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PONELE SOJA…

La producción de biodiésel se convirtió en uno de los negocios de mayor crecimiento en los últimos años. En 2007 se produjeron 660 mil toneladas y en 2010 se estima terminará casi en 2,4 millones de toneladas, un crecimiento de 270 por ciento. En la cámara del sector aseguran que en 2011 alcanzarán las 3 millones de toneladas. La exportación creció aún más: en los últimos tres años pasó de 168 mil toneladas a 1,15 millones, un alza de 580 por ciento. La mayor parte de ese combustible se produce con aceite de soja.

Así, el poroto se transforma en aceite y el aceite en biodiésel, lo que significa agregarle valor agregado al commodity en dos eslabones. La producción es alentada desde el Estado con subsidios y la demanda con una mayor exigencia en el porcentaje de biodiésel en el gasoil a las refinerías, con el fin de ir reemplazando la importación de ese hidrocarburo. En el país ya funcionan 470 empresas dedicadas al rubro, que dan empleo a más de 10 mil personas. Argentina es el cuarto productor y el primer exportador del mundo de biodiésel.

Con la declinación de la producción de petróleo y el horizonte finito de los hidrocarburos de origen fósil, el mundo se lanzó a buscar combustibles renovables y de bajo precio. Los expertos consideran que la mejor solución para el medio ambiente y absolutamente sustentable es el hidrógeno, pero aún su producción es muy cara. Argentina tiene importantes ventajas para la elaboración de biodiésel: en gran parte de su territorio se presenta algún producto agropecuario para la transformación en aceite: soja, girasol, maní, colza, palma, lino, cártamo, nabo, aceites usados, grasa animal y otros cultivos no oleaginosos cuya semilla pueda contener aceite, como el algodón.

Con el fuerte crecimiento del campo y la industria de los últimos años el país importó gasoil para satisfacer un crecimiento de la demanda, que no fue seguido al mismo ritmo por la oferta de las petroleras y refinerías. El año pasado se utilizaron 15 mil millones de litros de gasoil: 1100 fueron importados. A partir de este mes la autoridad de aplicación del Régimen de Regulación y Promoción para la Producción y Uso Sustentables de Biocombustibles elevó la obligación de mezcla de biodiésel en gasoil en vehículos del 5 al 7 por ciento. Y se discute con la industria automotriz elevar al 10 por ciento la proporción de biodiésel en gasoil. Con ese porcentaje el país podría reemplazar el total de la importación, lo cual implicaría mejorar el superávit comercial.

El 40 por ciento del gasoil que se consume en el país lo utiliza el campo. Desde el Estado se viene alentando su uso en tractores –que ya se fabrican para utilizar una mezcla con 20 por ciento de biodiésel– y otras maquinarias agrícolas. Pero más allá del impulso oficial, muchos productores han comenzado a montar sus propias fábricas de producción de biodiésel, que alimentan con sus cosechas. Una unidad pequeña de producción cuesta 1,5 millones de dólares. Los campos grandes pueden adquirirla y amortizarla y muchos pequeños y medianos se unen para comprarla. La intención de los productores va más allá de lo ambiental: lo que quieren es asegurarse el aprovisionamiento a buen precio. Estos productores fabrican el combustible y utilizan los desechos de los granos para alimento de animales o los venden por pellets para la producción de harina.

El 85 por ciento de las plantas de biodiésel están ubicadas en Santa Fe, especialmente en Puerto General San Martín, San Lorenzo y Rosario. Estas localidades forman el principal polo aceitero de la Argentina y cuentan con una infraestructura diseñada específicamente para exportar a través de la hidrovía Paraná-Uruguay, lo que implica la existencia del clúster más grande a nivel mundial en el sector oleaginosas. Cargill anunció que invertirá 250 millones de dólares en esa zona para producir, a partir de septiembre del año próximo, 240 mil toneladas de biodiésel por año.

La economía nacional está fuertemente concentrada y el negocio del biodiésel no es la excepción. Este año se exportarán 1,4 millones de toneladas y el 99 por ciento lo venderán once empresas. Las principales son Louis Dreyfus, Molinos Río de la Plata, Vicentín y Bunge. Estas compañías, que integran la cámara del sector Carbio, llevan invertidos 500 millones de dólares en esa actividad. Son las mismas que concentran la exportación de granos, aceites y harina. En 2007 vendieron al exterior 168 mil toneladas de biodiésel; en 2008, 724 mil toneladas; en 2009, 1,15 millón de toneladas y este año estiman exportar 1,41 millones de toneladas. La mayor parte de las ventas tienen como destino la Unión Europea: el cliente principal es Alemania.

La suspensión de la compra de aceite argentino por parte de China se debió a una disputa comercial. Pero en el largo plazo la intención del gigante asiático es producir su propio aceite con granos de los países productores. De hecho están construyendo un polo de producción aceitera de enormes proporciones. Según Víctor Castro, el director ejecutivo de la Cámara Argentina de Biocombustibles, “la producción de biodiésel es la alternativa que tiene el país para seguir sumando valor agregado a su producción agropecuaria, ante la posibilidad de volver a ser un proveedor de comodities, en este caso, para servir a la industria China”.

Desde la Secretaría de Energía se impulsa la producción de biodiésel con el argumento de ir reemplazando un combustible no renovable por uno renovable. Además se justifican los subsidios a la producción por la creación de mayor valor agregado y el impacto positivo medioambiental. Estas razones han generado polémica entre distintos especialistas en el tema (ver aparte). Los subsidios son administrados por el Régimen de Regulación y Promoción para la Producción y Uso Sustentables de Biocombustibles. En lo referente al Impuesto al Valor Agregado y al Impuesto a las Ganancias, se aplica el tratamiento dispensado por la ley 25.924 a la adquisición de bienes de capital o la realización de obras de infraestructura. En ambos tributos el subsidio es financiero. Además, los bienes afectados a los proyectos aprobados por la autoridad de aplicación, no integran la base de imposición del Impuesto a la Ganancia Mínima Presunta.

Existe un grupo de expertos que afirma que el costo del la producción de biodiésel con subsidios incluidos es mayor que el precio del gasoil importado. E impulsan otro tipo de alternativas al combustible fósil. El ingeniero Enrique Martínez, presidente del INTI, afirmó a Cash que “los biocombustibles son impulsados por las grandes compañías petroleras porque les permiten sostener su negocio, a diferencia de tecnologías como la que conduciría al auto eléctrico”. Manuel Herrera, ex presidente de la Unión Industrial y asesor en biocombustibles, opina en cambio que “la matriz de producción de energía eléctrica en el país es mayoritariamente gasífera, no tiene sentido reemplazar gasoil por gas. El petróleo que queda en el mundo está en grandes profundidades marítimas; cuesta más de 80 dólares extraerlo. Se venderá a 200 dólares. Es imprescindible avanzar con el biodiésel, para el que contamos ventajas comparativas”.

La usina eléctrica de San Nicolás funciona con biodiésel puro. También se lo está utilizando para locomotoras de ferrocarril. En el caso de las naftas, las petroleras tienen la obligación de comercializar una mezcla con un mínimo de 5 por ciento de etanol, un biocombustible que se produce en base a la caña de azúcar. Alemania, Austria, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Malasia y Suecia son pioneros en la producción, ensayo y uso de biodiésel en automóviles. La búsqueda de un reemplazo de los combustibles fósiles por otros que sean renovables y a la vez mejoren la perspectiva ambiental futura recién comienza.

por Roberto D. Navarro

Fuente: Pagina 12

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