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Energías Renovables en San Luis: Diaser, una industria que tiene raíces en el campo

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Sin descanso. Walter Minetto es el gerente de la planta de biotanol instalada en Villa Mercedes, que produce las 24 horas del día.

La firma, que inició su actividad en una estancia en La Cumbre, no paró hasta darle valor a sus cosechas: barras de cereal, biocombustibles y, pronto, energía solar.

En el gigante predio de Diaser predomina el color gris. Enormes estructuras de hormigón y silos de metal se levantan imperiosos por un terreno de más de quince hectáreas enclavado en la Zona de Actividades Logísticas (ZAL) de Villa Mercedes. Nada de lo que se aprecia a simple vista parece sugerir que lo que allí se fabrica inicia su proceso con una simple semilla que se esparce sobre la tierra, cálida y suave. Pero así es. Ese gigante industrial que trabaja a sol y sombra tiene sus raíces más profundas en el campo, no sólo porque su principal materia prima provenga de la agricultura, sino porque la compañía empezó a escribir su propia biografía de la mano del agro.

Federico Szuchet, vicepresidente de la firma, le brindó una entrevista exclusiva a revista El Campo y realizó un repaso por los inicios de la empresa, los motivos que los llevaron a elegir a San Luis para radicar sus plantas y las particularidades del mercado de su principal producción: los biocombustibles.

Fundada por Efraín Szuchet en 1968, Diaser nació como una empresa del campo. El hombre, de origen polaco y aún a cargo de la presidencia, compró en 1972 un establecimiento agropecuario en la zona de La Cumbre que se transformó en el primer bastión sobre el que construiría un conjunto de negocios que aún sigue creciendo.

La estancia, llamada ‘Los Puquios’, cuenta con alrededor de 5.800 hectáreas que se erigen a ambos lados de la Autopista de las Serranías Puntanas. “En su momento tenía mucho de ganado pero con el tiempo se fue haciendo cada vez más agrícola”, contó Federico, quien además de ser el segundo al mando en la compañía, es nieto del fundador.

“Mi abuelo siempre se caracterizó por ser muy ambicioso en términos de incorporar tecnología. Fue uno de los primeros campos del país que tuvo riego artificial por pivote. Después tuvo un tambo que también era ultramoderno para la época en que lo colocó, en los noventa, siempre con maquinaria nueva y en buen estado. Eso ayudó a que le haya ido muy bien”, valoró.

Lejos de conformarse con la hacienda, los cultivos y la leche que producían en sus tierras, los Szuchet buscaron la forma de darle más valor agregado a todo lo que allí generaban. En 2004 adquirieron una nave en el Parque Industrial Sur de la ciudad de San Luis, que pusieron a funcionar al año siguiente con la idea de transformar los cereales y la leche en un producto comercial.

Allí instalaron una planta con capacidad para fabricar 10 millones de barras de cereal por mes, y empezaron a proveer a marcas como Quaker (Elaboradora Argentina de Cereales), Nature Valley (General Mills Argentina), Cereal Mix y Ser (Arcor–Bagley Argentina).

Esa fue su entrada al mundo de las fábricas, un sector del que nunca saldrían y al que apostarían cada vez más. Sin embargo, “la base siempre fue el campo. Siempre pensamos en integrar los productos que hacemos en el campo”, remarcó el joven empresario, quien también señaló que el gran capital de la firma sigue siendo la familia.

Biocombustibles

Algunos años más tarde, motivados por el fomento a la industria y por el crecimiento que había tenido su cerealera, dieron el salto hacia el rubro de las energías renovables, a través de la producción de biocombustibles.

A diferencia de los tradicionales que provienen de la energía almacenada en los restos fósiles, los combustibles biológicos se obtienen de la biomasa o materia orgánica que existe en los organismos vivos, como pueden ser los cultivos. Entre los vegetales que se utilizan para elaborarlos están los de alto contenido de carbohidratos (caña de azúcar, maíz, mandioca), las oleaginosas (soja, girasol, palmas) y las esencias forestales (eucalipto, pinos).

Así se vuelven una alternativa ambiental y económicamente más atractiva a los fósiles. Primero porque son una fuente de energía renovable que se reproduce mucho más rápido que los tradicionales. Y también porque significan una vía de salida a la escasez de petróleo que existe en el mundo.

“Hay gente que dice que hay petróleo para hacer combustible durante 20, 30 o, a la sumo, 50 años más. Eso es discutible, pero lo que se sabe es que en algún momento se va a cortar. Posiblemente haya más, pero la obtención no es rentable y eso eleva los costos”, analizó.

Por lo tanto, los biocombustibles son, según Szuchet, un “puente que nos va a permitir hacer el salto a las tecnologías nuevas que hoy no están al alcance de la mano de todos. No son un cambio rotundo, como sería un auto eléctrico por ejemplo, que son progresos que van a tardar en ser masivos».

Al igual que con las barras de cereal, los motivó el mismo afán de generar un producto que aprovechara las cosechas del campo.

En 2010 instalaron en la ciudad capitalina una fábrica de biodiesel en la que producen aproximadamente 5.000 toneladas por mes, a través de aceite de soja como principal insumo. Para ello, utilizan la oleaginosa que siembran en ‘Los Puquios’, que está en el orden de las 4.000 toneladas por campaña, aunque el número varía en función del rinde. Pero como esa cantidad no es suficiente, adquieren soja en el mercado que proviene de las cosechas de diferentes productores de la región y el país.

Hace tres años, la empresa hizo su apuesta más grande con la incorporación del bioetanol a su oferta de producciones. Para ello, sumaron un predio el que ya tenían en Villa Mercedes, que es el de mayor envergadura y tecnología de toda la firma.

Ahí, su principal materia prima es el maíz. “Consumimos cada jornada cerca de 700 toneladas de maíz, que representan aproximadamente 25 camiones que cargamos y se movilizan todos los días. Eso se incrementa porque la recepción la hacemos sólo de lunes a viernes, y no los fines de semana. Por lo que a diario cargamos un poco más para abastecernos sábado y domingo”, detalló el vicepresidente.

Todo ese movimiento genera un círculo virtuoso alrededor de la fábrica, si tenemos en cuenta que el campo de la familia empresaria sólo produce entre 15.000 y 20.000 toneladas por campaña y la planta requiere más de 250.000 por año. El resto de los granos se obtiene del trabajo de los productores que venden su maíz a Diaser.

Además, con los restos del maíz que no se aprovechan para la fabricación del combustible, realizan burlanda, un subproducto que se utiliza como insumo en la nutrición animal. Llegan a generar unas 550 toneladas por día, listas para procesar. “Es para nosotros un motor la búsqueda de la integración de valor, dejar de comercializar el grano tal cual sale del campo y producirlo para generar energía o alimentos. Eso buscamos”, insistió.

El mundo de los biocombustibles está regulado en la Argentina por una ley nacional que se votó por unanimidad en el Senado en el año 2006. La normativa determina que todas las naftas que se comercialicen en el país, tienen que tener en su composición un porcentaje de combustibles biológicos.

“Arrancaron legislando con porcentajes muy chicos. Primero obligaban a un 3%, después un 5% y hoy en día estamos en el 12% en bioetanol y 10% en biodiesel», contó sobre este corte.

De esa manera, la ley ayuda a que se genere una demanda, porque las petroleras están obligadas a comprar biocombustibles.

Diaser vende la totalidad de su producción a YPF, que realiza sus naftas a través de la mezcla de un porcentaje biológico y del resto de petróleo. De manera que el proceso de valor agregado es tan rico que genera que parte de esa semilla que sembró un productor en su tierra, termine en el vehículo de cualquier conductor cuando carga combustible en una estación de servicio. Cuestiones de la modernidad…

El precio de comercialización de los biocombustibles también está regulado. Ese valor no obedece estrictamente a las leyes de la oferta y la demanda sino que es determinado por la Secretaría de Energía del Gobierno nacional.

«Hemos tenido casos en los que han venido personas como Guillermo Moreno, que dijo que el biodiesel valía un precio que él puso arbitrariamente y violando todas las leyes, que hizo que todas las fábricas cerraran hasta que se llegó a un acuerdo con una fórmula modificada pero más lógica», recordó, aún con bronca, Federico.

Por ello, sostuvo que «la parte política de este programa es muy fuerte, y tiene que estar muy acompañada porque en su momento fue votado por todo el senado. Tiene que ser tratado como una política de Estado, no puede venir cualquier gobierno de turno a cambiar lo que votó el Senado y por lo que muchas empresas hemos invertido. No pueden estar cambiando las reglas del juego todo el tiempo. Pero nosotros somos argentinos y siempre hemos vivido en este contexto, estamos un poco acostumbrados», lamentó con humor.

Sin embargo, aclaró que en San Luis se han topado con una realidad distinta al escenario nacional. «A nivel general, el Estado provincial no tiene injerencia directa en las pautas del programa de biocombustibles. Pero cuando uno piensa en cuáles son las condiciones de inversión que uno necesita, te das cuenta que San Luis te da prácticamente todas», señaló.

En ese sentido, resaltó que «San Luis tiene un marco jurídico estable, no hay grandes cambios de un mandato a otro. Hay una cercanía de la función pública a las necesidades del desarrollo productiva industrial. Si bien hay leves cambios entre los gobiernos, hay una línea de desarrollo».

Ese agradecimiento que Szuchet expresa en palabras, también tiene un corolario en los hechos. A casi 50 años de haber puesto los pies en suelo puntano, la firma sigue invirtiendo. Por estos días están poniendo en funcionamiento una celda de acopio de 15 metros de alto que les permitirá almacenar hasta 5.000 toneladas de burlanda seca.

Pero también ganaron la licitación para construir un Parque de Energía Solar Fotovoltaica, y ya comenzaron a desarrollar el sistema de pantallas en su estancia.

«Tenemos la suerte de dar 250 trabajos directos, y fácilmente se triplica ese número en el trabajo indirecto que se genera. Alrededor de nuestras plantas y nuestro campo se movilizan contratistas y empresas de pequeña y mediana envergadura que en gran medida se sostienen gracias al trabajo que les damos. Para nosotros la relación con la comunidad es muy importante, siempre tenemos proyectos para devolverles a San Luis y a Villa Mercedes todo lo que nos permiten hacer con nuestro trabajo», expresó.

Así, Diaser crece pero mantiene sus raíces en el campo, y le sigue dando un destino mayor: en forma de alimentos, de energía y de trabajo.

Fuente: El Diario de la República

Fimaco

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