biocombustibles

Biocombustibles: sí, pero…

El autor analiza el conflicto ético que implica la decisión de utilizar tierras agrícolas para la producción de alimentos o para combustibles. Dice que lo ideal sería decir: «Sí a las perspectivas de rentabilidad económica, pero asegurando un escrupuloso respeto a las normas jurídicas, a la integridad ambiental y a la equidad social».

Jorge Adámoli. PROFESOR DE ECOLOGÍA (FCEN-UBA), INVESTIGADOR DEL CONICET

Sí o sí

Debe evitarse un conflicto con la producción de alimentos.

El sector internacional muestra una persistente demanda de granos, que se incrementará sensiblemente por la fuerte irrupción de los biocombustibles.

Existe una firme convicción de que los previsibles aumentos en la producción de granos del país, en parte se lograrán por incrementos en los rendimientos, pero también por una importante expansión de la frontera agrícola, proceso que en la región chaqueña puede alcanzar tres millones de hectáreas.

Esto refuerza la necesidad de contar en el menor plazo posible con herramientas de planificación y ordenamiento territorial, para evitar los riesgos emergentes de esta fuerte presión sobre el medio natural.

Teniendo en cuenta que la Argentina es uno de los pocos países donde puede incrementarse significativamente la producción de granos destinados a la alimentación y a los biocombustibles, esto implica una oportunidad importante para el país, defendible en la medida en que los ingresos no sean vistos sólo como una opción de negocios, sino que sirvan para disminuir las brechas sociales, la pobreza y el hambre, que fueron resultado de un modelo de concentración de renta y de exclusión. Por eso, esta oportunidad que generan los biocombustibles debe ser apoyada con entusiasmo, pero también con precauciones.

Es inevitable un gradual reemplazo de los combustibles fósiles por otras fuentes de energía como el hidrógeno, la energía eólica, la geotérmica, los biocombustibles de segunda generación, etc. La enorme importancia de los biocombustibles, radica en que son una alternativa que hoy está disponible y, si bien no podrían sustituir totalmente la demanda energética, representan una posibilidad real hasta que las otras fuentes alternativas estén tecnológica y económicamente disponibles.

Si se destinara la totalidad de las cosechas de maíz, sorgo, caña, remolacha, etc. del mundo para producir etanol, no se llegaría al 20 % del consumo actual de nafta, y si se volcara la totalidad de aceites vegetales y grasas del mundo para producir biodiesel, sólo cubrirían alrededor del 10 % de la demanda de diesel.

Obviamente, este escenario es sólo teórico, pero desnuda un punto muy sensible: el conflicto ético de la utilización de tierras agrícolas para producción de alimentos, o para combustibles. Por eso, es importante destacar algunos puntos que no siempre aparecen en el debate:

1) Hay que favorecer la alta producción, pero con un uso responsable de los agroquímicos, evitando la contaminación.

2) La expansión de la frontera agrícola es una alternativa posible en algunos puntos del país, pero precedida por medidas de ordenamiento territorial, que contemplen a todos los actores sociales, y que entre otras cosas, aseguren la protección de áreas representativas de los principales ecosistemas.

3) Antes de lanzar masivamente una campaña sobre biocombustibles, es imprescindible tener en cuenta que debe evitarse un conflicto con la producción de alimentos. Los controles de precios en nuestro país, o el reciente ejemplo de México con el aumento del precio de las tortillas de maíz, deben servir de alerta.

4) Hay que hacer bien las cuentas sobre el ahorro de emisiones por el uso de biocombustibles: una cosa es hacer el balance de CO2 si se produce en campos con 70-100 años de agricultura, y otra muy distinta es si antes de producir se voltea el bosque y se le prende fuego sin ningún aprovechamiento. Es como empezar un partido perdiendo 10 a 5.

5) Es cierto que algunas áreas desmontadas, estaban ocupadas por fachinales degradados, pero es inaceptable el argumento de que todos los desmontes se hacen en fachinales. Hay un importante porcentaje de bosques, que se queman sin ningún aprovechamiento.

6) Es sorprendente que nunca aparezca en la discusión que muchos grandes establecimientos que desmontan en tiempo récord y queman los desmontes, obtienen una capitalización exagerada, que no guarda relación con lo que luego tributan, ya que compran p.ej. a 150 dólares/ha y los campos pasan a valer 1.500 a 2.000 US$/ha, pero con suerte tributan por el valor original.

7) Hay que aprovechar la coyuntura favorable generada por la demanda de granos y de biocombustibles, para adoptar políticas que compensen las marcadas desigualdades sociales, teniendo en cuenta que el modelo de distribución de renta del país ha sido altamente regresivo, con cualquier punto de referencia que se tome: 1955-1966-1976 , lo que se intensificó sin precedentes en la nefasta década del 90, hasta el colapso del 2001.

8) El refrescante y motivador cambio de paradigmas de la nueva agricultura, potenciado por las nuevas perspectivas bioenergéticas, lleno de innovaciones, contrasta con la respuesta a la temática social, basada casi exclusivamente en la demostradamente falsa «teoría del derrame».

9) Es importante que los productores responsables se diferencien claramente de quienes no cumplen con la ley, es decir: quienes tienen permisos de desmonte del 60% y desmontan 100 %; quienes tienen trabajadores en negro; quienes evaden impuestos.

10) Las críticas que los productores responsables le hacen al fundamentalismo ambientalista, deberían acompañarse con las críticas a quienes obtienen grandes ganancias al margen de la ley, lo que es paradójicamente, una severa restricción a la adopción de tecnologías por esa gran mayoría que son los productores responsables.

En las elecciones legislativas de 1967, cruciales para consolidar el poder de De Gaulle en Francia, el dirigente de un pequeño partido se diferenció del resto de la coalición oficialista al incorporarse a la misma, pero con condiciones. Esto quedó en la historia política como el «Oui… mais…» («Sí… pero…») de Valéry Giscard d’Estaing.

Tenemos que pensar en un «sí… pero&» de la Argentina. Hemos recorrido un camino lamentable en materia económica, institucional, social y ambiental. Aprendamos las lecciones de la historia. No tropecemos en la misma piedra.

Incorporemos a la cadena productiva de los biocombustibles nuevos enfoques que nos permitan decir: sí… a las perspectivas de rentabilidad económica, Pero… asegurando un escrupuloso respeto a las normas jurídicas, a la integridad ambiental y a la equidad social.

Hemos recorrido…
Un camino lamentable en lo económico, social y ambiental

Fuente: Diario Clarin-Suplemento-Rural

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