En Alemania, el productor Tim Koesling usa el excremento de sus vacas para obtener biogás, que produce energía eléctrica «limpia» que vende al gobierno; obtiene más ingresos con esta actividad que por la leche.
SAMSWEGEN, Alemania.- Tim Koesling es un buen testigo del cambio que en la última década y media experimentó el campo en esta región de la ex Alemania comunista. De las viejas cooperativas que agrupaban a cientos de productores y manejaban sus destinos, hoy aquí no hay rastros de la antigua economía socialista, pero sí existen empresarios que se abrazaron al capitalismo desarrollando modelos propios de negocios, en muchos casos exitosos.
Y Koesling también es un ejemplo de esto último. Tras haber formado parte durante años de una cooperativa de productores, en 1991, después de la reunificación de la Alemania Oriental con la Occidental, se convirtió en propietario privado. Compró y salió a alquilar tierras hasta ahora ser uno de los más importantes tamberos del país.
Pero su historia no se termina ahí. Este productor también es protagonista de una tendencia que crece fuerte en el país: la producción de energías limpias. Para ello, hoy Koesling también destina su tambo para hacer biogás -a partir del excremento de las vacas-, que termina generando energía eléctrica.
Mientras el promedio por tambero a nivel país ronda entre 35 y 40 vacas (la escala sube hasta alrededor de 400 vacas en la ex Alemania comunista), Koesling posee unas 800 vacas en ordeñe.
Con 800 vacas en ordeñe (en total tiene 1050) y 2000 hectáreas de campos (entre propias y arrendadas; aquí el alquiler cuesta 150 euros por hectárea), este productor posee un tambo estabulado que produce alrededor de 24.000 litros de leche por día, a razón de 30 litros por animal en promedio. Para hacer el tambo confinado invirtió unos 2500 euros por vaca de la raza Holstein.
«Mi día tiene 24 horas», suele decir Koesling para graficar cómo trabaja en el tambo: en total se hacen tres ordeñes, programados cada ocho horas. Afirma que trabaja mucho pero nunca hace más leche que la cuota oficial asignada para su producción: su cupo es de unas 8500 toneladas por año. «El que se pasa de la cuota puede recibir un castigo», explican aquí.
Este tambero, que recibe del gobierno alemán 300 euros por hectárea de subsidio, obtiene por la leche de sus vacas 28 centavos de euro por litro. En realidad, luego en el bolsillo le quedan 5 centavos de euro por litro, si se considera que su costo de producción ronda los 23 centavos.
¿Cómo está el negocio lechero aquí?, le preguntó LA NACION durante una visita organizada por la firma Claas. «Hoy hemos optimizado el negocio y es rentable. Pero en los últimos cinco años estuvo difícil porque el precio de la leche bajó un 20%», explicó.
Koesling siempre se ha preocupado por hacer eficiente su rodeo, hoy subdividido en tres categorías. Las vacas, que en confinamiento comen silo de maíz, de pasturas y diferentes concentrados proteicos (en el tambo había harina de soja argentina), además de un núcleo vitamínico, están clasificadas según su producción tope: 35, 30 y hasta 25 litros.
Si una vaca produce menos de lo que daba, inmediatamente se la baja de categoría. Esto es así por el control lechero implementado. Se utiliza un dispositivo electrónico que mide la producción.
El tambo energía
De igual modo en que Koesling es protagonista del cambio que tuvo la producción en la ex Alemania del Este, el productor también se ha transformado en un actor de otra importante tendencia que se vive a nivel país: la búsqueda de energías renovables.
Aprovechando el tambo confinado, Koesling usa el excremento de las vacas para producir biogás en una planta instalada en el campo. El residuo se convierte en metano y éste en biogás que termina en la producción de energía eléctrica que le compra el Gobierno.
De esta manera, con unas 25.000 toneladas de excremento de las vacas más otras 4000 toneladas de residuos orgánicos en un año hace 5 millones de KWh.
Este productor invirtió 1,5 millones de euros en la planta de biogás y energía que posee. Hace energía «limpia», como dicen aquí.
Por hacer esto, el Gobierno le paga 10 centavos por KWh. En total, al año gana 500.000 euros. Se trata de un ingreso mayor que el mismo tambo, que por la venta de la leche le deja algo más de 400.000 euros.
«El Gobierno me incentiva a producir esto», indicó el productor.
Al margen del incentivo económico, Koesling tiene otra razón más: en un país donde también hay molinos de vientos por todas partes para energía, el Gobierno le vende más barata la energía eléctrica que usa para el tambo -y que proviene de centrales nucleares-, mientras le paga más por la energía «limpia» producida con los residuos de las vacas.
Por Fernando Bertello
Enviado especial
Fuente: Diario La Nación