustible. El hidrógeno y el nitrógeno de la urea se descompondrían mediante electrólisis. De paso, se evitaría el problema del tratamiento de este residuo, según Botte.
En Oslo, las dos plantas de tratamiento de aguas residuales han empezado a recolectar el metano obtenido en el proceso de depuración para su uso como biogás en 80 autobuses urbanos. Los responsables de la capital noruega explican que el impacto ambiental de este residuo se reduce y se aprovecha como combustible ecológico.
La empresa canadiense AMEC quiere aprovechar los pañales usados como biodiésel. El sistema se basa en un proceso de pirólisis que transforma el plástico, las resinas, las fibras y los excrementos en una mezcla de gas y combustible. Sus responsables esperan utilizar 180 millones de pañales al año para producir 11 millones de litros de biodiésel. Otro problema convertido en solución: la descomposición de los materiales de estos pañales puede llevar 100 años en los vertederos.
Biocombustible con café, chocolate y bebidas alcohólicas.
Juan Luis Guerra no es el único al que le gustaría que lloviese café en el campo. Los participantes de la Café Racer utilizan los posos de este alimento como combustible para sus vehículos. Para ello se basan en la gasificación, un método que transforma cualquier tipo de biomasa en un vapor inflamable válido para motores de combustión interna. Este proceso no es nuevo: durante la Segunda Guerra Mundial, cuando no había gasolina en Europa, más de un millón de vehículos lo utilizaron para convertir carbón y virutas de madera en gas.
Para quienes prefieran el chocolate, la compañía británica Ecotec ha creado un sistema para transformar los residuos de este alimento en biodiésel. Y no se queda en la teoría: dos aventureros británicos recorrieron el año pasado toda Europa y África del Norte en un camión con este biocombustible. En total, realizaron un trayecto de unos 7.250 kilómetros, que pasó por el desierto del Sahara. Para completar este periplo, utilizaron el equivalente a 80.000 barras de chocolate.
Las bebidas pueden aplacar también la sed de los vehículos. El inventor Paul Patone ha creado una tecnología que utiliza refrescos de cola de combustible. El sistema vaporiza el aditivo de soda, si bien necesita entre un 20% y un 25% de algún hidrocarburo para que funcione. Y una máquina, denominada «MicroFueler», convierte diversos residuos orgánicos, incluidos el vino o la cerveza, en etanol puro.
Por Alex Fernandez Muerza
Fuente: Consumer/España/Spain