#Biodiesel #Trump #EEUU #Biocombustibles #Argentina #Agronegocios #Exportar #Biofuels
Cada tanto la Argentina recibe un cachetazo que le recuerda que se trata de un país periférico, dependiente y por lo tanto sometido a los imponderables factores externos. Esta vez se trató de la decisión del Departamento de Comercio de los EE.UU. de cerrar la compra de biodiésel argentino con la excusa de que esa exportación está subsidiada. Implica la pérdida temporaria de un mercado de u$s1.200 millones. Una trumpeada al mentón para una economía sedienta de divisas y que necesita mejorar su perfil de integración al mundo. Un golpe donde más duele. En el Gobierno quedaron shockeados. Tardaron en reaccionar. No era lo que esperaban luego de lo conversado durante la visita del vicepresidente Mike Pence. Y el trueque de limones por carne de cerdo quedó como una ridiculez.
No es la primera vez que una medida proteccionista afecta nada menos que al complejo sojero. Hace pocas semanas el Comité de Prácticas Desleales de la Unión Europea postergó la reducción de los derechos antidumping que frenaron las exportaciones de biodiésel. Y hace ya tiempo China tomó la decisión política de producir por su cuenta la mayor parte del aceite de soja que requiere, e importar sólo la materia prima.
Es decir que los principales tres bloques económicos del mundo obstaculizan el desarrollo del principal complejo exportador de la Argentina. El complejo oleaginoso es el que ha tenido el mayor dinamismo en los últimos años y ha alcanzado a representar el 33,5% del total de las ventas del país. Pero en el desagregado del sector, el biodiésel ha sido el producto de mayor crecimiento, tanto en producción como en penetración internacional. El año pasado las exportaciones crecieron un 106% y absorbieron el 61% de la producción. En el primer semestre de este año las ventas al exterior acumularon un alza adicional del 31%.
El desarrollo del biodiésel significó un paso adelante en el agregado de valor a la principal materia prima con que cuenta el país. Su cotización internacional es algo mayor a la del aceite de soja y duplica a la del poroto. Las medidas proteccionistas de Estados Unidos, China y Europa empujan hacia atrás ese pequeño pero significativo avance. En el mix de exportación habrá menos combustible y aceite y más materia prima de baja elaboración.
Estos golpes al complejo sojero ponen en evidencia lo difícil que resulta aumentar el contenido de valor en la estructura exportadora. Si le resulta complicado al sector más dinámico y competitivo de la economía, qué le queda al resto. Si el aceite de soja y el biodiésel se chocan con barreras, qué le espera a la idea tan repetida por Macri de transformar al país de granero en supermercado del mundo.
Pero precisamente esa contrariedad refuerza la idea de que el Estado debe ocuparse del tema con mucha mayor intensidad y con una estrategia de mediano y largo plazo, que no es lo que hizo el kirchnerismo ni tampoco lo que está haciendo el Gobierno actual. Durante aquellos doce años y en estos veinte meses fue poco y nada lo que el país mejoró en su estructura productiva y en su perfil exportador. Más allá de discursos y livianos planes estratégicos que quedaron en papel o power points, tanto uno como otro siguieron una tendencia a la primarización.
La mejora cuantitativa y cualitativa en las exportaciones es un ingrediente imprescindible para enfrentar el déficit crónico de cuenta corriente que tiene la economía argentina, como consecuencia de su dominante déficit comercial y del balance negativo en turismo y otros servicios. Lo que se agrava por la irrefrenable acumulación de dólares para atesoramiento de los argentinos.
El consecuente desequilibrio de la balanza de pagos puede neutralizarse por ahora mediante endeudamiento externo, gracias al bajo nivel de pasivos que dejo el Gobierno anterior. Pero es una receta transitoria que no resuelve el problema de fondo.
Lejos de esas preocupaciones, en la Expo Real Estate que se desarrolló en el Hotel Hilton se respiraba euforia. Los grandes desarrolladores inmobiliarios están eufóricos con la reaparición de los créditos hipotecarios, con el empuje que el Gobierno le está dando al sector, y hablan de la tasa UVA como si fuera una fruta exquisita.
En la crema del negocio el entusiasmo llega a niveles exorbitantes. El mejor ejemplo fue un dato de pasillo: el proyecto de viviendas de superlujo que el grupo Mindlin aún no comenzó a construir detrás del Malba en Palermo Chico ya está totalmente vendido. A un precio de u$s11.000 el metro cuadrado.
POR MARCELO ZLOTOGWIAZDA.- viernes 25 de Agosto de 2017
Economista y periodista
FUENTE: AMBITO FINANCIERO