biocombustibles

La bioenergía, política de estado

Claudio-Molina-Acsoja-BiocoLa turbulencia en los biocombustibles, según el autor, no es ajena a la crisis internacional y exige sentar las bases para diversificar la matriz energética, para crecer de manera racional, a tasas sostenidas a largo plazo, y sin deterioro del medio ambiente.

Hace alrededor de un año los precios nominales de la soja, el maíz y el trigo en los mercados internacionales rozaban máximos históricos de US$ 600, US$ 300 y US$ 500 por tonelada y los costos de los alimentos derivados de estos productos primarios, aumentaban a un ritmo escalofriante. Al mismo tiempo, el barril de crudo quebraba umbrales históricos alcanzando los US$ 149. Este hecho significativo llevó a innumerables analistas a predecir un mundo con un petróleo a US$ 200 el barril.

Los elevados precios de oleaginosas, granos y petróleo, que fueron de los mayores de la historia en términos reales, tuvieron inmediatas repercusiones en toda la cadena de producción agroindustrial incrementando los costos de produccción, transporte, distribución y precios al consumidor de los alimentos.

No pocos analistas y reconocidos organismos internacionales avizoraban una crisis alimentaria y atribuían en buena medida a la producción de biocombustibles semejante disparada en los precios y una potencial crisis alimentaria a escala planetaria. Mientras, se argumentaba que la Argentina, uno de los principales productores mundiales de alimentos, ya sea por política interna o barreras al comercio, era incapaz de incrementar la oferta exportable de granos y alimentos que habría de otro modo contribuido a paliar esta «crisis alimentaria potencial».

Un año más tarde, el mundo atraviesa una crisis financiera global de magnitudes inéditas en 80 años y los precios de la soja, maíz, trigo y petróleo se han reducido casi a la mitad o un tercio de lo que eran apenas menos de un año.

Los orígenes y causas de la crisis han dejado al desnudo que las cotizaciones de granos y oleaginosas fueron principalmente influidos por los altos precios del petróleo y sus derivados, debido a la dependencia productiva que aquellos tienen sobre estos, pero al mismo tiempo, dichos commodities y particularmente el petróleo (o sus derivados) eran el reflejo de una burbuja especulativa de dimensiones inéditas alimentada por la abundante liquidez mundial, la excesiva transferencia de riesgos en un contexto de bajas tasas de interés, la creación de instrumentos sofisticados para su cobertura, la no regulación o inadecuada supervisión de ciertos actores en los mercados financieros y de commodities y la creencia que los ciclos económicos ya eran cosa del pasado.

Dicha burbuja tenía como correlato un dólar barato, convalidando la creencia que el petróleo caro y los alimentos cada vez más escasos y onerosos habían llegado para quedarse. Claro está, no se puede ignorar que los chinos comen más soja, que la oferta ha crecido menos que la demanda en casos puntuales y que factores climáticos han afectado la producción agrícola en diferentes áreas del mundo. Sin embargo, ha quedado nítidamente de manifiesto que los biocombustibles -en la actual evolución de su producción- sólo afectan marginalmente en el mayor de los casos, la dinámica de los precios de productos primarios y commodities y que, más aún, el encarecimiento del petróleo y sus derivados son, junto a factores estructurales de demanda y oferta, los «drivers» de dichos precios.

Se ha debatido cuáles son los costos y beneficios de producir biocombustibles. La razón indica que el beneficio privado y social de tal carburante es claramente positivo. Y que su producción puede ser sostenible de un punto de vista ambiental, que fortalece las cadenas de valor agropecuaria, que generan más divisas por la exportación, que reducen la dependencia energética de combustibles fósiles (Brasil), que en general su balance energético es positivo y no necesariamente disminuyen la oferta de alimentos. Ahora bien, si se concede que los biocombustibles traen aparejados beneficios netos para el conjunto de la sociedad, ¿cuáles deberían ser las premisas y bases de una política que favorezca el desarrollo del sector, en una Argentina con claras ventajas comparativas?

Una política sectorial debe coordinar muy bien acciones entre áreas de Estado para evitar superposición en la asignación de los recursos públicos y reconocer estos factores como punto de partida: 1)Los biocombustibles no reemplazan a los combustibles fósiles, sino en el margen. 2)El desarrollo de la industria no puede estar sujeta a los avatares del precio del crudo, como muestra la experiencia de largo plazo brasileña. 3)El mundo, la UE en particular, serán importadores netos de biocombustibles en pocos años y Argentina podría proveer volúmenes importantes de biodiésel (y Europa arancela las exportaciones subsidiadas por EE.UU.). 4)El mercado interno debe ser atendido y promovido, perfeccionando la ley 26093 para lograr un desarrollo como el de Brasil. 5)Las inversiones son intensivas en capital y necesitan previsibilidad como toda inversión, de cualquier origen. De nuevo, mejorar el marco regulatorio es imprescindible.

6)Las retenciones a la exportación de biocombustible deben tener alícuotas variables, pero ahora, volver al nivel previo a 2008 (5% contra 20% actual). 7)Las pymes deben ocupar un lugar en la cadena, fomentando formas asociativas que les permitan una tecnología de punta y superar los típicos problemas de escala. 8)Se debe invertir a largo plazo fomentando investigaciones científicas y técnicas para el desarrollo del sector, en nuevas tecnologías como en el mejoramiento de cultivos que diversifiquen las fuentes de materias primas. 9)Se deben crear canales para el financiamiento a largo plazo en condiciones competitivas, como lo hace el BNDES de Brasil. 10)Se debe planificar la expansión de la superficie agrícola y monitorear las prácticas culturales, para que sean sostenibles en lo técnico, económico, ambiental y social.

Hoy el sector del biocombustible atraviesa una etapa de turbulencia y no es ajeno al contexto de crisis internacional. Si no se sientan las bases para lograr la diversificación de la matriz energética, será imposible crecer de manera racional y a tasas sostenidas a largo plazo, al tiempo que nuestro medio ambiente sufrirá serios deterioros.

Claudio Molina. Director Ejecutivo de la Asociación Argentina de Biocombustibles e Hidrógeno.

Fuente: Clarín Rural/Diario Clarín

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