Vuelven a repetirse las condiciones estructurales de fines del siglo XIX, cuando la Argentina transitó un desarrollo económico íntimamente ligado a la exportación de agroalimentos. Pero todo indica que se está dejando pasar la oportunidad.Florencia Carbone/LA NACION.
Quienes pregonan la teoría de que la historia es cíclica esbozarán una sonrisa.
La Argentina vive hoy un escenario muy similar al de fines del siglo XIX o principios del XX. Si entonces pudo ser el granero del mundo hoy podría transformarse en un gran supermercado de la globalización: las condiciones para exportar alimentos y biocombustibles parecen inmejorables.
Y ese combo tiene ingredientes clave.
Uno. El mundo pasó, en los últimos años, de un escenario de sobrante alimentario a uno de incertidumbre en el que la gran preocupación es si habrá suficientes alimentos para una población que crece a ritmo elevado.
Dos. El dinamismo que los países emergentes aportan a la economía al sumar cada año a millones de personas a la denominada nueva clase media global hace que, por primera vez en la historia, la demanda aumente mucho más rápido que la capacidad de producción.
Tres. El protagonismo de los biocombustibles que se elaboran sobre la base de alimentos (maíz en el caso del etanol, y soja en el del biodiésel, principalmente) reduce de por sí lo que se califica como una oferta insuficiente.
Cuatro. En ese contexto es natural que los precios de las commodities sigan trepando.
Oportunidad histórica
«Desde que el país se organizó institucionalmente, entre 1870 y 1930, el gran crecimiento se debió al escenario internacional. Hoy vivimos un panorama muy parecido, tenemos una oportunidad histórica como la de entonces, con el agregado de que ya no hay demasiados países con la capacidad de los del Mercosur y algunos otros de la región para producir alimentos: Australia y Nueva Zelanda tienen en gran medida agotadas sus fronteras, igual que Estados Unidos y la Unión Europea», dijo Marcelo Regúnaga, docente de la UBA y la Universidad de San Andrés, y ex secretario de Agricultura.
En la lista de países con chances de abastecer al mundo con alimentos, incluyó a Brasil, la Argentina, Colombia, Bolivia, Paraguay y Uruguay, en el corto plazo, y al Africa, en el largo plazo, cuando superen los problemas estructurales, aclaró.
Alieto Guadagni, economista y ex secretario de Industria y Energía, dijo que el Banco Mundial informó que su índice de precios de alimentos, conocido como World Bank Food Price Index, aumentó un 43% entre junio del 2010 y enero del 2011.
Según el especialista, todos los datos confirman que estamos inmersos en una onda larga de crecimiento de la demanda mundial por proteínas animales, impulsada por el crecimiento sostenido de las naciones emergentes, particularmente los grandes países del Asia-Pacifico.
Y destacó que América latina está muy bien posicionada para aprovechar eso y de modo particular la Argentina, según el ranking elaborado por el Banco Mundial (2008), que presenta el «índice de ventajas comparativas para la producción agrícola y de procesamiento de alimentos».
Gustavo López, director de la consultora Agriternd, apeló a los números y a la comparación para describir lo que está ocurriendo: «Cada año, el equivalente a una Argentina completa, sólo en China, se suma a la clase media urbana. Alrededor de 40 millones de personas (entre el 2 y 3 por ciento de la población del gigante asiático) deja el campo por la ciudad. Y la mudanza trae aparejados varios cambios, entre los más importantes, el de una dieta alimentaria con productos de mayor contenido de proteínas, aceites y grasas».
Pero destacó que el fenómeno no queda restringido a China. Es cierto que los números que aporta el gigante asiático son impactantes, sin embargo otras naciones asiáticas como India y varios países africanos se suman a la tendencia.
Contexto
Hace algunas semanas, los cuatro agregados agrícolas que la Argentina tiene en el mundo (en Brasil, Estados Unidos, la UE y China) expusieron en la Facultad de Agronomía de la UBA sobre las oportunidades del país en este rubro, en esos mercados , y el panorama resultó igualmente prometedor.
Pero, más allá de la teoría y las proyecciones, ¿qué hace hoy el país para aprovechar esa oportunidad que definen como histórica?
La visión de los tres expertos consultados por LA NACION no es muy alentadora.
«No sólo no tenemos una actitud proactiva, sino que es activa pero en sentido negativo», dijo Regúnaga.
Agregó que probablemente el problema más serio del país sea que la clase política y la sociedad argentina creen que la manera de crecer es sobre la base del mercado interno y la industria, que en realidad no tiene capacidad de exportar ni generar empleo.
«Lo de las automotrices generadoras de empleo, es un mito. La política del Gobierno es un estereotipo: vivir con lo nuestro, la sustitución de importaciones. Eso limita las posibilidades que están aprovechando Brasil, Uruguay y Paraguay. Hoy en día en los foros internacionales se nos ve como irresponsables porque somos un país que tiene todas las posibilidades para aumentar la producción y evitar la volatilidad de los precios, pero no lo hacemos. La política alimentaria da vergüenza», fustigó.
Según Regúnaga, el sector agropecuario es visto como una vía de recaudación fiscal y control de la inflación («cosa que ni siquiera consiguieron»).
«Claramente Asia -India y China en particular- es muy atractiva y no tenemos una estrategia clara de relación con los emergentes, además de que las políticas que aplicamos para limitar de manera desleal la importación de esos países afecta las relaciones. Tengo esperanzas de que el próximo gobierno haga algo», agregó.
¿Cuál es el principal escollo para que el sector agroindustrial pueda desarrollarse?
Guadagni respondió tajante: «¡El régimen tributario!, ¿o usted cree que los brasileños pasaron a ser los primeros exportadores de carne, y los paraguayos y los uruguayos crecieron así porque son unos genios? No, porque nosotros decidimos darnos un tiro en el pie, dijimos a la carne le vamos a poner derechos de exportación. Lo que no entienden los que están a favor de los derechos de exportación es que no [sólo no] distribuyen renta, [sino que] destruyen producción. Cuando se pone derecho de exportación, la reducción se ubica a un nivel inferior del que hubiese existido sin esa medida. Entonces, en lugar de dejar que maximice la exportación y caer con el impuesto, no: ponen un impuesto previo.» Según el ex embajador en Brasil, la Argentina es el único país de América latina que optó por penalizar la expansión de su producción agroindustrial y los resultados de ese «error estratégico» están a la vista: la Argentina es el integrante del Mercosur con el menor incremento en la producción global agropecuaria y en su diversificación, de modo particular en la ganadería.
Federalismo
Guadagni cree que en la lógica de aplicación de esas medidas imperan la política y la necesidades recaudatorias. «De acuerdo al ordenamiento jurídico argentino, el único impuesto que no se coparticipa automáticamente a las provincias es el derecho de exportación. La aplicación es absolutamente política. Si usted quiere tener unitarismo político no puede tener federalismo económico. Y la mejor manera de matar el federalismo económico es centrar la recaudación tributaria al derecho de exportación», comentó.
López señaló otro punto débil: la Argentina tiene un esquema inverso al del resto del mundo: aquí predominan las oleaginosas a los cereales.
«El esquema de rotación de cultivos es imprescindible para mantener la capacidad productiva de la tierra. Habría que incentivar la producción además de acompañar con infraestructura más moderna. En el transporte hay un cuello de botella en caminos, un parque automotor obsoleto y el ferrocarril totalmente subutilizado: sólo el 12% de la producción se traslada por esa vía. También es necesario contar con más capacidad de almacenaje. Hoy la gran vedette es el silo bolsa y eso deja en evidencia la falencia que hay. Además, si sigue creciendo la producción habrá que aumentar la capacidad y mejorar los puertos», sostuvo.
¿Cuán coyuntural puede resultar el viento favorable de precios atractivos?
López señaló que «tanto la FAO, como el Banco Mundial y el Departamento de Agricultura de Estados Unidos dicen que ven un crecimiento sustantivo del consumo manteniéndose en los niveles actuales, al margen del pico de 2008. Lo que se ve ahora es un componente de precio para 2020 en el que la tendencia es que los valores estarán entre 40 y 50% del precio de los últimos 15 años». Consideró que esto es positivo para la Argentina porque hay una alta dependencia del mercado exportador. «Las posibilidades de crecimiento son muy importantes. Se estima que en 10 años la producción será de 135 millones de toneladas, siempre y cuando la intervención estatal no interfiera», aclaró.
¿Qué hacer?
Regúnaga respondió que lo primero sería revisar la prioridad que se le da al sector agropecuario.
«Se debería tener en cuenta al sector como ocurre en todos los foros importantes del mundo donde la política agropecuaria está al tope de las discusiones por diferentes enfoques, ya sea por los problemas alimentarios, el cambio climático o los biocombustibles, a raíz de los problemas energéticos. El dato más grave son las intervenciones en el mercado, como los ROE, las retenciones e impuestos a la exportación», añadió.
Y acotó que en otro aspecto en el que nos estamos quedando atrás es en el de la tecnología: «Generamos la cuarta parte de lo que hacen Australia, Estados Unidos o la UE en investigación y desarrollo. Esos países invierten más de dos puntos del Producto Bruto Agropecuario, y Brasil casi el doble nuestro. Además de que hay un problema en el contexto para la inversión privada. Brasil nos lleva varios cuerpos de ventaja en biotecnología. En la década del ’90 estaban atrasados cuatro o cinco años respecto de la Argentina; hoy están adelante dos o tres».
Todo indica que la oportunidad existe y es grande. La historia parece dar revancha a la Argentina. ¿Seremos capaces de aprovecharlo?LA NACION.