En un contexto mundial de creciente proteccionismo en el sector de los biocombustibles, su regulación doméstica está siendo sometida a otro experimento intervencionista. El resultado es similar al que se dio en infinidad de sectores: comenzó a desbarrancarse el nivel de actividad.
Extrañamente esto se produce cuando están dadas todas las condiciones para sustituir combustible fósil que se importa por el abundante potencial de biodiesel nacional. En efecto, si tomamos el promedio de los primeros 7 meses del año, tenemos que el precio que fija la Secretaría de Energía para el biodiesel de venta doméstica está un par de centavos por debajo del gasoil importado. Esta cuenta corresponde a la comparación pura de ambos combustibles sin impuesto (de 4,25 $/litro en promedio). No obstante, mientras el biodiesel de producción doméstica está obligado a pagar impuestos a los combustibles, el gasoil importado está desgravado.
Esta situación atenta no sólo contra las cuentas fiscales y los principios de las finanzas públicas, sino contra los intereses del país, que está sediento de divisas a causa de la creciente importación de energía. Solamente dos factores pueden explicar la situación señalada. Ambos obedecen a una visión compartimentada de un problema más general. En primer lugar, el gasoil importado tiene un costo efectivo menor respecto del biodiesel nacional –al estar desgravado–, y esto mejora las cuentas de YPF como comercializador. A su vez, la importación de combustible a cuenta de ENARSA también le deja a YPF un margen de importación que mejora sus finanzas.
El perjuicio fiscal de aumentar la proporción de combustible importado desgravado se compensa parcialmente en las cuentas de la petrolera estatal, que a partir del (aun inexplicable) incendio que sufriera su principal refinería a principios del mes de abril, ha tenido que incrementar su abastecimiento a través de terceros.
La irracionalidad de esta visión microscópica de la economía debiera corregirse si se quiere alinear los intereses de YPF con los del país. A menos que en lugar de mala praxis exista negligencia por parte de alguien que esté lucrando con la masiva importación. Téngase en cuenta que por cada centavo por litro adicional de combustible importado, el diferencial sobre el volumen importado en el año 2012 arroja la friolera de 40 millones de dólares. Otro factor que puede incidir en esta política de ‘promoción de importaciones’ puede estar asociado a las luchas palaciegas internas. No sea cosa que el espíritu destructivo sobre el exitoso modelo bionergético del ministro De Vido perpetúe la agonía de las plantas productoras de biodiesel, que están trabajando a apenas el 50% de su capacidad, justo cuando la Unión Europea ha aumentado las restricciones a nuestras exportaciones.
Finalmente, habría que agregar que las regulaciones modernas no pueden estar desvinculadas de los avances tecnológicos. Si como se ha demostrado, la capacidad de mezcla de gasoil con biodiesel puede ser del orden del 20% en la mayoría de los motores diesel, entonces están dadas todas las condiciones para elevar ese corte muy por encima del 8% recientemente aprobado por la Secretaría deEnergía. Y Pegarle Fuerte (YPF) en beneficio del país.
Por Sebastián Scheimberg Coordinador Area de Energía en Fundación Pensar
Fuente: Cronista