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Las trabas impuestas por el gobierno de Donald Trump al biodiésel argentino generaron enojo y sorpresa en el presidente Macri, quien recientemente había sido elogiado por el vicepresidente norteamericano durante su visita a nuestro país. Cómo será la defensa y por qué la dispersión en la estructura del poder agrava el problema.
Para el presidente Mauricio Macri, el anuncio de las trabas al biodiésel fue “un balde de agua fría”
Argentina volvió al mundo. Desde que Cambiemos ganó las elecciones en el 2015 sucedió algo inédito: hubo tres encuentros de alto nivel entre nuestro país y los Estados Unidos en un año y medio: el presidente Barack Obama vino en marzo de 2016, Mauricio Macri viajó a Washington a reunirse con el presidente Donald Trump en abril de 2017 y el vicepresidente Mike Pence pasó por Buenos Aires hace pocos días, menos de una semana.
Por eso sorprendió que el Departamento de Comercio nortamericano sancionara «en forma preliminar» (es decir, antes del inicio formal de negociaciones, que terminarán en noviembre y podrían estirarse a diciembre, según lo detalló el USDC) con aranceles de importación al biodiésel proveniente de nuestro país, a pedido de la National Biodiesel Board y otras 15 organizaciones de productores que conformaron la National Biodiesel Fair Trade Coalition. Son quienes denunciaron el 23 de marzo pasado a la Argentina e Indonesia por maniobras de dumping y subsidios y pidieron un 23% de aranceles.
La demanda fue tomada por las autoridades norteamericanas y se inició un proceso administrativo para determinar la razonabilidad de los argumentos de los denunciantes. Para curarse en salud, impusieron en la semana que pasó aranceles compensatorios del 57%.
El perjuicio para nuestro país no es menor. Estados Unidos se convirtió para la Argentina en un cliente tan importante como China, en especial, por este negocio que empezó a desarrollarse en el 2014, por un valor de 136.000.000 de dólares, continuó en el 2015 con 470.305.187 y pegó un gran salto en el 2016, cuando se exportaron 1.199.817.824 por un volumen de 1.475.038 toneladas.
En efecto, cuando nuestro país fue sancionado por la Unión Europea en el 2013, las empresas de biodiesel empezaron a buscar rápidamente un nuevo mercado, y se encontraron con que «los Estados Unidos estaban muy interesados en la calidad del biodiésel argentino pero, además, en el precio», como lo explicó el consultor en comercio internacional Marcelo Elizondo. El rubro alcanzó el 26% de las exportaciones totales a ese país, seguida por «vinos», que con u$s 245 millones apenas alcanza el 5,9% y «aceites crudos de petróleo», que llega al 5,2% de participación.
Estados Unidos, por otro lado, también es líder de inversiones directas en nuestro país, con u$s 19.800 millones, seguido por España (u$s 13.145 millones) y Holanda (u$s 8523 millones).
Desde que el Departamento de Comercio tomó el caso se realizaron dos reuniones, una el 17 de abril y otra el 9 de mayo, donde los demandantes explicaron sus razones y los demandados dieron sus argumentos. Argentina estuvo representada por Curtis, Mallet-Prevot, Colt & Mosie LLP, contratado por la Cámara Argentina de Biocombustibles (CARBIO), un estudio jurídico acostumbrado a representar a multinacionales, con oficinas en 17 países, Argentina entre ellos.
Dan Porter fue el abogado que lideró la defensa argentina. Socio del estudio, tiene gran experiencia en representar a clientes con operaciones de exportación en distintos países y en llevar adelante disputas en la Organización Mundial del Comercio (WTO en inglés).
Trabaja para el Gobierno argentino desde los tiempos de Héctor Timerman. Continuó contratado por la Cancillería en tiempos de Susana Malcorra, y también ahora. Por eso CARBIO decidió desembolsar un contrato que, según comentarios en el mercado, supera el millón de dólares. Es que tiene relación con el Gobierno y con el staff diplomático argentino en Washington.
Entre las ocho empresas que exportaban biodiésel a los Estados Unidos (Aceitera General Deheza, Bunge Argentina, Cargill, COFCO, LDC Argentina, Molinos Agro, Oleaginosa Moreno y Vicentín), dos fueron elegidas por las autoridades de comercio internacional de Washington para responder los cuestionarios de la demanda acusatoria.
Fueron LDC (Louis Dreyfys Company, multinacional de origen francés) y Vicentín (de la familia Nardelli, una compañía integrada verticalmente), que son las que lideran los embarques a ese país. Entre todas, en el primer semestre del año, vendieron a Estados Unidos 716.485 toneladas de biodiésel por el valor de 543,8 millones de dólares.
Para Macri fue un balde de agua fría. No imaginaba que podía suceder tal cosa después de la visita de Pence, que lo llenó de elogios por su liderazgo democrático en la región y consiguió que se habilitara definitivamente el ingreso de limones, a cambio de lo que Argentina había aceptado importar cerdo.
«Nosotros le hablamos con el corazón y ellos nos respondieron con el bolsillo», ironizó frente a esta cronista un experto en negociaciones comerciales. Y agregó: «el mundo es así, lo tomás o lo dejás».
Es que Ross no es un niño de pecho. Se trata de un astuto abogado de Yale con un MBA en Harvard, donde se formó para desplegar sus habilidades en aquello que lo hizo rico, con una fortuna neta que supera los 2.500 millones de dólares, según la revista Forbes. Se dedicó a comprar compañías quebradas -textiles, de autopartes, de producción de acero, de carbón- para volverlas competitivas nuevamente y, luego, venderlas. Una versión norteamericana de las empresas recuperadas locales, aunque con mayor éxito.
Por cierto, no está de más comentar que este duro funcionario de 79 años, que fue demócrata hasta el 2016 y apostó por Trump con fuertes donaciones a su campaña, negoció personalmente con los sindicatos de cada una de las compañías que fue adquiriendo, tejiendo relaciones sólidas. «Era abierto y accesible», dijo Leo Gerard, presidente del sindicato del acero.
El ministro de Producción, Francisco Cabrera, se reunió dos veces con Ross en Washington para tratar los distintos asuntos comerciales que tiene en discusión la Argentina con los Estados Unidos. Y habló con él después del duro comunicado que la Cancillería emitió, anticipando la convocatoria al encargado de Negocios Thomas Cooney. En la reunión con Cabrera, Jorge Faurie, el secretario de Comercio, Miguel Braun y el secretario de Relaciones Internacionales, Horacio Reyser, Cooney mostró la mejor disposición de superar el entuerto.
Cabrera le dijo a Infobae que, en diálogo telefónico con Ross, el funcionario norteamericano se comprometió a acelerar las negociaciones entre privados, buscando un acuerdo de partes que reduzca el volumen exportado desde la Argentina a cambio de un precio más alto, lo que hará menos atractiva la importación desde los Estados Unidos, aunque sin perjudicar las ganancias finales de los empresarios argentinos.
Es obvio que Argentina no está teniendo más problemas que cualquier otro país con sus exportaciones a los Estados Unidos. Hay quienes están convencidos de que podría darse una situación similar a la que vivió México con el azúcar, un problema que parecía imposible de encarrilar y que se terminó resolviendo a último momento.
Sin embargo, también es evidente que nuestro país está exhibiendo cierta ingenuidad en las negociaciones y falta de experiencia, sumado a un problema estructural del Gobierno, como es la dispersión de un mismo tema en distintas oficinas.
El biodiésel está bajo la órbita de la Subsecretaría de Refinación y Comercialización, a cargo de Pablo Popik, bajo la responsabilidad compartida por el Ministerio de Energía y Minería y el de Agroindustria. Como es un derivado agrícola, se ocupa el Ministerio de Agroindustria, donde está la experta en negociaciones internacionales Marisa Bircher. En ese mismo Ministerio está Néstor Roulet, secretario de Agregado de Valor, hombre que conoce el tema porque tiene una empresa pyme de biodiésel en Córdoba. Aunque los temas de comercio internacionales, en realidad, los lleva en Cancillería el secretario de Negociaciones Económicas Internacionales, el ya nombrado Reyser. Y también el secretario de Comercio, «Mike» Braun. Ninguno tiene rango de ministro, así que el que se sienta con Ross es Cabrera. Pero como son tantos funcionarios, hay que coordinarlos, entonces aparece el viceministro de Gabinete, Gustavo Lopetegui, aunque quien hace el seguimiento es el subsecretario de Coordinación de Políticas Públicas, Federico Alegre. ¿What?
Para mayor confusión, Macri le mandó una carta personal a Pence, con un contenido que no trascendió y que -probablemente- haga referencia a la conversación privada que mantuvieron cuando visitó la Argentina. Todo indicaría que el Presidente se calentó y así quiso expresarlo.
El modelo de gestión Macri necesita muchos funcionarios sin perfil propio y grises, con sus «egos» domesticados. A veces parece que son evaluados no tanto por sus éxitos de gestión, como por su talento para la obediencia.
Como si fuera poco, Argentina no tiene desde abril embajador en los Estados Unidos para hacer el seguimiento cuerpo a cuerpo de un asunto que es de enorme importancia para el complejo somero argentino, un rubro donde nuestro país está sentado en el podio de los más competitivos. Tampoco mostró ninguna ansiedad en buscar un reemplazante a Martín Lousteau.
Todo indicaría que lo que hizo Ross fue marcar la cancha. Basados en que Argentina subsidia la producción de biodiésel al pagar impuestos a la exportación mucho más bajos que el poroto de soja (3% contra 27%), un argumento que nuestro país ya desactivó en la OMC pero que encuentra respaldos incluso en académicos locales (es el caso del director de la carrera de Agronegocios de CEMA, Daniel Lema), Estados Unidos subió la apuesta. Los privados de la NBB pidieron un arancel del 23%. El USTC impuso un 57%, lo que en principio deja con un margen de negociación imposible para los exportadores locales. ¿A cuánto podrán bajar ese porcentaje? ¿A 30%? ¿A 20%? En ambos casos, el negocio sigue siendo inviable para nuestro país.
Hay expertos que consideran que Argentina debería denunciar ya a Estados Unidos en la OMC, como lo hizo con la Unión Europea, una discusión que logró ganar después de cuatro años. Dicen que cuando le llevaron esa opción, el Presidente pidió que se insistiera con el diálogo antes de escalar el conflicto. «Es un error, si Ross marcó la cancha, nosotros tenemos que hacer lo mismo», se escuchó desde afuera del Gobierno. «Macri no va a aceptar algo semejante en este momento de la Argentina», fue la respuesta que se dio en Cancillería.
Como sea, hay que reconocerle a este Gobierno un cambio en la agenda. Hace muy poco nomás, los diplomáticos argentinos se ocupaban de hacer acuerdos con Irán para lograr vaya a saber qué ventajas a cambio de impunidad para los responsables de la causa AMIA. Esas eran las discusiones en la Argentina. Cambiamos la índole de los problemas y no es poco. Volvimos al mundo y el mundo muestra sus garras, defendiendo a sus propias industrias y trabajadores. Ahora se impone afinar la puntería y mejorar la calidad de los negociadores y las negociaciones
por Silvia Mercado
Fuente: Infobae