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Cultivos energéticos: la colza dejó enseñanzas en Chalacea

biodiesel-la-PaulaEn el establecimiento La Paula, el manejo se complicó por heladas y durante la cosecha. 

La familia Gaido sabe de los pros y los contra que envuelve toda experiencia pionera. Es un extraño sabor que el paladar del establecimiento La Paula probó desde sus inicios y que sigue experimentando en la zona rural de Chalacea, ubicada a 162 kilómetros de Córdoba, al norte del departamento Río Primero. 

El año pasado, en medio de 800 hectáreas agrícolas, la empresa La Campiña levantó una planta de biodiésel para autoconsumo, elaborada por la firma Imegen (Tancacha), en el marco del plan Bio-FAA, que también integran la Federación Agraria Argentina (FAA) y la Facultad Villa María de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN).

Y si bien comenzó a producir biocombustible en base a soja, el plan original apuntaba a incluir a la colza como materia prima. Pese al escaso desarrollo genético de las semillas y al desconocimiento en el manejo del cultivo, los Gaido se animaron a la aventura de reemplazar parte de los lotes de trigo con la oleaginosa invernal.

Por aquellos días, el precio «planchado» del cereal ayudó a justificar la cruzada. Claro que, como toda experiencia inaugural, las lecciones y enseñanzas son las que más pesan en el amanecer de un balance al que todavía se le sigue sacando punta. Por lo pronto, el comportamiento del cultivo estuvo por debajo de las expectativas, pero los obstáculos fueron puestos en la columna de los nuevos desafíos por sortear.

Agustín Gaido reconoce que sintieron el rigor del «desconocimiento técnico y la falta de experiencia en cuanto a fecha de siembra, variedades aptas para la zona, manejo de insectos y cosecha». Y es que pese a las averiguaciones y asesoramiento previo con diversos semilleros y técnicos de la zona y otras regiones del país, los emprendedores advierten que carecen de un «protocolo claro y probado» para el cultivo, aunque aseguran que «la política empresaria es seguir profundizando el tema».

La experiencia. Pero vale la pena repasar la experiencia de los Gaido, quienes apostaron por la colza en 185 hectáreas, 75 de la cuales se trabajaron bajo riego, bajo la premisa de duplicar la productividad de la oleaginosa con el aporte suplementario de agua. En ambos casos se usaron materiales primaverales de ciclo intermedio.

La primera siembra fue el 2 de mayo del año pasado, en secano, sobre 110 hectáreas que venían de soja y con una reserva de agua de 270 milímetros. Se usó el híbrido Eclipse del semillero Sursem, que recomienda siembras tempranas (entre abril y mayo).

El manual destaca a Eclipse como una semilla ideal para siembra directa, con buena tolerancia a estrés hídrico y un elevado potencial de rinde en planteos de alta fertilización. Pero el cultivo entregó apenas nueve quintales por hectárea.

Seis días después (8 de mayo) se implantaron las 75 hectáreas bajo riego (también soja como antecesor). En este caso, se utilizaron tres semillas diferentes y el aporte de riego fue de 80 milímetros, a los que se sumaron 40 milímetros de lluvia natural.

El híbrido Eclipse fue el que mejor se comportó, con un aporte de 13 quintales. Le siguió la variedad Biolza 4000 (de Bioproductos), con 11,5 quintales por hectárea, mientras que Gladiator, de Al High-Tech, entregó 1.100 kilos.

Para el asesor técnico de la empresa, las principales causas que incidieron en el comportamiento del cultivo fueron las heladas, la eficiencia en el uso de agua y los problemas al momento de la cosecha.

«Estoy convencido que no fue por falta de fertilizantes, ya que los suelos del establecimiento tienen una historia agrícola reciente, con buenos niveles de materia orgánica que van de 2,8 a cuatro por ciento», señaló Marcelo Torrent, quien también trabaja para el grupo Crea Cañada de Luque-Sitón.

En el campo de los Gaido, todos los años se mide la cantidad de agua y nitrógeno que contiene la tierra. Y esa rutina revela que el principal limitante en la zona es el agua. «Hemos llegado a tener trigos de 35 a 40 quintales sin aporte de nitrógeno», comentó Torrent.

Limitantes. Uso del agua. Los productores del norte del departamento Río Primero saben que las lluvias son esquivas y escasas en invierno. Cuando el trigo se consolidó como un eslabón fijo en la rotación, se generalizó la soja de primera de grupo cuatro para aprovechar la recarga de los perfiles con las precipitaciones de marzo.

En ambos planteos, la colza arrancó con casi 300 milímetros de agua acumulada, a la que se sumaron 40 milímetros de lluvia, mientras que en el caso del lote bajo riego, hubo un plus de 80 milímetros en el ciclo.

Pero el dato significativo fue que la eficiencia en el uso del agua no superó los cuatro kilos por milímetro consumido, lejos del trigo, que en siete años medidos acumula un promedio de 9,4 kilos por milímetros, e incluso de la soja, que ronda los ocho kilos por milímetro.

Las heladas

“Creo que además del agua, otro factor que incidió fueron las heladas durante las primeras fases de la etapa vegetativa”, apuntó Torrent. El cultivo es muy sensible a las bajas temperaturas hasta octava hoja, cuando comienza a elevar su rango de resistencia. Las heladas provocaron una disminución en la biomasa que más tarde se trasladó a los rindes.

La cosecha

En noviembre salieron a la luz los problemas que los Gaido habían escuchado, pero nunca experimentado. La colza presenta, por lo menos, dos obstáculos cuando llega al final de su ciclo. Por un lado, cuando ya está maduro, el cultivo no aguanta demasiado y empieza a perder semillas.

Pero como el proceso no es uniforme, no todas las plantas secan al mismo tiempo. “Han quedado quintales en el suelo”, lamentó Torrent. En uno de los lotes se hizo corte e hilerado y el restante se cosechó en forma directa. Pero no terminan allí los problemas.

Rastrojos

Gaido apunta que fue muy dificultoso controlar los rebrotes, ya que después de la trilla, la planta no termina de morir, a lo que se sumaron muchos nacimientos de colza guacha. Para dominarla hay que pensar en dosis importantes de glifosato.

Además, pese a la información recogida previamente en los criaderos, la oleaginosa no libera el lote más temprano que el trigo. Por el contrario, en la práctica es común que el ciclo sea mayor.

De todos modos, Torrent relativizó el peso de estas dos últimas trabas. “Es cierto que hubo competencia con la maleza en los primeros estadios de soja y maíz sobre colza, pero hay que tener en cuenta que tuvimos una primavera seca y el control fue más dificultoso”.

Con todo, los Gaido creen que la experiencia, incluso en la etapa de valor agregado para producir biodiésel, ha dejado un terreno fértil para seguir cosechando enseñanzas. Por esa razón volverán a insistir con el cultivo para tratar de dominar su manejo.

Incluso, este ciclo incorporaron también al girasol a la canasta de cultivos energéticos, aunque el precio de esa oleaginosa invita más a la venta directa que a su procesamiento.

Daniel Alonso-De nuestra redacción

Fuente: La Voz del Interior

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