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DE LA CANCHA AL BIODIESEL

El futbolista se suma a la cooperativa Bioar e invierte en la producción de aceite de tártago y jatropha para la generación de biocombustibles.

Claudio Paul Caniggia, uno de los delanteros más famosos del mundo, está de paso por Buenos Aires. Retirado del fútbol desde hace cinco años y radicado en Marbella, España, no sólo vino a visitar amigos, sino que esta vez llegó a hacer negocios. Decidió invertir e incorporarse como socio de la Cooperativa Biodiesel Argentina (Bioar), que produce aceite de tártago ricinos y jatropha para la producción de biodiesel.

Un negocio más que prometedor, teniendo en cuenta que la Argentina se ubica entre los cuatro principales países productores del planeta y hoy es el primer exportador mundial de biodiesel. Caniggia sigue los pasos del ex arquero paraguayo José Luis Chilavert, quien se asoció con la empresa argentina Oil Fox –que inauguró en diciembre pasado una planta de biodiesel de algas en San Nicolás– y quiere replicar el negocio en su tierra natal. Cómo no podía ser de otra manera, Caniggia no se privó de hablar de fútbol y opinar sobre la selección.

Con 43 años, “El Pájaro” no cambió su look. Pelo largo, jeans, camisa negra abierta desde donde puede verse colgar un gran crucifijo de plata, zapatillas Nike blancas, sus eternos tatuajes y su par de lentes Ray Ban, acompañan un tostado envidiable. Junto a él está su hijo pintor Kevin Axel Caniggia.

Comparten la mesa con Luciano Calomeni, un argentino que vive en España, pero que acá forma parte de Bioar, y es justamente quien lo impulsó a Caniggia a entrar en el negocio. Antes que nada, ambos cuentan de qué se trata esta cooperativa. “Hace 18 años comenzamos desarrollando biodiesel de pescado, pero desde hace un tiempo decidimos comenzar con la siembra y el mejoramiento de variedades oleaginosas no comestibles como el tártago ricinos y la jatropha curcas”, señala Calomeni.

Caniggia asiente y se muestra entusiasmado: “Me convenció la propuesta a nivel ecológico porque generará más fuentes de trabajo. El objetivo es buscar una alternativa a la soja, no usar nada comestible para generar biodiesel. Para mí esto es algo más que una simple inversión, es un proyecto sociopolítico y económico. Además ya están en otros mercados”, cuenta.

Convertida en una sociedad anónima, Bioar ya se expandió a Perú, donde trabajan en 500 hectáreas y esperan alcanzar las 5.000. Junto a un grupo de agricultores firmaron un contrato por 30 años para ofrecerles semillas y know how en la zona de Piura en Perú. “El acuerdo comprende que un 70 por ciento de las ganancias queda en manos de ellos y un 30 por ciento va a Bioar”, cuenta Calomeni. No sólo prueban con cultivos de tártago y jatropha, también incursionaron con un recurso alternativo como las microalgas. Un método similar al usado por el ex arquero Chilavert.

Bioar también plantó bandera en Paraguay: están trabajando casi 3.000 hectáreas, según relata Calomeni. El sistema es el mismo que en Perú, desde hace cuatro años tienen acuerdos con agricultores de la zona y comparten las ganancias. Aunque a nivel internacional ya tienen experiencia, en la Argentina recién están comenzando a entrar. “Estamos a punto de firmar un acuerdo para sembrar tártago y jatropha en zonas muertas de San Lorenzo, en Santa Fe. También incursionamos en Catamarca donde tenemos tierras propias, además de trabajar para terceros. Y además estamos en Magdalena, provincia de Buenos Aires. Consideramos que es un buen negocio, por cada hectárea obtenemos 1.000 litros de aceite, lo que se traduce en 1.200 litros de biocombustibles”, puntualiza.

*La nota completa, en la edición impresa de Veintitrés.

FUENTE: EL ARGENTINO REVISTA VENTITRES

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