Brasil

Brasil, a toda máquina

GRUPO-ANDRE-MAGGI-BRASIL.gifEn el Mato Grosso, Clarín Rural visitó al grupo André Maggi, la empresa que más soja siembra en el mundo. Radiografía de una zona que tiene mucho para crecer.

FOTO: Impresionante. En la estancia Itamarati, las cosechadoras avanzan sobre un lote de soja. El grupo André Maggi siembra más de 200.000 hectáreas, de las cuales algo más de 120.000 son de este cultivo.Tangara Da Serra, Brasil. Enviado Especial.

En los últimos tiempos, sobre Brasil se han posado muchas miradas. Las de los futboleros, por un lado, que en dos años tendrán un mundial a pocas horas de avión. Las de los olímpicos, que en 2016 podrán disfrutar de múltiples disciplinas también muy cerca. Y, además, las de las grandes economías mundiales, que ven en este enorme país a un poderoso productor de alimentos y con mucho para seguir creciendo.

Para conocer más sobre este potencial, Clarín Rural llegó hasta el estado de Mato Grosso. Aquí, en el municipio de Morro Azul, se encuentra uno de los doce campos de la empresa agroindustrial que siembra más soja en el mundo entero, el grupo André Maggi. Precisamente entre las ciudades de Morro Azul y Tangará da Serra, hacia el noroeste de la capital del estado, Cuiabá, se encuentra Itamarati, una estancia de 120.000 hectáreas que arrienda la compañía.

Entre las doce estancias que siembra el grupo en este estado, los últimos datos con que cuentan revelan que implantaron 207.500 hectáreas, de las cuales el 60% (127.000) fueron de soja. El resto de la superficie se repartió entre maíz y algodón.

El grupo André Maggi tiene varios escalones más en la cadena agroindustrial luego de la producción de granos. Justamente, el potencial productivo de esta región, más allá de la posible expansión en superficie, tiene que ver con las grandes chances de expandirse verticalmente. Todo esto podría transformarlo, en algunos años, en el principal estado productor de granos de Brasil, posición que hasta el momento ocupa Paraná, al sur del país.

El potencial de la zona ya se va vislumbrando al recorrer los 250 kilómetros que separan Cuiabá, la capital, de Itamarati. Por una ruta sinuosa y desmejorada, que atraviesa el paisaje quebrado de las sierras, Clarín Rural fue descubriendo, poco a poco, el Cerrado, como se conoce a esta región.

El Cerrado brasileño es una sabana tropical, boscosa, que este momento del año muestra su pico de producción, ya que se combinan altas temperaturas y la estación de lluvias (entre enero y abril), mientras que desde mayo a octubre los registros de precipitaciones son muy bajos.

De camino hacia Itamarati, en la medida que el Cerrado lo permite y la geografía forma un valle, asoman los campos ganaderos con hacienda Nelore que pastorea sobre campo natural. Además, se ve mucha caña de azúcar y algodón. Y, cada tanto, campos con explotación forestal. Pero, de golpe, la sierra se transforma en una extensa planicie, donde se ve el enorme potencial de la producción agrícola brasileña.

De las 120.000 hectáreas de Itamarati, estancia que el grupo Maggi arrienda desde hace 12 años a otro gran productor individual de soja, Olacyr De Moreas, sólo pueden sembrarse casi 55.000. De éstas, 52.000 hectáreas se destinan a la siembra de soja, maíz y algodón, y las restantes son pastos implantados para alimentar 1.000 cabezas Nelore.

Frente a Clarín Rural , en pleno campo, el gerente de producción de Itamarati, Leonir Bertolini, dio interesantes precisiones, en un portugués bien claro: “En este campo solamente puede sembrarse el 46% de la superficie, porque el resto es reserva forestal protegida por ley”. La rotación aquí -cuenta Bertolini- gira sobre tres cultivos: soja, maíz y algodón. A la soja se destina la mayor parte de la superficie y se hace completamente en siembra directa. En esta campaña, la oleaginosa se está terminando de trillar, y hasta ahora arrojó un resultado de 30 qq/ha promedio, algo por debajo de los 36 qq/ha a los que están acostumbrados. Con soja se sembraron 39.400 hectáreas, de la cuales el 70% es no transgénica, ya que tienen cerrados negocios de exportación que requieren de ese material, explicó el gerente de producción.

Al ver el tránsito de las cosechadoras que circulan por los lotes durante la trilla de oleaginosa, queda bien claro lo que es la escala de esta empresa. Aquí, debido a que no existe la figura del contratista, el grupo Maggi es dueño de la totalidad de la máquinas. Solamente en Itamarati, cuentan con 47 cosechadores para soja y maíz, de las cuales 27 son de la marca Case. Además, tienen 18 desmotadoras para algodón, 32 sembradoras y 60 tractores.

Entre las cosechadoras, las de mayor cantidad de pies se emplean en grandes planicies; en cambio, las de menor ancho de labor, que tienen una menor capacidad de trabajo, se adaptan mejor al relieve ondulado de otros lotes de la región, indicaron los técnicos que conocen las máquinas a fondo.

El segundo cultivo en importancia aquí es el algodón, que se hace mitad en directa y mitad en convencional. De este grano se siembran 12.000 hectáreas de primera y 5.000 en safrinha (tras la cosecha de soja), que ahora está en la primeras etapas de su crecimiento. Sobre muchos lotes que deja la oleaginosa también se implantaron 12.400 hectáreas de maíz de safrinha, que tiene actualmente unas 6 a 7 hojas. De acuerdo a lo que comentó Bertolini, las secuencias de la rotación son soja-maíz-soja; soja-algodón-soja; algodón-soja de segunda o algodón sobre algodón.

En estos campos que están en la mira de todo el mundo un capítulo aparte es el manejo de la fertilización. En este sentido, el responsable de producción reconoció que, aunque hacen los análisis de suelo necesarios, ya saben de antemano que, si quieren rendimientos de punta, tiene que aplicar, al menos, 90 unidades de fósforo (el doble que en Argentina), e igual proporción de potasio.

“Aquí la fertilización representa un 40% de los costos del cultivo”, se sinceró el ingeniero, respecto al impacto económico de esta práctica. Sin embargo, el manejo de punta se refleja en la performance de los cultivos. En soja, obtienen rendimientos promedio de 58 a 60 sacos por hectárea (cada saco pesa 60 kilos), es decir, unos 36 qq/ha. En maíz, obtienen de 75 a 120 sacos/ha (entre 45 y 72 qq/ha), mientras que en algodón cosechan 250 arrobas/ha (cada arroba son 15 kilos), unos 3.700 kilos brutos.

Este potencial en la producción de granos que se ve claramente en Mato Grosso está en la base del gran crecimiento agroindustrial del país. Hasta hace unos 20 años, Brasil importaba leche, carne y granos. Hoy está entre los principales productores mundiales en estos segmentos y con enormes chances de seguir creciendo fuerte.

Sin dudas, una gran transformación, que se palpa aquí, en el Cerrado, una región en permanente evolución.

POR  PABLO LOSADA

FUENTE: DIARIO CLARIN  SUPLEMENTO RURAL

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