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El biólogo molecular Hugo Menzella regresó en 2010 y en 2012 fundó la biotecnológica Keclon. Hoy tienen una planta de producción de enzimas industriales.
La carrera de Hugo Menzella arrancó al revés que la mayoría de los científicos. Ni bien se recibió de Bioquímico en la Universidad de Rosario, se fue al sector privado y vivió una década en Estados Unidos, trabajando en compañías biotecnológicas. En 2010 decidió regresar a su ciudad por temas familiares, y entró al Conicet pisando los 40.
«Me ofrecieron dirigir el Instituto de Procesos Biotecnológicos y Químicos (IPROBYQ). Si bien tengo una formación de ciencia básica trabajé muchos años en el sector industrial y salí a buscar problemas para resolver», cuenta Menzella.
«El hijo de un amigo trabajaba en biodiesel y me contó que tenían un problema de calidad. Entonces desarrollamos una enzima para limpiarlo. Una enzima es una máquina chiquita que facilita reacciones químicas. La que creamos para limpiar el biodiesel actúa como una tijera que corta los residuos para que salga limpio», explica el científico emprendedor.
«Un fondo privado nos dio plata para llevar adelante el proyecto en dos años, y lo resolvimos en seis meses», cuenta Menzella.
«Así fundamos Keclon, una empresa de soluciones biotecnológicas, junto a María Eugenia Castelli, Salvador Peirú y Andrés Aguirre, todos investigadores del Conicet. Fue buenísimo mientras duró, porque a partir de 2013 la industria del biodiesel se vino abajo por un cambio en las regulaciones (N de la R: todo comenzó con las restricciones a las importaciones de biodiesel argentino impuestas por España y la Unión Europea) y nos quedamos con una solución para un problema que dejó de existir», confiesa.
Química verde
Hoy tienen una planta de producción de enzimas industriales
Así fue como, del biodiesel, Keclon pasó a enfocarse en el aceite de soja. «Creamos otra enzima para mejorar la refinación, y redujimos la pérdida un 2,5%. Fue un golazo -asegura-. Argentina produce 10 millones de toneladas de aceite de soja al año, y exporta la mayoría. Con nuestras enzimas, se pueden exportar 250 mil toneladas más. Con más exportaciones a un valor de u$s1.500 la tonelada, con retenciones del 32%, es negocio para las industrias y para el Estado, sin aumentar la superficie productiva, ni gastar más energía ni contaminar», destaca.
Además de incrementar los rendimientos productivos, la adopción de soluciones biotecnológicas a gran escala, como las enzimas, es uno de los pilares de la llamada «química verde» ya que reducen el impacto ambiental de los procesos industriales: son biodegradables, ahorran energía y reducen el consumo de agua y otros recursos.
«Es la industria del futuro, basada en el conocimiento más que en los recursos naturales», dice Menzella. «Nosotros diseñamos enzimas para que hagan el trabajo y desarrollamos el proceso de producción de esas enzimas. Agarramos bacterias y le metemos un chip de ADN que codifica para desarrollar las enzimas que necesitamos. En un tanque metemos trillones de bacterias modificadas genéticamente que producen enzimas. Así es una biofábrica», explica el bioquímico y biotecnólogo.
«Hoy las enzimas se usan en muchas industrias: desde la fabricación de bebidas como la cerveza, alimentos como el pan lactal, y la industria cosmética y farmacéutica», detalla.
Del laboratorio a la empresa
Hoy las enzimas se usan en muchas industrias
En los últimos 10 años, Menzella combinó su trabajo de investigación, con la gestión de la empresa y la búsqueda de fondos para montar una planta productiva a gran escala. Luego de cuatro rondas de inversión, logró levantar u$s14 millones de inversores privados como Puerto Asís Investments, Ganagrin, Molinos Agro y el fondo AxVentures-Pymar Fund.
A esto se sumaron u$s800.000 del Fondo Argentino Sectorial (Fonarsec), y el acompañamiento del Conicet, la Universidad Nacional de Rosario, la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica y la Agencia Santafesina de Ciencia, Tecnología e Innovación.
Finalmente, en diciembre de 2021 Keclon inauguró su biofábrica de procesos de fermentación de alto rendimiento con laboratorio de I+D en San Lorenzo, a 30 km de Rosario. Con 80 empleados (la mayoría técnicos y profesionales), la planta tiene una capacidad de fermentación de 65 mil litros ampliable a 200 mil, para fabricar enzimas industriales destinadas al mercado interno y a exportación.
El próximo objetivo de Menzella es «volver un poco más al laboratorio del IPROBYQ e impulsar una incubadora de proyectos para que más científicos se animen a crear empresas. Hay propuestas súper interesantes», asegura y promete dar más detalles en una próxima nota.
Por Gabriela Ensinck
FUENTE: INFOBAE