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LA AGROINDUSTRIA ARGENTINA, UN CAMINO AL PROGRESO

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Los argentinos perdimos muchas décadas intentando resolver antinomias estériles: «Campo versus industria» es una de las falsas dicotomías que, en versión positiva nos lleva, en cambio, al éxito de su conjugación en el término agroindustria. Es decir, a una actividad cuyo enorme potencial requiere aún pasos clave para consolidarse como la vigorosa herramienta de un desarrollo sostenido.

Los productos del campo no han logrado la rentabilidad que implicaría el valor agregado en todas sus etapas. Y son las propias políticas impositivas, los sobrecostos por distancias, aranceles externos desmesurados, propios de un mundo que vende y no compra, entre tantos otros, los que impiden esto. De erradicar dichas trabas, la agroindustria haría un importante aporte al PBI, compensaría pesadas e inútiles cargas, que impiden la competitividad. El Indec ha publicado recientemente información acerca de los principales complejos exportadores del país. Es fácil reconocer, a partir de esos datos, la importancia que aportan a la generación de divisas las manufacturas de origen agropecuario (MOA).

Estudios de la UBA afirman que el proceso de valor agregado recién comienza. Argentina tiene oportunidades crecientes, ya no sólo de exportar granos básicos y sus derivados a China o India, sino también, y fundamentalmente, con trabajo de equipo colocar en dichas regiones alimentos cada día más elaborados. Ya en los últimos meses, China se convirtió en nuestro principal comprador de carne vacuna: hoy, más puntualmente, adquiere uno de cada dos kilos de los cortes que exportamos.

La evolución del valor agregado en nuestros productos desatará un crecimiento exponencial en nuestras exportaciones, generando el ingreso de divisas genuinas, que ayudarán a la marcha del otro sector productivo: la construcción.

En esta dinámica de oportunidades y menores costos productivos, cómodamente se integrarían, a su vez, las economías regionales, que sumadas al sector pesquero se traducirían en una expansión de puestos de trabajo.

Nuestro país es ya uno de los principales exportadores de harina del mundo. El sector confía, en duplicar de uno a dos millones de toneladas sus ventas a corto plazo. También el maíz experimenta hoy una demanda notable enlazada a la producción de carne de cerdo, de ave y bovina, de bioetanol. Estamos ante la oportunidad de agregar más valor a cada uno de los productos que crecen en nuestro suelo. El mundo demanda alimentos como nunca antes. En este contexto, es que se necesitan del Estado políticas activas, para vigorizar el camino hacia lo que este gobierno ha emprendido : Pobreza Cero.

Por Diego Videla

Productor Agropecuario ex Vice ce la UIA

FUENTE: EL CRONISTA

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