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Agroindustria Argentina: el complejo sojero argentino debe invertir en China y Estados Unidos

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El problema es la superior productividad del complejo sojero industrial argentino, el primero del mundo.

Foto: La planta de molienda de soja de Renova en Timbúes, cerca de Rosario, es una de las más grandes del mundo.

La imposición de un arancel especial de 56%/64% al biodiésel argentino por el Departamento de Comercio de Estados Unidos no es una medida “proteccionista” promovida por la presión del lobby agrícola.

Es una reafirmación inequívoca del criterio central del gobierno de Donald Trump para el cual los intereses nacionales de la producción de Estados Unidos están por encima de sus responsabilidades globales.

“America First” no es un slogan de campaña. Es la razón de ser de Donald Trump que aspira a reposicionar a EE.UU. en todos los planos del poder mundial.

El complejo sojero industrial argentino -del que surge el biodiesel- es el más competitivo del mundo. Es el resultado de una combinación imbatible entre recursos naturales, distancia a puertos oceánicos, y capacidad tecnológica y organizativa, que le otorga un nivel de productividad que es el primero del sistema mundial, por encima de Estados Unidos.

La Argentina es el primer productor mundial de bienes industriales basados en la soja (aceites, harina de soja, biodiésel), como constata Héctor Huergo en su artículo de Clarín Rural del 26 de agosto.

La decisión de EE.UU. no es una medida contra la Argentina, ni una discriminación fundada en la nacionalidad de las empresas. Las grandes exportadoras industriales sojeras de la Argentina son transnacionales, muchas de ellas estadounidenses (Bunge, Louis Dreyfus, Cargill, entre otras).

Es una cuestión “industria versus Industria”, no de nacionalidad. El problema es la superior productividad del complejo sojero industrial argentino, el primero del mundo.

En la misma semana, China abrió sus importaciones de aceite de soja provenientes de la Argentina. No puede haber lugar a equívoco: el único interés estratégico de la República Popular en la producción agroalimentaria argentina son los granos para la alimentación animal (soja y maíz), sustento de su transición dietaria (vuelco al consumo de proteínas cárnicas). Por eso China no compra harina de soja a la Argentina.

China importó el año pasado 90 millones de toneladas de soja, que serían 200 millones de toneladas o más en 2025 (USDA). El interés de la República Popular es producir harina de soja en su país, con los granos argentinos, dentro de su industria manufacturera.

En los dos casos –Estados Unidos y China- es una cuestión “industria versus Industria”; y la competencia en el sistema capitalista no es un torneo de argumentos jurídicos. Es una puja que se resuelve a favor del sector de mayor productividad, lo que se revela en el terreno decisivo de las inversiones.

Ha llegado el momento en que el complejo sojero industrial de la Argentina pase de la fase exportaciones de su producción a la etapa de las inversiones en el exterior, que es inherente al capitalismo del siglo XXI.

Hay que invertir en la producción industrial de soja en Estados Unidos y en China. Hay que transnacionalizar al complejo sojero industrial argentino a través de sus inversiones en el exterior.

Este el lenguaje del capitalismo avanzado en el siglo XXI.

POR JORGE CASTRO

FUENTE: DIARIO CLARIN/CLARIN RURAL ARGENTINA

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