El martes 11 de agosto tuvo lugar la primera edición de Green Drinks en Buenos Aires, una serie de encuentros mensuales que tiene por objetivo reunir los interesados en ecología: en espíritu similar a los «First Tuesdays» de la época de la «burbuja» de Internet. Allí me encontré con un joven Ingeniero del ITBA, Nicolás Brown que está escribiendo su tesis denominada: «Plan de energía solar y eficiencia energética en Argentina». Es muy alentador encontrar en las nuevas camadas de Ingenieros, algunos que se están enfocando en el estudio de energías renovables para lograr llevar a nuestro país a una matriz energética menos dependiente de los combustibles fósiles.
Me recomendó la lectura del documento de la Cámara Argentina de Energías Renovables , «Estado de la Industria Eólica en la Argentina». Un estudio de altísima calidad que les recomiendo leer y de donde provienen los datos para el siguiente análisis.
Dadas sus condiciones climáticas y geográficas, la Argentina, a priori, debería ser la primer potencia mundial en energía eólica. Posee gigantescas superficies ociosas donde construir parques y numerosas zonas con un factor de capacidad (FC) del 45%. El FC se define como: «valor porcentual de la energía que una turbina eólica entregará durante todo un año en relación a la cantidad de energía que podría entregar una turbina trabajando el 100% del tiempo».
Inclusive varias zonas del sur de la provincia de Buenos Aires tienen un FC = 35%. La mayoría de los lugares de Europa donde la energía eólica está muy desarrollada, tienen un FC que ronda el 25%. Dinamarca, por ejemplo, genera el 20% de su electricidad del viento y es considerada una de las mayores potencias eólicas. Debido a los inconvenientes de espacio se ve obligada a construir parques en el medio del mar lo que aumenta significativamente el costo de sus proyectos.
Actualmente, la Argentina tiene instalados tan solo 30MW de potencia eólica, casi en su totalidad por cooperativas eléctricas. Este número es prácticamente despreciable dentro de la matriz energética nacional. Se han gastado en el año 2008 unos 1800 millones de dólares en combustibles líquidos importados y en energía eléctrica de origen térmico comprada a países vecinos. Si se hubiese destinado el 15% de esa cifra a proyectos de energía eólica, tendríamos encaminados casi 700MW adicionales de potencia totalmente limpia y renovable.
Como dice el informe, «Una política de Estado en este sentido reemplazaría gasto por inversión , además de redundar en un significativo ahorro para el sistema». Según estudios teóricos, se podrían instalar en la Argentina 2000 GW de potencia eólica representando el doble de la capacidad de generación actual de los Estados Unidos.
No vamos a profundizar el aspecto económico, privilegiando aquí los aspectos tecnológicos y ecológicos, pero queda claro que la ecuación económica también indica un panorama muy privilegiado para la energía eólica en nuestro país. Podemos observar según el siguiente gráfico que a partir de un precio de barril de petróleo de 45 dólares tiene sentido la energía eólica en aquellas zonas cuyo valor FC se encuentre en un 45 por ciento.
El funcionamiento de los aerogeneradores modernos está basado en tecnologías muy avanzadas principalmente a nivel aerodinámico. Las aspas están diseñadas con la precisión de un ala de avión y los sistemas de control electrónicos permiten un óptimo aprovechamiento de las condiciones del viento a través de la orientación de la turbina y de la regulación del ángulo de incidencia de las aspas. Estos sistemas están también ligados a la seguridad, frenando de inmediato la rotación al detectar anomalías, temperaturas fuera de los parámetros normales e inclusive vientos demasiado fuertes mayores a 25 m/s. Para un generador de 1,5 MW, la góndola se encuentra a una altura entre 60 y 80 metros.
Los beneficios ecológicos son indiscutibles. Las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de la electricidad generada de esta manera son una pequeña fracción de las emitidas por centrales térmicas. Como se puede ver en el siguiente gráfico, la energía eólica solo genera 0,01 tonelada de CO2 por cada MWh producido, representando menos del 3% que una planta térmica a gas de ciclo combinado y 1% de una planta de carbón, muy comunes en Estados Unidos y China.
Es importante destacar que las emisiones provenientes de la energía eólica se deben a la fabricación y transporte de las turbinas ya que la operación en si misma no genera emisiones. Una turbina eólica compensa en 6 meses la energía necesaria para su fabricación, instalación, operación, montaje y desmantelamiento. En comparación, los paneles fotovoltaicos modernos compensan la energía de fabricación en un período que varía entre 1 y 4 años. Los paneles más antiguos directamente no lograban compensar la energía necesaria para su fabricación a lo largo de toda su vida útil.
Se preguntarán que estamos esperando. Afortunadamente la industria nacional ya está creciendo. IMPSA tiene una fábrica en el país capaz de proveer aerogeneradores mayores a 1,5 MW gracias a su fábrica ubicada en Mendoza. Otra empresa, NRG Patagonia comercializa un modelo de 1,5 MW especialmente diseñado y reforzado para los vientos muy fuertes patagónicos. A su vez, INVAP , especialista en aerogeneradores de baja y media potencia está desarrollando un modelo también de 1,5 MW para vientos intensos.
Felicitamos a la gente de la Cámara Argentina de Energías Renovables por tan valioso informe y esperamos que despierte el interés de muchos emprendedores y expertos para aprovechar esta oportunidad tan fabulosa que nos está dando la naturaleza.
Por Rodrigo Herrera Vegas
Rodrigo Herrera Vegas es co-fundador de sustentator.or
Fuente: La Nación
Foto: Home 2009