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BIOMASA EN ARGENTINA: UN NEGOCIO SUSTENTABLE Y RENDIDOR

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La generación de energía a partir de subproductos del agro crece como alternativa económica. Cinco casos que apuestan al valor agregado.

Foto:Biodigestor/ Adecoagro transforma el estiércol de los tambos en biogás, electricidad y biofertilizantes.

«La energía de la naturaleza». Dentro del ciclo «Bioeconomía: la salida de la crisis con sustentabilidad», que lleva adelante la fundación Usina Social, referentes de emprendimientos de producción sustentable expusieron sobre sus casos. Cabe recordar que se entiende a la bioeconomía como un modelo que compatibiliza las modernas tecnologías con la sostenibilidad ambiental en la búsqueda de una mejor localización territorial, basada en un sistema empresarial más equitativo, con posibilidad de generar empleo inclusivo.

«En Argentina hay numerosos territorios que no disponen de escasa o nula energía, no adecuada a la demanda que realmente requiere la industria local. Paralelamente, en esas zonas hay una disponibilidad de biomasa producida o residual de la agroindustria o de la actividad pecuaria», señaló José María Méndez, ingeniero a cargo de la estación experimental del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta) en Totoras.

El profesional, moderador del mencionado encuentro de la Usina Social, alertó que «el residuo de esa producción intensiva significa un problema por los efluentes, los cuales conforman un pasivo preocupante en cuanto a la contaminación ambiental».

De allí surgió la exposición de los referentes de cinco iniciativas en marcha que dan cuenta de cómo ello se puede «transformar en un activo económico interesante y una alternativa de solución para generar y abastecer la agroindustria local, agregar valor a la producción en origen, aportar al desarrollo de las comunidades del interior y aumentar de la calidad de vida», refirió Méndez.

La planta de valorización de descartes de zanahoria en Santa Rosa de Calchines, es el resultado de un proyecto conjunto entre la Universidad Nacional del Litoral (UNL), la empresa Val-Mar (dedicada a la producción y empaque de esa hortaliza) y la Asociación para el Desarrollo del Departamento Garay.

El establecimiento ubicado sobre la ruta Nº 1, permite aprovechar toneladas diarias de desechos para convertirlos en subproductos de alto valor agregado, como alcohol etílico, biocombustible y derivados con aplicación en farmacéutica, perfumería y a industria alimenticia.

Argentina produce anualmente 300 mil toneladas anuales de zanahorias, principalmente en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Mendoza y Santiago del Estero. Particularmente en el territorio santafesino se generan 100 mil toneladas por año en la zona del departamento Garay, con un rendimiento de 80 toneladas por hectárea.

De esa cantidad, «entre 30 mil y 40 mil toneladas anuales se descartan por cuestiones de comercialización, ya sea por su forma, tamaño o enfermedades. Son 100 toneladas por día que se destinan para alimentar ganado, de las cuales sólo se aprovecha entre un 10 por ciento y un 15 por ciento, porque el resto se pudre en el campo, generando daño ambiental, además de una pérdida importante para el productor», explicó el ingeniero Juan Carlos Yori, investigador principal y profesor asociado del Instituto de Investigaciones en Catálisis y Petroquímica (Incape), de doble dependencia de la UNL y Conicet.

El emprendimiento, «es una biorrefinería de tercera generación», explicó el profesional: mediante un desarrollo tecnológico se logra la separación eficiente de los valiosos compuestos de la zanahoria, entre ellos, fibra y carotenos.

La planta piloto se construyó con aportes del Fondo Argentino Sectorial (Fonarsec), muele en primer lugar la hortaliza, extrae el jugo y lo separa del bagazo que va a un tanque de extracción. Allí se usa etanol (que se obtiene del mismo aprovechamiento de los azúcares fermentables) para separar los carotenos que posteriormente se mezclan con el jugo y van a un tanque de precipitación en donde se obtiene un precipitado de caroteno pectina por un lado, y por otro, una melaza mezclada con el solvente de extracción.

Este último posteriormente se dirige a una torre de destilación en donde se recupera el alcohol, mientras la melaza pasa a un tanque de fermentación que se logra añadiendo una levadura. Posteriormente, esta mezcla va a un tren de destilación donde el alcohol se concentra para obtener el bioetanol en grado 96.

La planta piloto procesa 2.000 kilos de zanahoria por día. «Empezamos el proyecto pensando recuperar el costo de ese descarte para el productor, que de cada tres hectáreas sembradas, pierde una y esto ronda en los $2.500», explicó Yori.

Lo cierto es que se obtuvieron 4.500 litros de bioetanol de 96º que tiene un precio de mercado hoy de $1 dolar por litro; entre 10 y 20 kilos de carotenos que valen entre 1.000 y 1.500 dólares por kilo, y 3.500 kilos de fibra dietaria, que tiene un precio FOB de entre $12 y $15 por kilo. «El resultado superó notablemente las expectativas que teníamos en un principio», remarcó. Yori añadió que luego, y gracias al aporte del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de Santa Fe, a esos productos obtenidos se los pudo transformar en emulsiones de carotenos en aceite vegetal qué se usa fundamentalmente en la industria de las pastas, en bioetanol y en fibra dietaria, con la que se encaró el enriquecimiento de alimentos funcionales como chorizos parrilleros, queso por salut y yogures.

Por último, «estamos en la etapa de producir suplementos dietarios biorreguladores a base de fibra y cápsulas y comprimidos autobronceantes a base de carotenos de zanahoria. Con todo esto se está tratando de formar una empresa de base tecnológica, en donde la universidad sería una de las partes. Estamos en pruebas de desarrollo en bioterio, viendo efectos en cuanto al control de glucemia, colesterolemia y masa corporal», remató Yori.

Biogás con estiércol

Adecoagro, la empresa agroindustrial productora de alimentos y energías renovables con presencia en Argentina, Uruguay y Brasil, presentó en el ciclo de la Usina Social sobre bioeconomía el manejo de su negocio lácteo, que lo realiza a través de tambos estabulados, más biodigestores que generan biogás, electricidad y biofertilizantes a partir del estiércol de las vacas.

«Nuestro modelo sustentable de producción arranca a partir de nuestros tambos estabulados que a su vez consiguen un suministro o una alimentación de nuestros campos, que generan un cultivo con el que le damos de comer a nuestras vacas. Estas son ordeñadas y el efluente que producen se introduce dentro de nuestros biodigestores donde se generan el metano con el que se producen 9.000 megawats/año. La energía se inyecta a la red para nuestras industrias o nuestros tambos, y el resto del fertilizante vuelve a nuestros campos y a cultivo», sintetizó Lisandro Ferrer, responsable de proyectos industriales en Adecoagro.

Para la generación de electricidad, «le metemos (al biodigestor) 15 toneladas por día de descarte de alimentación más el estiércol de 6.500 vacas en ordeñe. Todo eso va dentro de tres reactores, donde se ponen a trabajar las bacterias metanogénicas y todo el biogás que se genera lo metemos en un generador de 1,4 megas. Eso inyecta energía a la red con una capacidad de generar 34 megawatts por hora por día, lo cual equivale a darle suministro eléctrico a 500 hogares, explicó el directivo.

Los biodigestores, que funcionan en el tambo de Christophersen, en el sur provincial, son “un sistema de mejora ambiental. No es una solución al manejo de efluentes, porque el efluente que teníamos al principio en un estado orgánico lo seguimos teniendo en volúmenes un poco menores, pero siguen siendo grandes volúmenes. Por eso decimos que es una mejora”, aclaró Ferrer. “Además transformamos el metano, que es altamente contaminante, en dióxido de carbono que es menos contaminante, añadió.

“Nuestro sistema nacional es un sistema de muchas redes muy grandes y falta energía en las puntas de línea. Entonces éste es un ejemplo de que podemos tener el mejor biodigestor, pero si no tenemos punta de línea, es muy difícil inyectar nuestra energía”. De allí que “claramente nuestro biodigestor tiene beneficios ambientales y sociales, y nosotros vemos lo vemos como una solución a la generación distribuida, ya que inyecta energía y potencia en extremos de línea donde realmente se necesita”, concluyó el directivo de Adecoagro.

Residuos y energía x 2

Desde 2012 funciona en Timbúes una planta de tratamiento de efluentes líquidos agroindustriales orgánicos de alta carga (biomasa semisólida) de empresas de la zona, que a su vez a través de la biodigestión anaeróbica, cogenera energía eléctrica y térmica, volviéndola autosuficiente en un sitio donde no existe el suministro.

La iniciativa se puso en marcha a partir del subsidio del Fonarsec, a través de un consorcio público privado entre la UNL, SF Automatizaciones y Solamb, mediante el desarrollo de un sistema de cogeneración de energía eléctrica y térmica con biogás, y optimización del rendimiento produciendo metano biológico. De esta manera, el proyecto permite reabastecerse a la planta con energía renovable.

“Cada biodigestor tiene 3.200 metros cúbicos cada uno y sirven para tratar 9.000 kilos por día. Luego el efluente líquido se trata en un post-tratamiento aeróbico para ponerlo en condiciones de norma ambiental e ir hacia el Paraná”, explicó el ingeniero químico Eduardo Groppelli, director del proyecto.

Y continuó: “Todo el biogás producido se purifica a través de una torre lavadora por un sistema biológico natural orgánico recurriendo a flora orgánica. Luego de la purificación en una columna, lo que se hace es deshumidificar el biogás, sacarle la humedad mediante un equipo de frío que condensa la humedad, ésta se elimina, y mediante un sistema de soplado o de bombeo se toma ese biogás y se envía a los consumos”.

La planta tiene dos consumos: uno es energía eléctrica y otro térmico. Con la primera, la planta se autoabastece y con la térmica, calefacciona el biodigestor. Estos dos equipos permiten generar una potencia eléctrica con biogás de 400 Kw y una potencia térmica de 410 Kw. “El diseño fue hecho con 100% tecnología nacional”, remarcó el ingeniero.

La empresa logró en 2014 el certificado de aptitud ambiental extendido por la provincia de Santa Fe, y ha montado el sistema de cogeneración para autoabastecimiento total de energía con toda una serie de metas logradas a través de este trabajo entre la universidad y las dos empresas que conforman el consorcio público-privado.

“Hoy la planta está funcionando 100% autoabastecida con biogás. Nunca existió una línea eléctrica en ese predio donde no había energía eléctrica, y costaba mucho llevarla, o sea que con el propio residuo se puede autoabastecer totalmente la planta.

La planta trata residuos orgánicos de las empresas agroindustriales que operan en los puertos de Timbúes y Puerto San Martín, Terminal 6, Renova, Cargill, Dreyfus, Vicentin y Buyatti. “Esta es una empresa comercial que tiene su resultado económico, lo cual nos permitió operar o desarrollar un sistema que pueda brindar una operatividad a lo largo del año con buen resultado”, remató Groppelli.

Calor para un pueblo

Los Pinos es un pueblito de unos 340 habitantes ubicado en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires. Está flanqueado por una serie de establecimientos de producción intensiva y ello ha generado una serie de conflictos entre la comunidad y el gobierno local, por problemas de contaminación por olores y moscas.

Pero además el pueblo sufre de cortes frecuentes de luz y de picos de tensión, que a veces queman sus artefactos. Allí no existe red de gas y la principal fuente de calor es la garrafa. “Considerando este contexto nos propusimos construir una unidad demostrativa de producción de biogás que demostraría los beneficios de transformar residuos contaminantes en recursos valiosos, como la energía que el propio pueblo podría utilizar y la producción de biofertilizantes”, contó María Mercedes Echarte, profesional de la Unidad Integrada de Inta Balcarce.

“Lo que nosotros propusimos es la construcción de un biodigestor de una capacidad de 100 metros cúbicos para procesar los residuos de una granja avícola de gallinas ponedoras y los efluentes de un establecimiento de cría de cerdos, y con el biogás producido tratar de acondicionarlo y distribuirlo para uso doméstico, sobre todo porque eso atraía bastante el interés de la comunidad”, agregó.

Para encarar el proyecto se creó un equipo de trabajo transdisciplinario involucrando a actores científicos, universitarios, autoridades municipales y miembros de la comunidad. Fue necesario establecer alianzas con el gobierno local y se consiguió que Ferrosur Roca cediera una porción de terreno en desuso que antes pertenecía los ferrocarriles, estratégicamente está ubicado entre la comunidad y los productores de residuos.

“En colaboración con una empresa privada iniciamos la obra civil hace un par de años y como uno de los objetivos del proyecto era que la comunidad manejara su propio biodigestor, llegamos a la conclusión de que la mejor forma de administrar era una cooperativa que se constituyó hace poco más de un año. Entre sus primeras acciones, seleccionó al personal que son vecinos de Los Pinos que en el futuro van a operar la unidad demostrativa de producción de biogás”, recordó Echarte.

Hoy por hoy, junto a la empresa Buenos Aires Gas SA se trabaja en la red de distribución, “que es un punto nada sencillo dentro del proyecto justamente porque es la primera experiencia que conocemos en el país de este tipo”, finalizó la profesional.

Sistema circular

Para promover la economía circular, Gloria Rótolo, profesional de la estación experimental de Inta Oliveros, postuló el caso de una cooperativa de la comuna de Monje, “que es realmente un ejemplo de integración y de uso de sus desechos”, valoró la especialista en sostenibilidad y desempeño ambiental de sistemas agroalimentarios.

La cooperativa recibe los granos y exporta la mayor parte. Del resto, una porción se destina a la producción de alimento balanceado para cerdos y otra para la extracción de aceite, con lo que se generan expeler y aceite metilado. Con este último, se genera combustible que ya se está utilizando para la su propia movilidad.

En tanto, con todos los residuos de esos subproductos se alimenta un biodigestor que a su vez alimenta de electricidad a la planta de generación de aceite, y se pretende transformar a los digeridos en biofertilizantes que van a alimentar a los campos más cercanos que proveen de granos a esta cooperativa.

Un círculo perfecto

Pero además, “en el sitio de referencia estamos estableciendo un sistema de rotaciones semejante al de la región, con la incorporación de cultivos de cobertura multiespecie y la incorporación del componente animal con el objetivo de disminuir la utilización de insumos, mejorar el suelo y mitigar el impacto ambiental”, comentó Rótolo.

“Esto puede contribuir y colaborar con la producción de los productores de la zona que alimentan a la cooperativa e inclusive logrando a lo mejor en cierto grado mejorar sus propias producciones”, añadió la especialista del Inta Oliveros.

“Todas estas estrategias de producción y de negocio que se pueden aplicar en forma local y para la exportación nos benefician en la competitividad, es amigable con el medio ambiente, fomenta la innovación y el desarrollo regional. Pero para poder llegar a lograrlo efectivamente y que se expanda, se necesitan del apoyo de políticas públicas”, concluyó la especialista.

Por Lizi Domínguez

FUENTE: DIARIO LA CAPITAL/ROSARIO/SANTA FE

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