biocombustibles

El biodiesel y las ONGs

biodiesel-quilmes-ongsDe la sartén al motor, el reciclado de aceite crece y las ONGs ganan dinero.

Distintas entidades locales ya empezaron a cobrar por contribuir a la solución de un serio problema ambiental.

Mientras la mayoría de la gente sigue viendo al aceite de cocina usado como un desecho, Graciela Fernández logró convertirlo en una fuente de ingresos para su copa de leche en Altos de San Lorenzo. Lejos de tirarlo, hoy lo junta para vendérselo a una empresa que lo transforma en biodiesel. No es la única: como ella, otras organizaciones de la Ciudad ya han empezado a explotar este recurso que en pocos meses más terminará comprando indirectamente todo aquel que cargue el tanque de su auto.

Desde el momento en que una ley nacional obliga a las petroleras a cortar la nafta y el diésel con al menos un 5% de etanol y biodiesel, el aceite de cocina viejo se ha convertido en un valioso medio para cubrir esa cuota. Es así que el miércoles último, por primera vez, distintas organizaciones civiles de La Plata recibieron cheques de alrededor de 800 pesos por la venta de esa materia prima al mercado.

Impulsado por el Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible (OPDS), el plan reciclaje de aceite vegetal para biocombustibles constituye una pequeña revolución silenciosa que se ha extendido ya a casi la mitad del territorio bonaerense. Su finalidad no es sólo aprovechar una fuente de energía alternativa, sino reducir además el impacto que ha venido generando durante décadas un producto altamente contaminante.

Ocurre que a falta de un mecanismo para su disposición final, miles de litros de aceite desechado en cocinas de hogares y restaurantes hoy van parar a la red pluvial. Y a través de ella, a arroyos y ríos, donde forman una película que impide la incorporación de oxígeno. El daño que produce sobre los cauces de agua es tal que en la Agencia Ambiental de La Plata no dudan en identificarlo, entre otras cosas, como «uno de los mayores problemas del Arroyo El Gato».

Con todo, la amenaza del aceite vegetal usado no se reduce al medio ambiente. Buena parte del que se desecha en restaurantes alimenta hoy un circuito clandestino, donde se lo filtra y reacondiciona para elaborar margarinas y aceites de segunda. Por su bajo costo, estos productos son utilizados en algunos locales gastronómicos sin contemplar que su ingesta está asociada al riesgo de cáncer.

Lo cierto es que al alentar el reciclado de aceite vegetal para incorporarlo al mercado de combustibles no sólo se obtienen beneficios para la salud pública y el medio ambiente. Tal como está planteado el sistema a nivel provincial, también los municipios, los comerciantes y las organizaciones intermedias pueden sacarle provecho. No por nada lo que hace dos años arrancó como una experiencia piloto en cuatro partidos de la Provincia hoy suma ya a sesenta comunas con distintos signos políticos.

BENEFICIOS REPARTIDOS

Desde que el Municipio de La Plata se sumó meses atrás al Plan Bio de la Provincia, en la Ciudad han empezado a funcionar ya seis centros de acopio. A cargo de entidades civiles, éstos tiene por finalidad asociar a restaurantes y comedores para que les entreguen el aceite comestible que desechan y alentar a los vecinos a que también lo hagan en lugar de tirarlo. Cada fin de mes, personal de una empresa de reciclado pasa a retirar los tanques y a cambio le acredita a las instituciones una suma proporcional a la cantidad de litros que lograron reunir.

De esta forma, Conalma -una asociación platense dedicada al cuidado de caballos de tiro y animales sueltos- obtuvo la semana pasada una ganancia cercana a los 800 pesos. «Para nosotros es una manera de conseguir recursos para financiar nuestra actividad. Y no sólo eso, es sobre todo una manera que está en sintonía con lo que promovemos para el medio ambiente», explica Dolores Oliva, una de sus integrantes.

El acopio de aceite vegetal para reciclado «puede ser una fuente de financiamiento absolutamente cristalina para las ONGs. Les ofrece además la ventaja de no depender de subsidios estatales, que muchas veces les quitan independencia», resalta Sergio Federovisky, el titular de la Agencia Ambiental de La Plata.

Claro que ése no es el único interés del Municipio. «Al tirarlo en la pileta o la rejilla, el aceite de las papas fritas va a los conductos pluviales y los termina obstruyendo. Esto genera un importante gasto operativo para destaparlos. Pero sobre todo, el problema mayor es que termina en los arroyos, donde va restringiendo la cantidad de oxígeno hasta un punto en que elimina toda forma de vida. Es una carga de contaminación monstruosa», dice Federovisky.

Pero qué beneficio obtienen los restaurantes que participan del sistema. «En principio, su rédito consiste en la posibilidad de darle a los clientes un mensaje claro -explica Marcelo Ordóñez, director provincial de Relaciones con la Comunidad del OPDS-. Como reciben un sticker que los identifica como integrantes del Plan Bio, la gente sabe que esos locales no reutilizan aceite usado en su cocina y se comprometen además con el medio ambiente y las instituciones de su comunidad».

«Es cierto que los restaurantes no reciben un beneficio económico directo, ya que lo que aportan al sistema va para las organizaciones civiles -agrega-. Pero hay que tener en cuenta que en otros países están obligados a hacerse cargo del aceite que desechan. Por lo cual, no sólo no obtienen ganancias, sino que deben desembolsar sumas considerables para que una empresa se ocupe de su disposición final».

UNA FUENTE DE ENERGICA

A través del Plan Bio lograron recuperarse ya en la Provincia de Buenos Aires cerca de 135 mil litros de aceite usado. Todo ellos fueron adquiridos por RBA Ambiental. Con 35 años de trayectoria en el campo de las energías alternativas, los responsables de esa empresa admiten que la iniciativa ha representado «un impulso enorme» para su actividad.

Antes de que en la Provincia funcionara un sistema de oficial de acopio, «nosotros ya veníamos comprando aceite usado en un pequeño mercado compuesto por cadenas gastronómicas que siempre tuvieron una actitud responsable con el medio ambiente. Pero sin duda esto nos da la posibilidad de abastecernos a una escala mucho mayor», reconoce el ingeniero Luis María Astarloa, director de RBA Ambiental.

Por cada litro de aceite usado, esa empresa está pagando hoy entre 20 y 50 centavos. La suma varía según la distancia al centro de acopio donde debe ir a recogerlo y la cotización del aceite de girasol en el puerto de Santa Fe. En poco más de un año, RBA ha destinado ya cerca de 83 mil pesos para la compra de ese producto a través del Plan Bio.

En su planta de Bella Vista, todo ese aceite viejo es filtrado y decantado para luego mezclarlo con alcohol en un reactor donde se lo agita a cierta temperatura. De esa forma se obtiene etanol y biodiésel, los dos biocombustibles que en poco tiempo más deberán ser incorporados a las naftas y diésel que se comercialicen en el país.

«Nuestra planta es una de las habilitadas por la secretaría de Energía para venderle biocombustibles a la petroleras a fin de que cumplan con el corte obligatorio», afirma Astarloa. La medida, que debía haber entrado en vigencia el 1° de enero último, se postergó al 1° de marzo sin llegar a cumplirse aún. «Entendemos que hay una pequeña demora porque se están ajustando algunos detalles operativos, pero creemos que en la segunda mitad de este año va a estar en marcha», dice el director de RBA.

Mientras termina de implementarse el corte obligatorio con biocombustibles en todo el país, el gobierno de la Provincia aspira a extender su plan de reciclado de aceite a sus 134 municipios. Y en La Plata, las autoridades comunales apuestan también a sumar cada vez más centros de acopio a través de organizaciones civiles. Por lo pronto, Graciela Fernández, la presidente de la Unión de Cartoneros -una de las primera ongs locales en sumarse al sistema- se muestra entusiasmada con sus perspectivas. Con el cheque que recibió días atrás espera comprarle guardapolvos y útiles escolares a los chicos de su copa de leche en Altos de San Lorenzo.

Fuente:  Quilmes Presente

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