Desarrollista. De Souza Meirelles está al frente de un proyecto de expansión del etanol.
Entrevista a Joao Carlos De Souza Meirelles, productor brasileño.
Su empresa, Frontera Norte, trabaja en el desarrollo de nuevas áreas agrícolas, fundó tres ciudades y colonizó un millón de hectáreas, la mayor parte en Mato Grosso. Fuerte apuesta energética con la caña de azúcar.
Frontera Norte Ingeniería de Desarrollo Limitada es una empresa con más de 30 años en el desarrollo de grandes áreas en las nuevas fronteras agrícolas de Brasil. «Hemos hecho lo que llamamos en portugués colonización», relató ante La Voz del Campo el ingeniero Joao Carlos De Souza Meirelles, miembro del grupo y ex secretario de Agricultura del estado de San Pablo. Procedente de una familia de inmigrantes portugueses pero ya con varias generaciones entre los agricultores brasileños, De Souza Meirelles es considerado uno de los «padres» del despegue de Brasil como primer exportador mundial de carne vacuna.
También estuvo en Córdoba como disertante en el Primer Encuentro Empresarial Argentino-Brasileño de Bioenergía.
Explicó que los emprendimientos de Frontera Norte abrieron oportunidades a agricultores del sur de Brasil con familias numerosas y que buscaron nuevas tierras para ellos y sus hijos. «Para dar un ejemplo, hemos desarrollado en el estado de Mato Grosso actividades rurales en más de un millón de hectáreas. Eran tierras vírgenes, hicimos los proyectos, estudios de suelo y de conservación de la naturaleza y construimos ciudades. Yo he construido tres ciudades en esta nueva frontera», se ufana De Souza.
–¿De qué unidades económicas estamos hablando?
–Cerca de las ciudades son parcelas pequeñas para horto- fruti-granjeros que proveen a esas zonas urbanas, y van de una a cinco hectáreas. Luego, propiedades que pueden ir de 50 a 100 hectáreas, y otras que van de 100 a mil o dos mil hectáreas. Y más alejadas de estas ciudades, propiedades que pueden tener 10 mil hectáreas.
–¿Y en materia de bioenergía, qué proyectos tiene la empresa?
–En los últimos dos años hemos estado desarrollando un proyecto muy importante de formación de un cluster de bioenergías; no se trata de una usina o de una industria aislada, sino un conjunto de tres grandes emprendimientos. Cada uno va a plantar 60 mil hectáreas de caña de azúcar, o sea un total de 180 mil hectáreas. Están a unos 80 kilómetros una hacienda de otra para que la integración de la producción alcance los mil millones de litros de etanol por año, y además se producirá energía eléctrica. La parte industrial está en estudio final, la construcción va a ser contratada en 2010 y la primera unidad va a empezar a producir en 2012, la segunda en 2014 y la tercera en 2016.
–Hay una preocupación sobre los precios relativos, con el petróleo a 57 dólares el barril y la soja a más de 400 dólares la tonelada en Chicago. ¿Cómo afecta esto al negocio de los biocombustibles?
–En primer lugar, los precios relativos del petróleo impactan a toda la agricultura por el lado de los insumos (fertilizantes y defensivos derivados). En segundo lugar, para nosotros que producimos en Brasil etanol y energía eléctrica, si el petróleo está encima de los 40 dólares somos absolutamente competitivos con el etanol. Y todos los expertos en el mundo están convencidos de que el nivel de precios del petróleo va a estabilizarse en los próximos años alrededor de los 60 dólares. Y nosotros estamos buscando cada vez más competitividad; en cinco a 10 años podemos ser competitivos con petróleo de 35 ó 37 dólares el barril.
–En la Argentina y en Córdoba hay una gran especialización del productor en commodities agrícolas.
¿Qué recomienda para orientar inversiones agroindustriales en bioenergía?
–Sería mucha pretensión dar recomendaciones, pero sí me permitiría una reflexión: cuáles son los problemas que los agricultores, sean argentinos, brasileños o de cualquier parte, hemos vivido en el pasado. Hace 50 años no éramos lo más importante en la economía porque nuestros países vivían de nuestras producciones de trigo, maíz, carne, café. ¿Qué paso? Las generaciones que vinieron imaginaban que sólo la industria era la salvación nacional y a los campesinos nos consideraron de segunda importancia. La gran revolución es cambiar el concepto de que no somos productores de materias primas sino parte importantísima de una cadena productiva. Y si no organizamos a la cadena productiva, nos quedamos siempre como el amortiguador de los precios internacionales. Los otros siempre ganan, y nosotros, los productores, somos comprimidos en términos de precios. Pero si participamos de la organización de la cadena productiva, de los conceptos de formación de precios y de aumento de productividad, volveremos a ser lo más importante de la cadena.
Carlos Petroli
Fuente: La Voz/Córdoba/Argentina