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Las algas marinas prometen revolucionar la producción de biocombustibles

Algae_collage_Biodiesel_200En la carrera mundial por producir biocombustibles que abaraten los costos de la energía, Argentina puede ser un gran competidor cuando llegue a convertirse en el primer país en fabricar comercialmente biodiésel a partir de algas marinas.

‘El uso de las algas como materia prima para producir biocombustible viene siendo investigado en Japón, en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) y en nuestro país, pero seremos nosotros los primeros en producirlo con fines comerciales’, dijo a Efe el presidente la empresa Oil Fox, Jorge Kaloustian.

La firma argentina, que produce biocarburantes desde 1997, suscribió este miércoles una carta de intención con el gobierno de la sureña provincia de Chubut para sembrar cuatro variedades de algas marinas que habitan en el Mar Argentino y producir aceite a partir de éstas.

Para la reproducción de las algas se construirán ‘ponts’, una especie de piletas gigantes, y se levantará en seis meses una planta aceitera, lo que demandará una inversión de entre 20 y 25 millones de dólares.

El puerto chubutense de Comodoro Rivadavia (1.800 kilómetros al sur de Buenos Aires) ofrecerá la logística necesaria para almacenar el aceite que luego será transportado por buques hasta el puerto de San Nicolás, sobre el río Paraná.

En esa ciudad a 250 kilómetros al norte de la capital argentina Oil Fox construirá en un plazo de nueve meses una planta que convertirá el aceite de algas en biodiésel, con una producción anual estimada de 240.000 toneladas.

‘Las algas como opción surgieron por una necesidad’, cuenta Kaloustian.

El empresario había captado 19 millones de dólares de inversores alemanes para construir la planta de San Nicolás, pero como condición para el desembolso le impusieron, entre otras, que Oil Fox consiguiese un contrato de provisión por cinco años con una destilería de aceite de soja.

Si la materia prima para hacer el combustible estaba asegurada, los alemanes concederían el dinero.

Pero ninguna aceitera quiso firmar un compromiso con Oil Fox ante la creciente demanda de aceite de soja por parte de clientes asiáticos que puja los precios hacia arriba.

‘Tenía que encontrar otra alternativa. Intentamos con el tártago para hacer aceite de ricino… Comprar una aceitera no era viable.

Nos pusimos a investigar y dimos con el trabajo que se está desarrollado en el MIT. Después encontramos una investigación similar en Chubut y allí fuimos’, relató el empresario argentino.

La sorpresa fue mayúscula: de una hectárea de soja se pueden extraer 400 litros de aceite, pero de una superficie sembrada con algas equivalente a una hectárea se pueden producir 100.000 litros.

‘Para alimentar la planta de San Nicolás necesitaríamos la producción de soja de 600.000 hectáreas. Con 300 hectáreas de algas en la Patagonia se puede lograr la misma cantidad de aceite’, dijo Kaloustian, quien destacó que ‘producir aceite a partir de algas es mucho más sencillo y con la mitad del costo que hacerlo a partir de soja’.

En Chubut, Oil Fox conformará una sociedad mixta con el Estado provincial para producir las algas y el aceite, en tanto que en San Nicolás fabricará el biocombustible que será exportado casi íntegramente a la Unión Europea.

Argentina cuenta desde 2006 con una ley que fomenta la producción de biocombustibles que abre las puertas a nuevas inversiones en el sector, que deberá adquirir una capacidad mínima para elaborar unas 800.000 toneladas al año.

En el país hay unas quince plantas elaboradoras en funcionamiento, aunque, en su mayoría, la producción no es comercial y se destina al abastecimiento de los propios productores agropecuarios que utilizan el combustible para sus maquinarias.

La mayor parte de la producción es a partir de aceite de soja, del que Argentina es uno de los mayores productores mundiales, una situación que, según Kaloustian, podrían convertir al país suramericano en ‘la Kuwait del mundo en materia de biodiésel’.

La actividad está en pleno proceso de transformación, con la entrada de grandes actores empresariales -como el grupo hispano-argentino Repsol YPF y la petrolera brasileña Petrobras- y la llegada de millonarias inversiones.

Estos nuevos proyectos responden, en gran medida, a que la nueva ley obliga a partir de 2010 a mezclar los combustibles tradicionales con al menos el 5 por ciento de componentes renovables.

Fuentes: Terra Actualidad – EFE

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