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Carlos, el verde

Carlos-el-verdeAntes de que fuera moda entre actores y estrellas de la música, el heredero de la corona británica ya era un acérrimo ecologista. Desde hace 20 años tiene una granja que produce alimentos no modificados genéticamente. Es más: se ha manifestado contra los locales de fast-food y las autopistas, y ha impulsado el uso de vehículos que funcionan con biocombustibles. Cambió su estilo de vida y ahora prepara un documental como el de Al Gore: The Harmony Project  

Cuando, en 1986, el príncipe Carlos anunció que los productos de su granja de Highgrove Estate estarían libres de procesos químicos y fertilizantes, la prensa mundial lo catalogó de excéntrico y extravagante. Pero hoy, en los temas ecológicos, Carlos es considerado un profeta. Antes de que Al Gore se hiciera famoso con Una verdad incómoda o las estrellas de Hollywood se unieran en un concierto por el ecosistema, Carlos ya hacía lo suyo para salvar el planeta. Y ya no quiere hacerlo sólo desde su granja o en furtivas apariciones mediáticas. Ahora busca crear conciencia en la población y, para ello, prepara su primer documental, cuyo estreno sería en noviembre de 2008, precisamente para su cumpleaños número sesenta.

El anuncio de las conversaciones que tenía el príncipe con el director de cine Stuart Sender no sorprendió a nadie. La prensa británica conocía las intenciones del heredero de la corona de plasmar en la pantalla grande el desequilibrio que existe en la relación del hombre con la naturaleza, y ahora ya se sabe el título del documental: The Harmony Project.

Pero la preocupación de Carlos por el medio ambiente no comenzó este año. Desde muy niño, el príncipe se sintió profundamente unido a la naturaleza, inquietud que no siempre fue comprendida por la prensa; menos, por su familia. Numerosas burlas causó en el mundo su confesión de que les hablaba a las plantas para que crecieran fuertes y que de chico les cantaba a las focas durante sus vacaciones en Escocia. “Creo que necesitamos recordar que somos parte de la naturaleza y que nos estamos apartando de ella”, fueron las palabras del príncipe ante las críticas.

Nace el príncipe granjero

En 1980, Carlos compró las primeras diez hectáreas de la granja de Highgrove, que estaba junto a su castillo –del mismo nombre– y que es su residencia habitual cuando se encuentra fuera de Londres. Luego, se fueron sumando más y más hectáreas, hasta alcanzar 364. Las razones para el crecimiento tienen nombre: Duchy Originals, la marca con que se comercializan los productos de Highgrove, con la que produce más de 57 millones de euros al año.

Las galletas orgánicas de avena fueron los primeros alimentos que se lanzaron al mercado, en 1992. Luego vinieron productos como pan, salchichas, jamón, queso, leche y carnes que recorren los mejores restaurantes de Inglaterra y del mundo. Desde entonces, la empresa no ha parado de crecer. “He puesto mi corazón y mi alma en Highgrove. Todas las cosas que he intentado hacer en ese pequeño rincón de Gloucester han sido la expresión de mi personal filosofía”, ha comentado el heredero.

La filosofía a la que él se refiere tiene que ver con la utilización de antiguos métodos de agricultura que protegen el medio ambiente. Un ejemplo son los sacos de ajos que abundan en el lugar. ¿La razón? Son excelentes pesticidas y ahuyentan a los insectos.

Quienes han tenido la oportunidad de visitar la granja, no ahorran adjetivos para describir su belleza. Señalan que el terreno es un culto a la vida natural. De hecho, a Carlos no le gusta tener a sus animales encerrados.

Un lugar primordial tiene el jardín. Carlos se ha encargado de traer especies nativas de distintas partes del planeta. En sus prados hay árboles de la India, Africa y América, y en la entrada, una réplica de un jeroglífico egipcio dice: “El jardín es un reflejo de las estrellas del cielo”.

Para el príncipe, pasear por este lugar es tarea obligada cada vez que viaja a Highgrove: “Estos jardines agradan a los ojos, abrigan el corazón, alimentan el alma”, describe.

Contra la tecnología

La lucha de Carlos por mantener y cuidar el medio ambiente no se restringe sólo a su granja. Entre las muchas causas que él ha llevado adelante, está la reforestación de zonas de Uganda, la introducción de hornos que funcionan con biocombustible en la India y la implementación de lámparas de bajo consumo energético en Sudáfrica.

Y no se detiene ahí. El príncipe ha criticado fuertemente a la cadena de comida rápida estadounidense McDonald’s, a la que responsabiliza por la diabetes y la obesidad infantiles. En más de una oportunidad ha recomendado a los padres que evitaran llevar a sus hijos a este tipo de lugares. “La clave es prohibir los McDonald’s”, dijo durante un discurso en el centro de diabéticos de Londres.

También ha fustigado las autopistas: “El automóvil ha estado demasiado tiempo en el centro del diseño. Necesitamos que ese lugar lo ocupe el nuevo peatón”.

Carlos es el principal precursor de las ideas que proclama. A diferencia de la urbana Diana, que rara vez iba a Highgrove y viajaba en avión privado, el príncipe y su mujer, Camilla Parker-Bowles, pasan largas temporadas en la granja y viajan en aviones comerciales. Según él, es para reducir los contaminantes de dióxido de carbono que produce un viaje en su avión personal.

Junto a eso, Carlos ha reconvertido los motores de sus autos Jaguar y Range Rover para que funcionen sólo con biocombustibles y ha incentivado a sus empleados a que asistan a trabajar en bicicleta.

Tanto es su interés por salvar el planeta que su madre, la reina, lo está imitando: ella ha solicitado a expertos que conviertan sus palacios en modelos de eficiencia ambiental. Para ello, se cambiarán miles de lamparitas por aquellas que consumen menos energía y se limitará el uso de helicópteros y aviones. Los cuatro automóviles que usa la familia real ya fueron modificados y hoy funcionan con nafta y gas licuado.

Los cambios que la reina hará en su casa están presentes desde hace años en Clarence House, la residencia de Carlos, que se abastece con productos comprados en locales cercanos para no usar vehículos en el traslado de alimentos. Estos cambios en el estilo de vida del príncipe han dado buenos resultados. El año pasado, la casa donde vive el príncipe bajó en un 9 por ciento la producción de dióxido de carbono y su meta es llegar a una reducción del 12,5 por ciento este año.

Durante junio pasado, Carlos visitó la zona de Toll Bar, en Yorkshire, muy afectada por las enormes inundaciones que asolaron el Reino Unido. Después de esa visita, señaló que el cambio climático es la principal amenaza que enfrenta la humanidad. Un tema que seguro le traerá una popularidad que no sospechó hace dos décadas, cuando era simplemente ridiculizado. Hoy, nadie duda de que The Harmony Project será un gran capital para su imagen.

Por Germán Romero H. El Mercurio/GDA

Fuente: La Nación

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